Yo tenía 9 años cuando asesinaron a Sharon Tate. Recuerdo que mi padre miraba en la televisión el noticiero del mediodía y la noticia irrumpió en la cocina de mi casa, junto con la imagen de la mujer en blanco y negro. Era linda, muy linda, joven, y la habían matado. Creo que fue el primer crimen que conocí. Al menos el primero que recuerdo. Escuché con interés y miedo, miré la pantalla de reojo, pero no dije nada. Mi papá solía cambiar de canal cuando dos personajes de la novela de la tarde se besaban para que mi hermano y yo no viéramos “eso”. Intuí que si decía algo, si hacía notar que yo estaba ahí mirando y escuchando como él, sucedería con la noticia de la muerte de esa mujer lo mismo que con los besos de la tarde. Aunque presté mucha atención entendí poco: que la habían matado a ella y a unos amigos, que estaba embarazada, que era actriz y su marido un director de cine muy importante, que vivía en un lugar donde vivían los ricos. La asesinaron brutalmente, dijo el conductor del noticiero. Y entonces mi curiosidad me tendió una trampa en la que caí: le pregunté a mi papá, aún conmocionado frente a la pantalla, qué significaba “brutalmente”. “Nada”, me dijo, y cambió de canal.
No volví a preguntar. La noticia y los hechos los fui armando como pude y a lo largo de años. “No es cierto que se pueda restablecer el orden, no es cierto que el crimen siempre se resuelve. No hay ninguna lógica”, dice Croce, el personaje de Blanco nocturno, la novela de Ricardo Piglia. Y Piglia es el que sostiene al hablar de la ficción paranoica que allí donde no hay explicación para un crimen aparece la teoría de la conspiración (conciencia paranoica y delirio interpretativo que se enfrentan al problema de la verdad). “Aislamos datos, nos detenemos en ciertas escenas, interrogamos a varios testigos y avanzamos a ciegas. Cuanto más cerca estás del centro más te enredás en una telaraña que no tiene fin”, dice Croce un poco más adelante. Pero en el caso de Sharon Tate y sus amigos el enigma no es quién la mató ni cómo, sino por qué. Tal vez la pregunta que más me inquieta en cualquier caso policial, real o de ficción.
Madrugada del 9 de agosto de 1969. La casa de Polanski y Sharon Tate en Cielo Drive, Beverly Hills, sobre la colina de Bell Air. Él estaba de viaje por Europa esa noche. Ella invitó a su casa a tres amigos. Los cadáveres mutilados los encontró la empleada doméstica al día siguiente. En un auto, sobre la calle, se encontraba el cadáver de Steve Parent, un joven de 20 años que vigilaba la zona. Abigail Folger (su padre era un conocido empresario) y Voyteck Frykowsky (cineasta y escritor) estaban muertos en el jardín en medio de charcos de sangre. Pero lo más macabro esperaba dentro de la casa: Sharon Tate colgaba del techo sostenida por una cuerda de nylon y del otro lado de la cuerda estaba el quinto hombre asesinado, Jay Sebring, un conocido peluquero que atendía a ricos y famosos en sus salones de San Francisco, New York y Londres. El vientre de Sharon Tate, embarazada de 8 meses, había sido vaciado de varios tajos. Siete. Con sangre habían escrito Pig (cerdo) en una pared. Y Helter Skelter, en otra. Dicen que Bruce Lee estaba invitado esa noche, pero no pudo ir.
Al otro día aparecieron muertos el señor y la señora La Bianca, también vecinos de la zona, pero aunque las circunstancias eran parecidas la policía no encontró relación con los otros asesinatos.
Unos meses después arrestaron al extraño grupo místico/hippy/religioso que cometió los crímenes, comandado por su líder: Charles Manson. Él había convencido a sus seguidores de que los salvaría del Apocalipsis y los llevaría a Agharta, un mundo subterráneo en el que esperarían hasta que el resto de la raza blanca desapareciera. Dadas las características de las muertes y de los asesinos, se tejieron en todo el mundo diferentes teorías acerca de por qué mataron a Sharon Tate y sus invitados. Algunos creían que el asunto tenía que ver con el vampirismo, y una película que había rodado Polanski: La danza de los Vampiros. Otros con los demonios, y otra película de él: El bebé de Rosmarie.
Pero el “verdadero” motivo, dicen algunos, fue bastante menos esotérico y salió a la luz en 1974: escarmentar al peluquero Jay Sebring. Esa versión la contó la actriz Melody Patterson, que había sido amiga del matrimonio Polanski y pertenecido por un tiempo a la secta. Jay Sebring era un perverso que tenía en su casa una sala de tortura y sadismo. Había levantado por la calle dos chicas drogadas que, él no lo sabía, pertenecían al Clan Mason. Las llevó a su casa, las violó, las flageló y, recién después de 6 horas, las liberó. Entonces las chicas le contaron lo que pasó a Mason y él organizó una excursión punitiva. Por eso el Pig en la pared. Por eso la muerte del matrimonio La Bianca que eran padrinos de Sebring y le habían prestado dinero para abrir algunos de sus salones de belleza.
A pesar de la contundencia de esta teoría, hay quienes siguen creyendo que Mason se lanzó a asesinar gente en villas ricas de Los Angeles por motivos más “ideológicos”. Había anunciado el Apocalipsis cuando apareció el “Álbum Blanco” de los Beatles, a los que consideraba, justamente, los cuatro jinetes del Apocalipsis. Y alguna vez Mason dijo que planeó el crimen de la calle Cielo Drive escuchando la canción Helter Skelter (frase que también apareció escrita la noche del crimen en la casa de Tate). Sostienen algunos que cuando apareció el disco “Sargento Pepper y la banda de los Corazones solitarios”, Mason creyó ver en Aleister Crowley, el llamado mago negro, a Satanás, y se convenció de que ésa era la señal para empezar la lucha.
¿Y la verdad?
No vampiros, no demonios, no mago negro; sí ficción paranoica. Aunque en este caso no se haya tratado de una novela policial, sino de un asesinato real.
Claudia Piñeiro (Buenos Aires)
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1 comentario:
Un anásisis de lo más interesante sobre este tema y sin el amarillismo con el que generalmente se lo plantea. Además de encontrar datos que no conocía sobre los motivos del asesinato me parece perfecta la manera con lo cual la autora lo ha redactado. Un gusto leerlo.
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