
En 1958, el Partido Comunista chino ideó un plan para salir de las deudas que el primer plan quinquenal (1952-1957) al estilo soviético le había provocado. “El gran salto hacia delante” fue el nombre que Mao puso a su idea. Se trataba de una política de industrialización masiva que tenía entre otros motores la producción de acero en hornos de fundición ubicados en los patios de los campesinos. Si la Historia del PCUS: Curso introductorio (1939) mostraba que el futuro estaba delante de una línea recta era entonces coherente la intensión de saltarse unos metros: más de veinte millones de cadáveres quedaron entre un tramo y el otro del salto en lo que se convirtió en la mayor hambruna del siglo XX. Oficialmente la llamaron los “Tres años de desastres naturales” (1958-1961) bajo el intento de adjudicarle los muertos a las fuerzas indómitas de la naturaleza que en esos años asolaron la región con sequías e inundaciones de los ríos; recién en los años ochenta el gobierno de China aceptó que en parte las muertes se habían debido al “gran salto”. Mientras el gobierno de la república popular estaba dando su pirueta el pueblo chino afrontó el hambre, entre otras pocas cosas, comiendo semillas de girasol.

Tras la Gran Hambruna China vino la Revolución Cultural. Entre otros intelectuales acusados de derechistas durante el período, el poeta Ai Qing, amigo de Neruda, fue enviado a las granjas de Xinjiang donde crío a su hijo: el artista, arquitecto y activista de los Derechos Humanos Ai Weiwei. Semillas de girasol es el nombre de la instalación que realizó en la sala de turbinas del Tate Modern Art de Londres entre 12 de octubre de 2010 y el 12 de mayo de 2011. Durante el ostracismo de la familia Ai, las semillas de girasol representaban al pueblo en las imágenes de propaganda con el rostro de Mao. En el centro del cartel, el líder comunista; a su alrededor los girasoles que lo buscan; otra forma de superponer la voluntad de los hombres a la voluntad de la naturaleza. Por cada planta de girasol, una colectivización.
La obra de Ai Weiwei, por lo menos desde los noventa, viene proponiendo acciones disruptivas del orden autoritario que rige la vida en el país más poblado del planeta. En 1995 realizó una serie de fotos en las que aparece arrojando al suelo una urna de la dinastía Han, en 1999 otra serie de fotografías muestra edificios emblemáticos del poder mundial tras un dedo índice que los injuria; en 2007 su participación en la Documenta 12 de Kassel Farirytale tuvo como único objetivo el traslado a la muestra de 1001 chinos que viajaron junto a Ai Weiwei en tandas de a doscientos; cada uno portando una valija distinta.
En abril de este año las autoridades de la República Popular de China arrestaron a Ai Weiwei tras la presunción de que había realizado distintos crímenes económicos: evasión de impuestos y destrucción de pruebas. Estuvo preso durante ochenta días, fue liberado recién a fines de junio, para conseguir su libertad debió pactar por lo menos un año de silencio a propósito de su caso que como tantos otros registrados por Amnesty Interntional representa el autoritarismo, la censura, el control y la represión del régimen.
El propósito de Semillas de girasol era que quienes visitaran esa sala inmensa del Tate Modern Art pudieran caminar sobre la textura, acostarse en el suelo y, por qué no, llevarse una que otra semilla entre los pliegues de la ropa. A los tres días de la inauguración, la administración del Museo impidió el paso a los visitantes, observaron que la erosión de las semillas al ser pisadas despedía un polvo cargado de metales tóxicos.
Los metales procedían de la pintura negra que había sido pincelada a mano en cada uno de los cien millones de ejemplares de cerámica realizados por mil seiscientos artesanos contratados por Ai Weiwei, él apenas pintó tres, según dijo.
Pablo Luzuriaga (Buenos Aires)
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