“generoso al convidar, al envidar
y hasta para echar el resto.
Confirmo, porque todos sospechan, que tiene miles
y miles de compañeros almas y más.”
A. Z.
Salud
La foto tiene muchos años. Dieciséis o diecisiete. Fue tomada en un bodegón que ya no existe, sobre avenida Córdoba. Lo regenteaba un argelino, amable en el trato con sus clientes pero despótico con sus empleados. En la pizarra, una vez a la semana se anunciaba cous-cous. El lugar no ofrecía comida rica, tampoco barata. Tenía la comodidad de un amplio salón semivacío que servía para estirar la charla. La foto deja ver a un habitué que solía cruzar la avenida en busca de un plato caliente. Es David Viñas, claro está.
Su cara muestra una expresión curiosa y sorprendida por los dichos del interlocutor. La cámara, modesta, permitió captar algo que –como le gustaba decir– está en superficie y algo que no. Entre su carpeta, con los papeles que había usado para leer en la presentación de una revista un rato antes, y el camperón se disimula un Cabernet sauvignon que estaba en la repisa del comedero. No sabremos si el gesto sirvió de excusa para que el argelino agregara otro número a sus extrañas cuentas, si el mozo captó ese gesto como un modo de revancha por el maltrato de su empleador, o si en verdad funcionó como la carta robada.
Vamos a lo que no capta la foto, a lo que queda en el recuerdo. Algo se dijo de la presentación de una revista cuya convocatoria giraba en torno a una pregunta: ¿A qué llamamos política?
Mediados de los ‘90: texto y contexto, como aludía en sus clases. Develemos ya el secreto de lo que Viñas cubría con su abrigo. Contra sus hábitos, llevaba puesta una remera blanca de cuello redondo, que tenía una inscripción provocativa, con grandes letras.
Cuando David vio que varios de los que habían pergeñado esa travesura la tenían, pidió la suya y se la calzó con ganas, para exhibirla en esa mesa redonda, como uno más. En la remera se leía: Rajá, turrito, rajá.
Censura
Hace unos pocos años, quiso volver sobre un viejo proyecto. Realizar una historia de la literatura argentina en relación a la que había proyectado una punta de años atrás. Fue en ese prólogo a Literatura argentina y realidad política donde proponía que el trabajo individual dejara paso a uno colectivo.
Aunque algo distinto, el proyecto se mantuvo. Así –con pudor digo– me topé con un período sobre el que Viñas ya había hablado varias veces. Diferencias sobre este tema, sí que teníamos. Pero la apuesta valió la pena. Hubo total libertad de acción. Incluso, de más de un colaborador se enteró con el tomo casi publicado.
Objetó algo Viñas. Fastidiado. Un nombre se repetía, de manera favorable, varias veces en un trabajo. Pidió quitarlo. Le incomodaba verse mencionado en un libro que aparecía en una colección dirigida por él.
Así las cosas…
Por ésta, y varias más: chapeau… David.
Guillermo Korn (Buenos Aires)
Imprimir
No hay comentarios:
Publicar un comentario