“Cielito, cielo que sí,
cielito del disimulo,
de balde tiran la taba
porque siempre han de echar culo.”
Aún los que carecen de todo conocimiento sobre la guerra saben que la táctica y la disposición de fuerzas son fundamentales para enfrentar a un enemigo.
Cuando saluda la acción de las fuerzas criollas en Maipú, Bartolomé Hidalgo apela a un popular juego campero para metaforizar la derrota realista. Reglas sencillas. Si la cara plana del hueso cae hacia abajo perdió la suerte. Es simple. Echó culo y a pagar.
Hace unos meses hubo una exposición de las matrices de grabados del periódico serio-jocoso El Centinela, editado en los días de la Guerra de la Triple Alianza. La muestra fue en el Mariscal López Shopping de Asunción. Allí podía verse que las páginas de El Centinela se proponían templar los ánimos de los soldados paraguayos. A pesar que la imagen habla por sí misma, sus hacedores le añadían un texto: “A los negros con las nalgas. Nuestros cañones están en guardia y los soldados han bajado los calzones para hacer carafeia al enemigo. Caxias que desde un aerostático divisó los nalgatorios a guisa de cañones, hizo alto en Tuyucue, y ha dado parte al Generalísimo diciéndole que desde el globo ha observado que todas las trincheras enemigas están protegidas por cañones de nueva invención, y que sería prudente suspender el ataque hasta no conocer los efectos de los nuevos proyectiles. Pues, señor, es preciso amunicionarnos con porotos y otras materias ventosas, para sacar al Marqués de su perplexidad, y darles fuego a los negros con la culata”. La desigualdad de fuerzas era tan clara como el grabado. De un lado, los aliados tenían hasta globos aerostáticos para conocer las posiciones paraguayas, del otro, los hombres de López no mucho más que el ingenio, el coraje y sus cuerpos.
Lucio V. Mansilla recordaba que cuando se aburría de contemplar las mismas cosas en el campamento militar de Tuyutí “daba la espalda al enemigo, me abría de piernas, formaba una curva con el cuerpo y mirando al frente por entre aquéllas, me quedaba un instante contemplando los objetos al revés”. Un efecto curioso para la visual, decía al explicar su pose. Contemplación heterodoxa, como sus crónicas sobre la guerra.
En el combate o haciendo grabados los soldados paraguayos eran extremos, está visto. En la trinchera opuesta, un militar no perdía la cabeza, aunque quedara invertida entre sus nalgas, como señal de tedioso descontento, distancia crítica y desdén señorial.
Guillermo Korn (Buenos Aires)
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