ESCRITORES EN SITUACIÓN

Máquinas y escritores: Los casos de Piglia, por Miguel Vitagliano


Un ojo sobre la pantalla buscando letras y palabras. Así conversaba Ricardo Piglia (1941-2017) con los amigos que lo visitaron en el último año de su vida, y así también corrigió Los casos del comisario Croce (2018). En la nota final del volumen explicaba: “Compuse este libro usando el Tobii, un hardware que permite escribir con la mirada. En realidad parece una máquina telépata”. Piglia no se conformaba con la descripción de un estado de urgencia, quería convertir la situación en un problema de escritura: “Mis otros libros los escribí a mano o a máquina (con una Olivetti Lettera 22 que aún conservo). A partir de 1990 usé una computadora Macintosh. Siempre me interesó saber si los instrumentos técnicos dejaban su marca en la literatura. ¿Qué cambia y cómo? Dejo abierta la cuestión.”
       La última vez que se presentó ante el público fue en el otoño del 2014 en la Biblioteca Nacional. Los primeros síntomas eran ostensibles: un brazo paralizado. Comentó al pasar que se trataba de un virus; uno de esos virus extraños, dijo con desdén. Los virus y las máquinas ya estaban en sus narraciones, la diferencia ahora era que el escritor empezaba a ser su propio –y ajeno- borrador, su working progress. Como la mujer que cuenta historias encerrada en una máquina en La ciudad ausente (1992). Las visitas de sus amigos al tiempo se volvieron complejas situaciones de lectura. Para más, Piglia se había mandado hacer una suerte de túnica para no lidiar con cierres y botones. La vestimenta debió teñir de un halo algo exotérico a esos encuentros. Los amigos hablaban y Piglia oía como si leyera lo que callaban hasta que, de golpe, se imponía el lento proceso en que los ojos buscaban hablar y en la pantalla se formaban las palabras. ¿Cómo está X? ¿Qué pasó con Y? ¿Pudiste encontrar a W? En esas ocasiones se concretaba lo que afuera se consumía en buenos principios, allí realmente importaba lograr la pregunta justa. Stephen Hawking, que padeció también una enfermedad neurodegenerativa, se había inclinado por el camino inverso. Al conceder una entrevista pedía que le enviaran las preguntas con semanas de antelación, entonces el ojo emprendía con tiempo la paciente búsqueda de las palabras en la pantalla y otro programa las leía imitando una voz que se grababa y se emitía el día fijado simulando una conversación espontánea. Hawking fingía una naturalidad imposible, Piglia buscaba en cambio una respiración artificial para abordar lo que se imponía como naturalidad imposible.
Seguir leyendo
PIES DE IMAGEN

Otros, por Miguel Vitagliano


Personas que caminan por la calle, desconocidos con los que acaso no volvamos a cruzarnos. Quizá nunca sepamos que aquella mujer es la hermana del médico que nos atendió en la guardia de un hospital después de un accidente, o la hija de la maestra que le enseñó a leer a nuestra única sobrina. Simmel decía, en los primeros años del siglo XX, que el individuo de las grandes ciudades desarrolla al máximo la indolencia para poder vivir en su medio: no mira lo que ve a su alrededor, solo advierte lo que percibe cuando sobrepasa el marco de fondo y se convierte en atracción o amenaza. No es indiferencia, eso implicaría una actitud volitiva y el urbanitas no decide, simplemente no siente. Esa es la indolencia.
     Por supuesto que si los otros no estuvieran, si de golpe caminara por esa calle a la hora de costumbre y no hubiera nadie alrededor, cambiaría a un estado de alerta. Por eso en el cine hay extras y autos en las calles por las que caminan los personajes. Para que la escena resulte creíble debe recrearse la indolencia que reconocemos en la realidad. Cuando el espía presiente que está a punto de caer en una celada o alguien que espera en una esquina palpita que corre peligro de caer en una cita cantada, el indicio se concentra en un mismo indicio: a su alrededor todo parece demasiado alterado, o demasiado tranquilo, o demasiado silencioso. Demasiado es el significado opuesto a marco de fondo. Las pantallas del cine revelaron esos mecanismos del individuo en la vida moderna. Pero fue la novela la que descubrió varios siglos antes a los desconocidos sin nombre cruzándose con el Lazarillo o el Quijote, y con ellos desveló nuestra propia condición de ser desconocidos sin nombre para los otros. En las epopeyas los desconocidos tienen nombre colectivo, en las novelas en cambio los individuos están en el camino y cargan su propia singularidad cosida con retazos ajenos.
Seguir leyendo
ESCRITORES EN SITUACIÓN

