“Llegó la banda de Germán (sindical)/ somos ATE Capital / Vamos a hacer un sindicato nacional (feminista) y popular / porque somos laburantas no vamos a permitir que nos sigan despidiendo, vamos a parar el país / yo soy así, soy compañera, yo movilizo, toco el bombo y hago huelga / yo soy así, voy militando, en el estado le doy guerra al patriarcado”.
(Se canta con la música del tema “Cosas mías” de Miguel Abuelo)
l 8 de agosto pasado, cuando la calle se vistió de verde para pedir que el senado legalice el aborto, Las Pibas de ATE cautivaron una vez más con su toque informal y desobediente que va del mantra sororo a las ganas de romper todo. “Estas chicas me encantan, deberían estar al frente de la CGT y tirar a todos los machos por la borda”, comentó, mientras las escuchaba, una destacada académica de la Facultad de Ciencias Sociales. Nada más errado: lo de las Pibas de Ate está lejos de un feminismo blanqueado que anhela el grado cero de la historia. Lo de ellas no pasa por guetificar el género sino más bien por inscribirlo en una tradición sindical que se hace cargo de sus logros y de sus deudas pendientes. Son cincuenta mujeres de diferentes edades pero antes que eso son cincuenta trabajadoras estatales que se identifican con ATE Capital, la seccional Verde y Blanca que encabeza el dirigente combativo Daniel Catalano que pelea contra el macrismo a la par que anhela una CGT unificada.
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