PIES DE IMAGEN

Como antes de una cena de gala, o no, por Juan Manuel Chávez


En 1921, el Perú celebraba su primer centenario como República. Y lo celebraba con la inauguración de grandes avenidas y monumentos en la capital. Dos años antes, luego de un largo período de lucha gremial, se había establecido la jornada laboral de ocho horas; esa forma más cabal de experimentar la independencia.
    Existe un consenso entre los especialistas, a la hora de señalar cuándo fue la primera huelga de la Historia: se habla de Egipto, a los pies de la pirámide de Keops, hace miles de años. Los constructores interrumpieron sus labores para exigir mejores condiciones de trabajo.

    Quizá eso también exigen las personas que aparecen en la foto. Tomada en 1921, en la imagen destacan el cartel de la Federación Obrera Regional Argentina y lo parecidas que son la vestimentas de todos: traje oscuro, sombreros o boinas, corbata y camisa clara. Parecen uniformados. En cierta forma lo están, como uniformiza la moda y la fuerza de la costumbre a una generación. Lo interesante es que, al cabo de un siglo, provoca juzgarlos de elegantes y bien vestidos, como si tuvieran una cena de gala después de la marcha. En la cena hipotética, los patrones de estos obreros y los respectivos capataces llevarían una indumentaria similar.
    Un siglo atrás, el hábito que, según el refrán, no hace el monje, tampoco hacía mucho por diferenciar a una persona de otra. Circunscritos a los rasgos generales de la vestimenta, el dueño de la fábrica y su trabajador podrían mimetizarse al dar vuelta a la esquina, en un coqueteo con la igualdad. Pero no es así, porque esta foto muestra, con su callada aglomeración de personas, que pocas igualdades se practicaban o se echaba en falta una mayor equidad.
    De entre los personajes, todos tan parecidos, llama la atención uno del extremo inferior izquierdo. Primero, porque está ubicado en sentido contrario de la enorme mayoría y mira en esa dirección; segundo, por el largo abrigo que lleva. Parece un infiltrado, un agente de policía que aspira a reconocer un rostro proscripto o señalar a los revoltosos. Se me antoja diferente, también, por su actitud: manos en los bolsillos, aislado entre la multitud, firme. Es el villano de las películas de mafiosos. Esta foto, atractiva por las similitudes y su cartel promocional, cobra su completo sentido gracias a él, pues sintetiza lo misterioso. ¿Qué sería de la vida sin el secreto y el enigma? Acaso, el hombre a contracorriente es un personaje secundario de una cinta clásica del cine negro que cayó por error en una fotografía argentina.
    No sé cómo terminó la marcha de 1921; tampoco, si acabó bien o mal la huelga de Egipto. Me animo a pensar que, por lo menos la inaugural, fue un éxito: las pirámides están ahí, casi intactas, y luego de esta se han celebrado millones durante siglos, posiblemente como homenaje a esa victoria contra el faraón, tan dueño como capataz.

Juan Manuel Chávez (Lima / Valencia)
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Que diferentes pueden ser los retratos de una huelga… En 1928 con el lema “Por el obrero y por Colombia”, los trabajadores bananeros vestidos con camisa, sombrero y equipados con su machete de trabajo demandaban sus derechos a un horario, paga y trato justo. Es tan diferente el retrato que impacto a un premio Nobel, quien es su obra maestra Cien años de Soledad relata con realismo mágico la intensidad de una huelga aplacada violentamente. El ropaje definía la función que se asume en el planeta, identificaba el “bando” al que se pertenece, el atuendo entonces es tu estigma en una sociedad de retratos.

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