La Ciencia Ficción suele usar la distancia temporal o espacial como excusa para la fantasía, para hacer estallar la existencia de mundos posibles. Quizás por eso, en general, nunca me haya gustado: ese estallido suele ser un arma demasiado poderosa para el autor, suele abrir más canales de los que realmente puede explorar, más recursos que aquellos de los cuales puede estar realmente a la altura (ejemplo fuera del género, El sastre de Panamá, película con idea brillante de lo que no puede, ni jamás podría nadie, hacerse cargo). Vivir de las leyes impuestas por este mundo (lo que no es igual al realismo, ni parecido) tiene el mérito siempre eficaz de hacer jueguito en una baldoza. Sin embargo, la Ciencia Ficción, la más interesante, tiene un arma fabulosa: en vez de mirar maravillado otros mundos posibles, ubicar en ellos el punto de vista es siempre una oportunidad para mirar con extrañeza el propio. Nadie mejor que Orwell y Burgess para ello, aunque Bradbury lo hace también de forma admirable, y no se puede desconocer una película formidable casi por accidente como El planeta de los simios. Hermoso homenaje, y lúcido gesto el de Pablo Túnica, que usa el gesto en su historieta, y en su fantasía futurista de Aiwa como clásico del presente.
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La Ciencia Ficción suele usar la distancia temporal o espacial como excusa para la fantasía, para hacer estallar la existencia de mundos posibles. Quizás por eso, en general, nunca me haya gustado: ese estallido suele ser un arma demasiado poderosa para el autor, suele abrir más canales de los que realmente puede explorar, más recursos que aquellos de los cuales puede estar realmente a la altura (ejemplo fuera del género, El sastre de Panamá, película con idea brillante de lo que no puede, ni jamás podría nadie, hacerse cargo). Vivir de las leyes impuestas por este mundo (lo que no es igual al realismo, ni parecido) tiene el mérito siempre eficaz de hacer jueguito en una baldoza. Sin embargo, la Ciencia Ficción, la más interesante, tiene un arma fabulosa: en vez de mirar maravillado otros mundos posibles, ubicar en ellos el punto de vista es siempre una oportunidad para mirar con extrañeza el propio. Nadie mejor que Orwell y Burgess para ello, aunque Bradbury lo hace también de forma admirable, y no se puede desconocer una película formidable casi por accidente como El planeta de los simios. Hermoso homenaje, y lúcido gesto el de Pablo Túnica, que usa el gesto en su historieta, y en su fantasía futurista de Aiwa como clásico del presente.
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