A propósito de Hijos del Pueblo de Guillermo Korn, por Miguel Vitagliano


El siguiente texto fue leído en la presentación de Hijos del pueblo. Intelectuales peronistas: de la Internacional a la Marcha (La Cuarenta) de Guillermo Korn.


Mientras leía Hijos del Pueblo se me imponían constantemente dos imágenes muy conocidas. La primera tiene como protagonista a Blanqui, el escritor revolucionario francés, cuando en 1832 comparece ante el Tribunal que va a declararlo culpable por atentar contra el orden público. El presidente del Tribunal le pide que diga su profesión. “Proletario”, dice Blanqui. “Esa no es una profesión”, contesta el presidente. Y Blanqui replica que es la profesión de millones de franceses que viven de su trabajo y no ven cumplidos sus derechos. Los estudiantes y obreros presentes en la sala aprueban a los gritos y, de inmediato, el presidente ordena al secretario que anote “proletario” como la profesión de Blanqui. En ese instante algo que el orden no quería reconocer se hizo explícito, pero también algo más: lo nombrado se abría lugar reclamando justicia. Por supuesto que no había nada extraño en que interfiriera esa imagen; en definitiva, Hijos del Pueblo indaga en la experiencia de cinco escritores que buscaron con su oficio –la literatura o el periodismo- que “los proletarios” se abrieran lugar para conseguir y ampliar sus derechos políticos y sociales. Y al decir “proletarios”, digo obreros, explotados, cabecitas, descamisado, piquetero, perro, sierva, empleado en negro, empleada doméstica, grasa militante… Todos son nombres que le abren un tajo a la injusticia.
Seguir leyendo
NOTICIAS DE AYER

El zoo del fin de los tiempos, por Miguel Vitagliano


Olivier Messiaen amaba los pájaros aún más que la música. En los viajes se las ingeniaba para escapar a las obligaciones y caminar entre el canto de los pájaros. Transcribía en un pentagrama los cantos que no conocía. El timbre vencía a la materia, y el sonido a la opresión de cualquier instrumento. Lo pensaba en todo momento, también mientras compuso en 1940, encerrado como prisionero de guerra en el campo de Görlitz, Cuarteto para el final de los tiempos. No encontró impedimento en escribir para los únicos instrumentos que tenía a su alrededor, aun cuando resultara inusual la reunión de piano, violonchelo, violín y clarinete. La obra se estrenó en el campo en enero de 1941. Asistieron todos los prisioneros. El timbre vencía a la opresión de la materia y allí estaban los pájaros abriéndose paso en el clarinete. En realidad, Messiaen amaba a los pájaros porque eran capaces de volar hacia la música. Y eso resultó aún más evidente en composiciones posteriores, como en Catálogo de pájaros y Pájaros exóticos.
Seguir leyendo
APUNTES

