Si los creativos de Disney hubieran visto esta imagen quizás el destino de los miles de dólares que se queman todas las noches en los subsuelos de sus parques habría sido otro. Porque podrían haber hecho lo mismo que los chicos de la foto: usar los fajos de Papiermarks devaluados como si fueran bloques de ladrillos para jugar. Era 1923 y Alemania estaba sumergida en un proceso de hiperinflación que, literalmente, hacía que el dinero no valiese nada: lo que en enero alcanzaba para comprar una casa modesta, en noviembre sólo servía para pagar una caja de fósforos. Las amas de casa no tardaron en descubrir que era más conveniente utilizar el dinero para avivar el fuego de las cocinas y estufas que para comprar leña o carbón. ¿Habrán sido ellas las musas inspiradoras de los ejecutivos de Disney ?
Aunque el dilema norteamericano, desde luego, era bien distinto. Porque los dólares tuvieron, tienen y seguramente tendrán valor. El problema es el altísimo costo para transportarlos desde los parques -donde se recaudan- hasta los bancos -donde se guardan-. Treinta mil millones de dólares al año. Tal vez sería más barato quemarlos en los parques al final de cada día y que el gobierno reimprima a la mañana siguiente la misma cantidad. ¿Sería posible o sólo un sueño ? Walt Disney dijo que en Disneylandia los sueños se hacen realidad. Los ejecutivos recordaron la frase del revolucionario empresario, hicieron cálculos y confirmaron la sospecha.
Así, desde hace algunos años, cuando los parques cierran, los responsables de la empresa y la Reserva Federal se encuentran para contar, quemar y acreditar en las cuentas bancarias de Disney los dólares recaudados durante la jornada. Al día siguiente, el gobierno imprime exactamente la cantidad de billetes destruidos para conservar intacta la ecuación de dinero circulante. Una meticulosa operación que, como casi todo lo que tiene que ver con el dinero, se basa en la confianza. O en el poder. O en ambas cosas a la vez. Los países del mundo entero deben emitir su moneda con algún tipo de respaldo material -oro, petróleo, recursos naturales-; sólo el dólar se imprime sin más respaldo que la fe de sus poseedores.
La confianza también fue decisiva en la superación de la tortuosa crisis alemana del veintitrés. Un nuevo Canciller General, Gustav Stresemann, convenció a los alemanes para que entregasen todos los marcos sin valor que guardaban; los destruyó y creó una moneda, el Rentenmark, que ante la falta de oro fue respaldada por el valor de la tierra y los activos industriales del estado alemán. El pueblo confió; la economía empezó a encauzarse. Pero Stresemann no lo hizo solo. En el marco del Plan Dawes –que rediseñó las condiciones para que Alemania cumpla con las reparaciones de guerra establecidas por el Tratado de Versalles- el gobierno alemán recibiría importantes préstamos durante los siguientes cinco años; un salvavidas para que la industria se pusiera de pie; un salvavidas que llegaría, especialmente, desde los Estados Unidos de América.
En 2011 el nuevo sueño de los creativos de Disney es conquistar el mercado chino. Una promesa de setecientos millones de nuevos consumidores que podrían sumar para el año 2020. La construcción del parque en Shangai es el último eslabón de un proceso de penetración en la clase media china que lleva años : programas de televisión, cine, merchandising y el parque de Hong Kong que abrió sus puertas en 2005.
Por eso, todos los años, en la celebración de Qing Ming Jie, el Día de Barrer las Tumbas, familiares y amigos queman billetes frente a las lápidas. Así, se aseguran que nada les faltará a sus muertos en la otra vida. Así, si la creencia se cumple, nada les faltará a ellos en la vida que todavía están viviendo.
Mónica Yemayel (Buenos Aires)
2 comentarios:
Muy buen artículo. Muy interesante.
Monica tienes alguna fuente donde diga que se quema el dinero en Disney?
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