
Limbo fue publicado por primera (y única) vez en México, por Ediciones Era, en 1989. La historia tiene una estructura “circular” (comienza y termina con los mismos protagonistas), repleta de correspondencias entre historias más pequeñas (o “subtramas”), particulares, que se suceden (notoriamente, la aparición de sangre, un hombre “de pie equino”, un cura, varios libros, las palabras “grave” y “gravedad”, la expresión “dios mío, dios mío”, varias apariciones, otras tantas desapariciones...). Novela de repeticiones y re-apariciones, de alucinantes perplejidades, de acontecimientos imprevistos e imprevisibles, sus personajes, argentinos exiliados en México, pasan y/o presencian una serie de situaciones que, imposible conocer con exactitud, pueden ser tanto “reales” (vividas) como soñadas o imaginadas (pesadillescamente).
En Limbo, uno de sus personajes principales vive entre pilas de diarios sin leer, se gana la vida haciendo trabajos de traducción y, por su intermedio, se puede conocer algo de lo que fue la vida en el exilio (la vida cotidiana y el “activismo” que hubo que desplegar, así sea para, al menos, reinsertar la vida de los desterrados en un nuevo suelo). Otro personaje, una mujer, en vuelo hacia Buenos Aires, compartirá avión con un –todo lo indica, aunque vista de civil– militar. Éste va leyendo un libro, altamente significativo, el Nunca más, y desplegará ante ella largos discursos “explicativos” de la misión que se autoasignaron los militares que dieron el golpe de Estado en Argentina en marzo de 1976. Un speech de oscura, tétrica, sanguinaria “racionalidad”: la realidad de la ficción, que lleva al discurso militar hasta el paroxismo, creando un clímax agobiante. Otro personaje (un joven, un hijo) recorrerá parte de la geografía del D.F. mexicano, y encontrará –por ejemplo en un taller mecánico– varios de esos “símbolos”: un cura, un libro (Pío X y su época) y otros.
También, El extranjero, de Albert Camus, y sus temas del asesinato, la condena social y la indiferencia, serán tópicos, más que apropiados, para construir la historia. Limbo, así, es un libro que entrelaza México con Argentina, las culturas locales con las europeas, y la historia con el (un) presente. Especie de “eslabón perdido” entre Vil & Vil (1975), de Juan Filloy, y Villa (1996), de Luis Gusmán, Limbo se puede sumar así a una serie literaria referida a la última dictadura que vivió nuestro país, y que se continúa con Dos veces junio (2002), de Martín Kohan, y Ni muerto has perdido tu nombre (2002), otro libro de Gusmán, entre otros, que continúan surgiendo hasta hoy. Buena razón, por lo tanto, para reeditar un texto tenso, indirectamente testimonial, de un momento dramático; un desafío narrativo, sobrio y poéticamente definido.
Sirvan estas líneas entonces como presentación e, incluso, como justificación para esta novela que rescata del olvido y publica ahora –haciendo justicia– la editorial Final Abierto. Una obra que recorre (habla de) nuestro pasado, del genocidio (militar-civil-eclesiástico) y el destierro, con imaginación y vigor, con valor y energía –su autor, como ya se dijo, ha transformado parte de su propia experiencia, transmutándola en sustancia literaria, para Limbo (tal como lo ha hecho también, con otro carácter, en su libro de relatos autobiográficos, La nopalera, donde narra su “período mexicano”)–, y se proyecta (nos habla, nos interpela, nos incita... vibra), por eso mismo, en nuestro presente.
Demián Paredes
Buenos Aires, EdM, diciembre de 2017
Imprimir
No hay comentarios:
Publicar un comentario