PIES DE IMAGEN

Un clásico templete porteño, por Juan Martini


Todos los mañanas salgo a caminar. Vivo en Santa Fe entre Armenia y Malabia. Desayuno y leo el diario en un bar de Plaza Italia. Después voy por Sarmiento, cruzo Libertador y llego al circuito que hay en torno de El Rosedal. Y camino. A veces, a la ida o a la vuelta, me desvío un poco y por las avenidas Colombia y Kennedy paso frente a la embajada de los Estados Unidos y frente a la residencia de los embajadores estaunidenses. La plaza que está enfrente se llama intendente Seeber. A principios de 2009, mientras escribía Cine, la novela que apareció en agosto del año pasado, me llamó la atención, en la plaza, muy cerca del cruce de Kennedy con Libertador, una especie de glorieta o pérgola: un techo curvo sostenido por ocho columnas, con cuatro escalones de acceso y suelo de mosaicos. Una glorieta, pensé, de rara armonía. Y quiero decir: una glorieta o una pérgola excepcional en su perfecta realización.
    El protagonista de esa novela es un director de cine que se llama Sivori. No es un alter ego del autor ni nada que se le parezca. Pero a ese personaje, Sivori, yo, el autor de la novela, le presté algunas cosas, entre ellas las que miro y observo mientras camino todas las mañanas por el parque Tres de Febrero. Y la glorieta aparece como tal en la novela mientras Sivori se pregunta para qué habrá sido usada en el pasado: ¿para protegerse del sol, para reunirse, para bailar? Otras plazas de Buenos Aires las tienen y a veces cumplen o cumplieron con esas funciones.
    La cuestión es que a principios de este año, mientras escribía ya Cine II (puesto que por fin el proyecto se ha convertido en una trilogía), me interesé en el origen del palacio que es desde hace 80 años la residencia de los embajadores de Estados Unidos, un edificio neoclásico de cuatro plantas con espléndidos jardines y aquel estilo con el que los arquitectos de comienzos del siglo XX salpicaron Buenos Aires replicando, aquí y allá, segmentos parisinos y franceses.
    La mansión fue construida en 1912 por el arquitecto René Sergent para Ernesto Bosch y Elisa de Alvear, y los jardines le fueron encargados al paisajista Achille Duchêne. Y ellos quisieron que desde el palacio se viese un templete clásico igual al que se veía en otra obra de Sergent, el gran hotel de pasajeros Trianon Palace, de Versailles. Eso es entonces, la glorieta o pérgola que cree ver Sivori en Cine: un templete instalado en el espacio público de Buenos Aires que, se quiera o no, forma parte de la residencia de los embajadores estadounidenses.
    Hoy no sólo eso llama la atención. También lo hace el estado de abandono en que se encuentra el templete, del que se deriva esta pregunta: ¿a quién le correspondería restauralo y preservarlo? ¿Al gobierno de la ciudad de Buenos Aires o a la embajada de Estados Unidos? Mientras esta cuestión se dirime, o no, el templete sirve de refugio a personas que viven en la calle y que no tienen dónde dormir. En el reino de la negligencia a la deriva que es el actual gobierno de la ciudad lo temible es que lo único que se les ocurra hacer es desalojar del templete a quienes duermen allí.

Juan Martini (Buenos Aires)

El último libro de cuentos de Martini es Rosario Express (Norma, Buenos Aires, 2007), su última novela es Cine,(Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2009)
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