A propósito de Borges inspector de aves de Lucas Nine, por Miguel Vitagliano


La revista Fierro empezó a publicar Borges, inspector de aves, de Lucas Nine, en febrero de 2012, cuando nadie preveía que un nuevo clásico estaba por romper el cascarón; hoy ya no hay dudas al releer la historieta completa publicada por la editorial Hotel de las Ideas, en una colección que reúne desde Sudor Sudaca de Muñoz y Sampayo a Cobalto de De Santis y Saénz Valiente.
     No es la primera vez que Borges se convierte en personaje de historieta, en los 80 fue un personaje decisivo en Perramus, de Juan Sasturain y Alberto Breccia. Fue un intento de robarle a Borges a la derecha, dijo Sasturain en un artículo del 86 en la revista Unidos. Nine rondaba entonces los 10 años, y aunque su Borges dialoga con el de Perramus, busca algo distinto: hace que el mito de Borges se confunda con el mito borgeano. Quién sabe si hay un por qué, pero eso es lo que sucede; es decir, mientras leemos Borges, inspector de aves también nos vamos descubriendo irreales.
     Dos líneas se entrecruzan en la historia del mito. La primera comienza en 1926, la noche que Ricardo Güiraldes celebraba la publicación de Don Segundo Sombra. Borges llegó al banquete acompañado por Norah Lange, y muy decidido, cuentan, a no dejar pasar otro día sin declararle su amor. Presentó a Norah a algunos conocidos y en el instante en que pronunció el nombre de Oliverio Girondo, comprendió que esa no era su noche y que ella no sería su mujer. Ni siquiera tuvo posibilidad de sentarse entre los dos, no porque Norah buscara apartarlo sino porque lo único que ahora existía en su mundo eran las bromas de Girondo. Una copa de vino se derramó sobre la mesa, Norah se disculpó por haber salpicado a Girondo, que de inmediato replicó: “Esto quiere decir que va a correr sangre entre nosotros dos”. Ese fue el comienzo de su imperecedera relación amorosa. La otra línea del mito es de 1946; eran los días del primer peronismo y Borges había sido removido de su empleo como ayudante en una biblioteca municipal del barrio de Boedo. Como era conocido su antiperonismo, alguien tuvo la peregrina idea de desplazarlo hacia otra dependencia pública, a inspeccionar abejas, no exactamente convertirlo en inspector de aves y gallineros, como prefirió repetir Borges. La provocación, desde luego, era la misma. Borges se decidió por un destino acorde con la vulgaridad que les asignaba a sus adversarios.
Seguir leyendo
APUNTES

A propósito de Santos y eruditos de Terry Eagleton, por Miguel Vitagliano



En los escritos de Mijail Bajtín (1895-1975) no hay lugar para una primera persona solitaria, sólo es posible un “yo” porque hay un “otro”, y cada palabra pronunciada por ese “yo” es respuesta, afirmación, duda y conflicto con las palabras de los otros que lo pueblan. La alteridad es el eje que recorre sus estudios, se traten del lenguaje, de la historia de la novela o de la cultura popular. “Desde mi ojos están mirando los ojos de otro”, escribió al referirse a la situación de un hombre ante el espejo. ¿Cuándo fue el momento en que Bajtín vio corporizarse esa idea a su alrededor? Aun cuando la pregunta resulte peregrina, resulta imposible no pensar que ese primer otro fue su hermano mayor Nikolai (1894-1950). Ambos fueron inseparables durante la infancia y la temprana juventud. Compartían la pasión por las letras y la filosofía. Y se sabían mutuamente queridos muy por encima del afecto que extendían a sus padres y sus tres hermanas. Nikolai era para Mijail el modelo inalcanzable que buscaba en todas partes, incluso dejó la Universidad de Odesa para estudiar a su lado en la Universidad de San Petersburgo. Mijail era reservado y preciso en sus comentarios, y su hermano mayor se le imponía como el otro que atravesaba el espejo, brillando donde estuviera y siempre expansivo. Al estallar la Primera Guerra palpitaron que algo se rompía entre ellos, Nikolai se había alistado como soldado del Zar. Abandonó Rusia en 1918, Mijail apoyaba la revolución y no veía razón más poderosa que quedarse en su país. Jamás volvieron a verse. Nikolai partió con los Guardias Blancos, fue marinero en el Mediterráneo y, en una noche de borrachera, terminó por alistarse en la Legión Extranjera para combatir en África del Norte. El azar lo llevó después a Francia y a la Sorbona, y más tarde a Cambridge donde compartió la amistad con Ludwig Wittgenstein (1889-1952). La tesis que comenzó en Francia y finalizó en Cambridge colocaba en el centro, también, el problema de la alteridad: indagaba los orígenes del mito del centauro. Durante la Segunda Guerra se arrepintió de su pasado político y se afilió al Partido Comunista británico, apoyando férreamente a Stalin. Mijail, en la URSS, soportaba como podía las persecuciones y las purgas del régimen sobre sus escritos desde fines de los años veinte.
Seguir leyendo
ESCRITORES EN SITUACIÓN

