Durante la segunda quincena de noviembre estuvieron abiertas al público las puertas de «S.A.», la oficina de estampas. Esta vez las instalaciones fueron ubicadas en El Clú, «sito en La Galería “El Patio del Liceo”» donde «S.A.» llevó a cabo las acciones código S.A.ELCU11-122010/03BA y S.A.ELCLU11-122010/04BA. Pocos meses antes, la misma «sociedad de dos», como indica su acta de conformación, había desarrollado su acción cod: S.A.IUNAUNIART08-092010/2BA en el Centro Cultural Borges; y su primera acción, S.A.FGFG-1209/01BA, a fines de 2009 fue realizada en el festival de Arte Contemporáneo y Experimental, Fuga Gráfica, que tuvo sede nada menos que en la Fundación Gutenberg.
«S.A. es una oficina de estampas que realiza acciones en las que expende estampas confeccionadas con sellos de goma, realizados a partir de imágenes de artistas convocados», rezaba al inicio la circular que distribuyó la oficina itinerante convocando a distintos artistas para que acercaran sus ilustraciones en blanco y negro («los grises pueden generarse por textura o trama»), «Con el fin de la ampliación del patrimonio de sellos S.A».
La «sociedad de dos», conformada por Ana Warhen Brie y Sofía Larroca, aunque sin decirlo en ningún acta o manifiesto fundacional (o refundacional) puede muy bien encontrar sus remotos antecedentes en otras «sociedades», más o menos secretas, que promulgaban las ventajas estéticas del arte multiejemplar. En 1936 Guillermo Facio Hébequer, el artista del pueblo amigo de los escritores de Boedo, decía lo siguiente como respuesta a las controversias que había suscitado la visita a Buenos Aires del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros:
«La transformación social que se avecina, variará, sin duda, fundamentalmente la producción artística. A las formas impuestas por el individualismo que caracteriza a la sociedad burguesa, se opondrán, entonces, las formas colectivas que distinguirán a la sociedad del porvenir. El arte podrá de este modo recuperar su medio natural: la multitud.
El cuadro de caballete será suplantado por la pintura mural. Las masas, alejadas hoy de un arte decadente que no sabe interesarlas ni comprenderlas, volverán a él con deseos renovados cuando se opere la transfiguración. Esto, desde luego, se descuenta. Pero, entretanto, entre que un ciclo histórico termina y comienza otro, entre que un mundo se derrumba y otro se levanta, ¿qué hacer? Sobre todo, ¿qué hacer para apresurar el cambio o la caída?
He aquí la grave cuestión.
Realizar ya, el fresco mural, cuya misión se podrá cumplir recién mañana, nos parece, al menos entre nosotros, una tarea prácticamente imposible, tanto por la misma estructura de la economía capitalista que se opone decididamente a ello, supuesto que ni le interesa, ni la necesita, ni la paga, como por la carencia absoluta de edificios que la permitan. El pintor, en la actualidad para vivir de su arte, debe necesariamente producir para el mercado burgués. Necesita, en consecuencia, seguir cretinizándose en la fabricación de retratos de cualquier animal enriquecido, gordo o flaco; de cualquier dama pingorotuda, con barba o sin barba o de cualquier general, a caballo o sin caballo. O hacer modernismo repintando los santos de la pintura antigua o vanguardismo revolviendo en la olla podrida de las naturalezas muertas.
¿Hay algo en el ideario del arte burgués que le permita a un artista entrar en contacto con las masas, dialogar con ellas, polemizar o suscitar su polémica? ¿Algo que permita trabajar sobre sus propios sentimientos y devolvérselos bajo una forma artística capaz de inquietarlas y conmoverlas? ¿Alguna medida en la cual se pueda volcar el fuego que las anima? En una palabra: ¿nos deja el arte burgués algún renglón que podamos nosotros, los que nos anticipamos al devenir, trabajar revolucionariamente por su advenimiento?
Creemos que sí. Y que éste algo es el grabado. El grabado es la anticipación de la pintura mural. A nuestro juicio, la forma más adecuada para la plástica de masas. En todo tiempo fue, sin disputa, el refugio de los artistas rebeldes, a quienes amenazaba constantemente reducir o aplastar el medio. Participaba en cierta manera de la literatura de agitación, de la música de barricada y del panfleto revolucionario». (Hébequer, «Incitación al grabado» 1936, p. 81).
El cambio que se avecinaba en su horizonte, la revolución, se tradujo en la modernización, y las masas y el pop encontraron su forma de concretar el sueño del arte multiejemplar, aunque nunca en Argentina haya arribado el de los grandes murales. Estampas S.A. cumple en parte el sueño de Hébquer, destruye el individualismo del arte de caballete, le entrega a cada individuo que se presenta debidamente en su establecimiento, a cada uno que realiza el «trámite» necesario, una obra sellada de un artista ajeno y amigo al mismo tiempo. La oficina acumula sellos contra la acumulación, «expende obras de arte».
Pero el tiempo de «S.A.» es un tiempo otro respecto del de Hébequer, las revistas Nervio o Contra, e incluso de los posteriores grabados surrealistas de Audivert. Su primera acción, llevada adelante en la Fundación Gutenberg, fue en el marco de un festival de Arte Contemporáneo donde la performance de «S.A» dialogaba con disciplinas como el Video experimental, el Web Art, la animación y el arte multimedia; la «sociedad de dos» esperaba pacientemente que el público hiciera la fila, se acercara a su escritorio, completara el formulario requerido y entonces el sello pudiera hacer su magia. Como si en la evidencia del ocaso del papel y la hegemonía digital, estas dos mujeres vestidas como los personajes de La isla desierta de Roberto Arlt o de los Cuentos de la oficina de Mariani, señalaran el lejano origen del arte de masas en lo que antes se hacía con gubias y buriles.
Pablo Luzuriaga (Buenos Aires)
Imprimir
Más sobre S.A., la oficina de estampas: https://sasellos.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario