La calle Florida en un día de 1960, posiblemente en junio, acaso la mañana del 14. Una calle paradigmática del cosmopolitismo de Buenos Aires, peatonal todavía por la fuerza del hábito, no por la obligación que dieciséis años después le transformaría hasta el piso. No se destaca la presencia de ninguna mujer, apenas si se intuye borrosa una cartera femenina, todos hombres en la imagen, algunos con sombreros, otros no, la mayoría apresurados. En el ángulo superior izquierdo se ve una vidriera con zapatos para niños. Pero no hay niños tampoco en la imagen. El más joven de todos los presentes, parado en el centro con un ambo y de corbata, trata de lucir mayor de lo que es. Sigue las decisiones de su tiempo, todavía no han empezado los 60 y ser joven es estar fuera de foco.
René Burri (Suiza, 1933) busca en su fotografía captar el movimiento. Mejor: trata de captarlo para mostrar que el movimiento ha quedado prisionero del tiempo. Porque es eso que llamamos tiempo lo que ahora controla nuestras acciones, lo que nos mide y nos calcula. Estamos subordinamos al reloj que en la foto son esas dos pilas de diarios. Lo quieran o no, se detengan o no, todos se mueven sujetos a ellas, es que allí se define el tiempo. René Burri, desde su incorporación a la Agencia Magnum en 1955, viajaba por el mundo retratando personajes y paisajes. “Vendedor de diarios, Buenos Aires 1960” forma parte de esa etapa decisiva en su carrera. Una lupa nos ayuda a leer al menos una palabra definitoria de la primera plana: “sublevación.” Son los tiempos de la presidencia de Frondizi (1908-1995) que al cumplir el segundo año de su mandato, a comienzos de mayo, había asegurado que “las fuerzas armadas han comprendido que el país sólo puede vivir y desarrollarse en la legalidad”. Si debía anunciarlo con semejante énfasis era porque hasta él dudaba de que fuese verdadero. Quedó demostrado el 13 de junio con la sublevación del general retirado Giovannoni, de reconocida experiencia golpista. Aunque ese levantamiento pudo ser controlado, pronto se sucedieron otros hasta lograr el derrocamiento del presidente a comienzos de 1962. Había comenzado, a la vez, lo que Rouquié definió como “la mutación estratégica” decidida desde Washington: los militares del continente debían unirse contra el comunismo, un fantasma que los militares argentinos tendían ya a reconocer debajo de cualquier ropa.
El joven lee al revés el titular de lo que seguramente es la primera plana del día 14 de junio de 1960. El vendedor busca monedas para darle al cliente que acaba de comprar un ejemplar. Hay otro vendedor de diarios muy cerca; los transeúntes se dan vuelta para la relojear la primera plana. Lo que sucede está en el diario, las noticias que importan están allí, como si lo demás, todo lo demás, tuviera que ajustarse a su reloj. El diario ofrece las noticias, marca y define el paso de lo que ocurre. Burri capta el instante en el que todos se mueven y, sin embargo, están detenidos. Su fotografía es una prístina puesta en escena de la tensión entre el movimiento y el tiempo, entre las innumerables posibilidades de las que están preñadas las acciones y el control que las define para otorgarles un único sentido. Para fijarlas al tiempo. No en vano decía Lewis Mumford que era el reloj, y no la máquina de vapor, la máquina clave que había dado inicio a la vida moderna. La única máquina omnipresente. No se equivocaba. Ante la cercanía del año 2000 cundió el pánico pensando que si el movimiento era definido por el tiempo debía ocurrir algo terrible en un año que se escribía con tres ceros. Para 2012 algunos hablan del fin del mundo y hasta ofrecen una fecha de prolijas simetrías, el 21 del 12, como si realmente los impulsos vitales siguieran las pausas del calendario, en lugar de comportarse al revés. ¿Cuándo comenzó lo que se dio en llamar la década del 60?
Cada vez más se nos impone el futuro como si se tratara de un asunto de calendario. Como si todo lo plausible de pensarse fuera lo ya pensado, como si después de lo marcado por el reloj sobreviniera la catástrofe. El tiempo moderno nos ha liberado del espacio plano pero ha terminado por imponernos un sentido plano del tiempo. La línea del horizonte es un movimiento no restringido a una fecha. Sin embargo, en la fotografía, todos parecen moverse siguiendo el orden de las agujas del reloj.
Miguel Vitagliano (Buenos Aires)
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