Revista Barcelona contra la censura, por Miguel Vitagliano


La revista de humor Barcelona publicó el 13 de agosto de 2010, en la contratapa de su número 193, uno de sus clásicos fotomontajes en el que aparecía Cecilia Pando (1967), presidenta de AFyAPPA (Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos de la Argentina) -el colectivo que representa a militares y miembros de fuerzas de seguridad procesados por la justicia en democracia por su participación en el terrorismo de estado de 1976 a 1983-, desnuda y sonriente, envuelta en una red de juego erótico, junto al titular “Las chicas quieren guerra antisubversiva”. El fotomontaje de Barcelona respondía con su tono a lo que Pando había hecho días atrás, encadenarse –junto con otras mujeres de su Asociación- frente a la sede del Estado Mayor del Ejército en Buenos Aires como una manera de reclamar, dijeron, una audiencia con la autoridades. El diario La Nación dijo en la cobertura que se trataban de “mujeres casadas con militares presos y condenados en juicios por delitos de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura en Argentina”. 
Seguir leyendo
ESCRITORES EN SITUACIÓN

Escritorios y máquinas: De Sarmiento y Gibson a Kristóf y Hrabal, por Miguel Vitagliano


Horas más tarde de la batalla de Caseros (1852), Sarmiento fue a la casa de Rosas en Palermo, entró en el escritorio y se sentó a escribir con las plumas, la tinta y los papeles de su enemigo derrotado. Su función en el Ejército Grande había sido redactar los partes de la campaña, cargando a cuestas una imprenta para darlos a conocer de inmediato; pero esa noche se decidió por algo muy distinto, escribió cuatro cartas a sus amigos. “Era una satisfacción que me debía”, dijo. Lejos estaba de ser un gesto que colocaba un punto sobre el pasado, fue un acto en el que se proyectaba hacia lo por venir. Ya no era el hombre que había compuesto Facundo, era el escritor que sería Presidente (1868-1874). La escena hace contrapunto con otra, más de un siglo después y en EE.UU, la de William Gibson (1948) leyendo, muy joven, los cuentos de Borges reunidos en Labyrinths (1964). Estaba en una habitación ostensivamente formal y oscura, sentado en un sillón frente a un escritorio, todo un tesoro familiar, había pertenecido a Francis Marion, un héroe de la Independencia estadounidense, y guardaba en sus cajones un listado de los caídos en la Primera Guerra nacidos en la región.
Seguir leyendo
PIES DE IMAGEN

Una excursión a Mansilla en tiempos de Star Wars, por Miguel Vitagliano


Quienes crecieron imaginando el Año 2000 vieron en Star Wars (1977) la primera representación cinética de un holograma: una proyección tridimensional de la Princesa Leia pidiendo auxilio desde un robot. En verdad, era igual a cualquier carta de las princesas cautivas tradicionales con la diferencia que esta se veía, la invención tecnológica no había alterado el mensaje ni tampoco la disposición interior de los individuos. Un siglo antes, en 1881, Lucio V. Mansilla proponía algo muy distinto. Estaba sorprendido por los descubrimientos que había visto en la Exposición Internacional de Electricidad de París y escribía a Buenos Aires sobre las posibilidades que podrían deparar las nuevas invenciones. Vislumbraba que a partir del desarrollo del fonógrafo, inventado por Edison cinco años atrás, podrían crearse “libros fonográficos que uno oiría hablar en vez de leerlos”, o que combinando un teléfono al fonógrafo se oiría la voz del orador “a lo vivo en la tribuna misma”.
Seguir leyendo
ESCRITORES EN SITUACIÓN

Vida de bolsillo: Delia Ingenieros y Delia Kamia, por Miguel Vitagliano


Delia se conocía a sí misma, por eso intuía que la soledad no le pertenecía, que debía ser parte de otra. Desde que era una nena le daba vueltas esa idea, mientras inspeccionaba a las hormigas o veía trabajar al padre, José Ingenieros (1877-1925), o cuando escuchaba lo que los otros decían del autor de La simulación en la lucha por la vida. Si nada era tal cual creía percibirlo, no había razón para que ella fuera una excepción al desconcierto. Esas primeras certezas la condujeron hacia la ciencia. A los 31 años, en 1946, obtuvo su doctorado en Ciencias Naturales por la Universidad de Buenos Aires, aunque desde hacía diez años ya que trabajaba en la investigación teniendo como maestro al Dr. Bernardo Houssay.
Seguir leyendo
APUNTES

A propósito de Fuera de lugar de Martín Kohan, por Miguel Vitagliano



Es una banda dedicada a la producción y venta de fotos para pedófilos. El cura del pueblo consigue los chicos en el internado que tiene a su cargo, otro encuentra las casas que sirven de escenario, una docente hace jugar y desvestirse a los pibes, todos varones de entre siete y diez años, un fotógrafo toma las imágenes y otro se ocupa del comercio. Cada uno se dedica a lo suyo, sin interferir en la tarea asignada a los demás. Y en esa especialidad se inventan moralmente a salvo y se justifican, porque los chicos –piensan- simplemente juegan desnudos sin que nadie los toque, porque nadie sabe qué hace el cura antes y después, porque ellos sólo fabrican lo que otros compran, no inventaron la demanda ni tampoco el valor que se le concede a las imágenes.
    No es la primera vez que Martín Kohan arremete en sus novelas contra ese tipo de justificaciones que embargan la buena consciencia de la sociedad argentina. En Ciencias morales (2007) la preceptora de un colegio espiaba a los estudiantes en el baño porque estaba convencida de que su deber consistía en vigilar y que no había otra razón ni moral que su deber, o en Dos veces junio (2002) donde un soldado en tiempos de dictadura se preguntaba a qué edad se podía empezar a torturar a un chico, muy preocupado por hacer bien su trabajo, no en discutir la maquinaria de la que formaba parte. Para ellos también el todo está exento de cuestión, se llame escuela, patria, iglesia, o lleve el nombre de cualquier otra empresa. El asunto estaría en preguntarse si la sociedad comparte algo de ese rigor, si estamos realmente lejos de seguir una disciplina semejante. A veces parecería que no, si pensamos en esos casos en que se da por sentado, por ejemplo, que cada uno aspira a vivir en un mismo tipo de país y que los escollos para lograrlo se resuelven “mirando hacia adelante”, como si todos nos enfrentáramos a circunstancias idénticas; o cuando se dice que lo que importa es que las cosas funcionen, no de qué manera ni a qué costos ni por qué. No es que impere la idea de que “el fin justifica los medios”, es mucho peor, están obturadas las discusiones sobre el “fin” y los “medios”, lo que impide pensar que podría haber otros.
Seguir leyendo
PIES DE IMAGEN

Eisenstein y Disney en pose de futuro, por Miguel Vitagliano


Tan diferentes y tan cerca. Eisenstein y Walt Disney frente a Mickey Mouse, en Los Ángeles, a principio de los años 30. La pose los muestra amigos, pero sobre todo la pose nos los hace cercanos, tienen una parada difícil de encontrar en las fotos de esos años, un gesto de hoy, una parada típica en dos versiones según la contextura física, modos del juego cómplice y la satisfacción que podríamos reconocer en las instantáneas del presente, parecen dos adelantados del futuro, acaso por eso consigan treparnos sobre el pasado para que podamos mirar más lejos. En definitiva, en eso consiste su arte: hacer del presente un momento que desata al futuro de la carga del pasado al mismo que tiempo que lo carga de su energía renovada.
Seguir leyendo
PIES DE IMAGEN

Fuera de cuadro. René Girard (1923-2015), por Miguel Vitagliano


La foto pertenece al primer homenaje del Presidente Hollande a las víctimas de los atentados en París la noche del 13 de noviembre de 2015. Seis ataques simultáneos reivindicados por el llamado Estado Islámico y que dejaron 130 muertos y 352 heridos. Algunos de los sobrevivientes están delante de las gradas siguiendo atentos las palabras del Presidente. Son muy pocos los presentes que no miran en esa dirección. Quizá sea eso lo que subraya cierta carga de pasado en la fotografía: miramos las imágenes igual que leemos en todas las lenguas indoeuropeas, vamos en conquista del futuro a medida que incorporamos las letras del pasado. Las miradas de la fotografía, en cambio, enfocan en dirección contraria, se detienen en el Presidente que queda fuera de la toma.
Seguir leyendo
APUNTES

A propósito de Llévatela, amigo… de Osvaldo Baigorria, por Miguel Vitagliano


Llévatela, amigo, por el bien de los tres de 
Osvaldo Baigorria, Buenos Aires,
 Caja negra, 2015.
Cuando en marzo de 1989 se publicó Llévatela, amigo, por el bien de los tres aún era difícil ver que estábamos ante un inminente cambio de época, así que la primera novela de Osvaldo Baigorria contó exclusivamente con lecturas de exploración erótica, una decisión que estaba en sintonía con ciertas libertades conquistadas en los seis años de democracia. Veintiséis años después su reedición propone una lectura radicalmente diferente: ser leída como un conte philosophique sobre el amor. La transformación no depende del tiempo, es un logro de la novela porque no ha dejado de escribirnos en todos estos años. Porque las novelas piensan, continúan escribiendo sobre lo escrito y revelan así detalles que habrían quedado disueltos en el olvido. Como ese detalle escrito en una pared interior de la casa de Lila y Eduardo, los protagonistas de Llévatela, amigo…, toda una definición de su contrato de pareja a lo largo de veinte años: “Hacer el amor es algo bueno en sí mismo, y tanto mejor cuando más veces ocurre, de cualquier manera concebible, entre el mayor número de personas y durante el mayor tiempo posible”. No es una frase cualquiera, le pertenece al antipsiquiatra David Cooper, una figura de la contracultura de los 60; tampoco es una pared cualquiera, es la pared de la cabecera de la cama que comparten.
Seguir leyendo
ESCRITORES EN SITUACIÓN

Escenas de lectura: Barthes sale del cine, por Miguel Vitagliano


En Las hermanas Brontë (1979), la película de André Téchiné, hay tres momentos que convocan especialmente la atención de los lectores; no son las mejores escenas ni hablan en ellas las Brontë, el que habla o mira es Thackeray, o mejor, Roland Barthes haciendo del autor de Feria de las vanidades. En la primera, Thackeray está saliendo del teatro y dice: “La vida es demasiado corta para el arte. Haría falta mucho más tiempo para endurecer nuestro corazón”.
      ¿Es Thackeray el que habla a través de Barthes o es al revés? Unos años antes Barthes había comparado en un ensayo la sensación de estar en el cine con el sueño y la hipnosis de los comienzos del psicoanálisis. Decía que a eso se debía, tal vez, la sensación que lo embargaba al abandonar una sala, esa extrañeza de estar en tránsito entre la revelación del sueño y la opacidad de la vigilia. Thackeray salía del teatro igual que Barthes se enfrentaba a la calle al salir del cine. Por eso compartían esa frase enigmática, en la que no había oposición entre el arte y la vida: si la vida resultaba “demasiado corta” era porque el arte nos ofrecía tantas posibilidades de vivirla que “nuestro corazón” nunca alcanzaba más que a palpar sus faltas.
Seguir leyendo
PIES DE IMAGEN

