Por qué se dice “gozar como una puta” y “sufrir como una madre”? ¿Por qué no podría decirse “gozar como una madre” y “sufrir como una puta”? El segundo par de expresiones, después de todo, pareciera mucho más adecuado cuando de sexo se trata. Pero los hijos no suelen estar dispuestos a reconocer ese goce. Conscientemente, por lo menos. La oposición entre la madre y la puta corresponde, según Freud, a la diferencia entre las representaciones de la figura materna con y sin censura: la mujer excluida de la lista de posibles partenaires sexuales es, en otra escena, el objeto sexual por excelencia. Y si el insulto “hijo de puta” resulta tan ofensivo, se debe a que revela un sentimiento bochornoso de la persona agraviada.
Respetando religiosamente el mito filial de la castidad materna, los cristianos llegaron hasta el extremo de convertirla en una virgen preñada “sin pecar” (“Virgencita, Virgencita, vos que concebiste sin pecar, déjame pecar sin concebir”, le rezaban las adolescentes españolas antes de la píldora). La madre de los romanos, en cambio, era Luperca, la lupa (loba) capitolina que había amamantado a Rómulo y Remo en una gruta. Y a este ejemplo del amor materno le rendían homenaje a través de una imagen convertida en emblema de esa civilización. Esto no les impidió llamar lupa a la ramera, y al prostíbulo, por ende, lupanar. Tito Livio conjetura incluso que los fundadores de la ciudad habrían sido hijos, en realidad, de una puta, y los romanos, como consecuencia, con ellos. Sólo que la iconografía civil habría interpretado el vocablo lupa de la leyenda latina en un sentido literal, como sucede en los sueños. Habrá que esperar hasta Pasolini y Mamma Roma para que el cine restablezca, a través de Anna Magnani, la figura olvidada de esa loba.
Dardo Scavino (Bordeaux, Francia)
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