Un día llegó un hombre. Los monos lo acogieron con sorpresa y algo de pena, le sacaron las ridículas ropas que le cubrían su cuerpo, le dejaron crecer los pelos (de a poco, para mitigar el shock) y volvieron con paciencia a enseñarle los rudimentos de la caza. El hombre hizo notables progresos, logró adaptarse muy rápidamente a su antigua vida selvática y recuperó también la capacidad de convivir con sus semejantes. Hasta que un día se perdió de nuevo y ya no lo volvieron a ver. Incluso la civilización se hace extrañar, comentaban estupefactos los monos.
Ariel Magnus (Buenos Aires)
Imprimir
No hay comentarios:
Publicar un comentario