Caras y monedas. Steilos Faitakis, por Miguel Vitagliano


Las obras del griego Steilos Faitakis (Atenas, 1976) parecen dialogar con el muralismo mexicano cuando parecen recrear los modos iconográficos del arte bizantino; pero sobre todo en los momentos en que parecen colarse en las historietas y asaltan los manuales de historia para intervenir la imagen de Mao o la figura tecnológica de Nikola Tesla puesta en la hoguera junto a la quema de los libros de los nazis en lo que parece ser el arte callejero dispuesto a visitar las bienales de arte. Los murales de Faitakis se mueven entre todo lo que parecen, pero no se quedan fijos en una única forma. Contrastan a la perfección con la tensa situación político-económica que vive Grecia con la hegemonía del poder europeo: allí todo está empeñado en repetir lo mismo para disimular lo único previsible.
       Caer en “el lugar común” no es el problema, lo patético es no moverse para salir de allí. Faitakis no quiere ser un artista “comprometido”, aun cuando sus trabajos insisten en representar revueltas sociales contra el capitalismo globalizado o escenas con rebeldes palestinos. “No podría hablar sólo de temas que ofrecen una visión del mundo demasiado evidente”, dice en una entrevista con Hugo Vitrani en el diario Mediapart (23/7/2015): “Trato de buscar lo más profundo en los temas, no sé si soy particularmente bueno para hacerlo pero ese es mi objetivo y lo que me justifica como artista.”
Seguir leyendo
PIES DE IMAGEN

Bienvenidos al tren. Mike Brodie y Dardo Scavino, por Miguel Vitagliano


Viajes en tren por Estados Unidos. Jóvenes rebeldes lanzados a la aventura viviendo a la intemperie. Mike Brodie (Arizona, 1985) fue uno de esos hobos entre 2004 y 2008. Recién había terminado la escuela secundaria cuando comenzó ese viaje de 50.000 millas escondido en los vagones de trenes de carga. Compró una Nikon F3 con el dinero obtenido como voluntario de prueba de un remedio contra la artritis. De las 7000 fotos tomadas en sus viajes, seleccionó una serie para su libro A Period of Juvenile Prosperity, publicado en 2013 por Twin Palms. El título es irónico y subraya aún más el diálogo con el ensayo de Dardo Scavino (Buenos Aires, 1964), La fuentes de la juventud. Genealogía de una devoción moderna, que Eterna Cadencia publicó semanas atrás. Irónico, porque definir la juventud como “un período” implica concebirla como un estado pasajero al que se deja atrás para acceder a la instancia superadora de la madurez, el momento previo a ser parte de la majoritas “responsable” que mira “los años locos” de la ilusoria “prosperidad” de la minoritas. Ese fue el pensamiento generalizado hasta fines del XVIII y principios del XIX, en que irrumpió, sostiene Scavino, otra concepción: la de la juventud dispuesta a alterar un orden que reconoce esclerosado. Una minoritas que no considera que su evolución será convertirse en majoritas; al contrario, asume su evolución en la búsqueda de alternativas que la alejen de ese camino.
Seguir leyendo
ESCRITORES EN SITUACIÓN

Charlie, El Tío Bernard y Houellebecq contra el supermercado del mundo, por Miguel Vitagliano



Dos mujeres discutían acaloradamente en un quiosco de revistas, trataban de dirimir quién debía ser la propietaria del último ejemplar de Charlie Hebdo, publicado la semana siguiente del atentado. Eso sucedió en Bordeaux, pero escenas parecidas se vieron ese miércoles en toda Francia. Los ejemplares no daban abasto, se había anunciado la tirada de un millón que no llegó a concretarse a tiempo. También hubo un robo de doscientos ejemplares; una apuesta al sobreprecio de la reventa. En definitiva, el famoso poema de Paul Eluard parecía volverse realidad en esos días, porque en los cuadernos de escuela, en las calles, en las vidrieras de los negocios, en los autos que pasaban se veía escrito “Je suis Charlie” (“Yo soy Charlie”). No faltaron quienes pretendieron fabricar tazas y remeras con el lema; es más, el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial recibió en diez días 120 solicitudes para convertir “Je suis Charlie” en una marca comercial. Una forma de sacar provecho de la genuina conmoción y confundir la libertad que reivindicaba el lema con la libertad de mercado. Algo frecuente en estos tiempos. El Estado francés, por suerte, declaró que no aprobaría ninguna de esas solicitudes.
Seguir leyendo
PIES DE IMAGEN

De la cabeza, por Miguel Vitagliano


(Foto B.Settnik, 1990, AP)
Los gestos quieren ser actos. Esa es una marca de nuestro tiempo. La otra es que los actos se devoran entre sí con una rapidez tan flagrante que parecen nacer muertos. Vivimos en un tiempo en que los gestos quieren redimir el valor perdido de los actos. Esa es la certeza que nos mueve. Vivimos en medio de una hipérbole de símbolos mientras la sordera ante el lenguaje no deja de aumentar. La foto de Bern Settnik, de 1990, capturó un gesto con voluntad de acto. Lo que se ve suspendido en el aire es la cabeza del monumento a Lenin de 19 metros que estaba en el barrio de Köpenick, en Berlín, al ser demolido y cortado en 129 pedazos, como quedó registrado en una escena de Goodbey Lenin (2003). Los bloques fueron enterrados en las afueras de la ciudad. El monumento había sido inaugurado en 1970, en una plaza emblemática de la RDA y se mantuvo en pie sólo un año luego de la desaparición de Alemania del Este.
      Desde hace cinco años, la responsable de Cultura del Ayuntamiento de Spandu, Andrea Thiessen, quiere crear un centro histórico y cultural con los símbolos que marcaron la vida de Berlín en los últimos dos siglos y reclama fragmentos de ese monumento, pero las autoridades de la ciudad se niegan a responder dónde está enterrada esa cabeza de Lenin; mejor dicho, el pedazo de granito rojo de un metro y medio que la representaba. En una nota del diario El País (21-9-14), Enrique Müller presentó las controversias que desató el suceso. Una funcionaria del Departamento del Desarrollo Urbano de la ciudad no dudó en decir que “las nuevas generaciones no están preparadas para confrontarse con lo que representaba Lenin”; tampoco vaciló el portavoz del grupo La Izquierda en el Parlamento al asegurar que “le tienen miedo a las ideas revolucionarias de Lenin, como el diablo le tiene miedo al agua bendita”.
Seguir leyendo
APUNTES

Vidas de bolsillo: Aristóteles Onassis, por Miguel Vitagliano


No era un buen estudiante. Cuando sus compañeros de escuela ya habían aprobado los exámenes para ingresar a la universidad, el joven Ari todavía seguía mordiéndose los labios y barruntaba excusas, o lo que todos creían que eran excusas. Decía que no necesitaba diplomas para hacer cuanto quería en la vida, y su padre no dejaba de decirle la misma frase que le repetía desde su infancia: “Ari, hay que hablar menos y escuchar más.”
     Había nacido en 1906, en Esmirna, Grecia, y era hijo de Sócrates, un próspero comerciante de tabaco en aquella zona cercana a la frontera con Turquía. Perdió a su madre a los seis años y ese hecho no pudo sino marcarlo de por vida. Exacerbó la rivalidad con su padre, que pronto contrajo matrimonio con una joven llamada Helena, y alimentó en su interior el deseo de buscar la viva imagen de la madre allí donde pudiera encontrarla. Recordaba poco de ella en realidad, tal vez por eso sintió, a lo largo de las décadas, que encontraba destellos de su presencia en los lugares y situaciones de lo más diversas. Lo que no tiene una marca tiende a dejar su huella en todas y cada una de las cosas. Su madre estaba en las manos de una mujer que dormía a su lado como una niña, en el gesto de una jovencita que buscó hasta conquistar, en el olor a pan caliente una mañana en una ciudad lejana, en la espuma del mar durante una caída de sol en un barco, y en sus propios ojos en el instante en que levantó la cabeza del lavabo y se miró al espejo.
Seguir leyendo