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Estados de facebook de este mes, por Elsa Drucaroff


ieciocho (3) Mi hijo está probando la guitarra eléctrica más económica que tiene Antigua Casa Núñez: hace acordes, algunos punteos, canta con afinada voz bajita una melodía suave. Su concentración tiene algo religioso, no hace ni una nota en falso. Aprovecho que no mira y se me cae una lágrima. No sabía que tocaba así, no sé cuándo lo aprendió, no entiendo cómo lo hace si tocó durante años en un esperpento desafinado y casi roto, con la puerta de su cuarto cerrada.

Buenos Aires, 21 de octubre de 2011.


Dieciocho (2) Por la vereda me explica que los 18 sólo le traerán desventajas: no va a tener más libertad de la que tiene, no va a entrar a lugares a donde ya no entre ni comprará alcohol que ya no le vendan. "Me tengo que cuidar mucho más. Son más responsabilidades y todo es más peligroso", dice. Lo escucho con miedo pero callo. Busco qué contestar, todo lo que me sale decir parece de libro de autoayuda. Finalmente le pregunto: ¿no hay nada de la adultez que te seduzca? Empieza a pensar la respuesta en voz alta, pero no llega a contestarme porque ya estamos entrando a Antigua Casa Núñez y sabe que una de las guitarras que hay ahí lo está esperando.

Buenos Aires, 21 de octubre de 2011.


Dieciocho (1) Cumple 18 y vamos en colectivo a comprar su gran regalo. Hablo de cuando lo llevábamos a la plaza de chiquito, él menciona los juegos de mesa en familia y reímos recordando los emocionantes finales de Manuelita, cuando nadie sacaba el puntaje justo para llegar a Pehuajó. "Soy la última generación que jugó juegos de mesa", dice y me asombro. "Internet mató todo", me aclara, apocalíptico. Me pregunto si será tan así o si necesita empezar a sentirse viejo para asumir que pasa un límite. Lo veo suspirar, entrar en un silencio suave. Miro de reojo su perfil joven y hermoso, pienso que a lo mejor son las dos cosas. 

Buenos Aires, 21 de octubre de 2011.


Una semana en Bogotá (2). El campus de la Universidad Nacional es una fiesta de graffitis y arte: consignas partidarias o filosóficas, esculturas en papel de diario, murales políticos o porque sí. Cada fin de semestre les tapan todo con pintura blanca; cada comienzo las paredes vuelven a hablar. Miro las obras, algunas muy bellas, todas conscientes de que pronto morirán; leo frases urgentes, verdades por un rato; imagino en cada trazo las manos jóvenes que reinciden, las brochas que cubrirán. "No les alcanza la pintura para tapar nuestras ideas" ha escrito alguien y yo sonrío, respiro hondo, pienso que creer que el arte vale si es eterno es una enorme huevada. 

Buenos Aires, 4 de octubre de 2011



Una semana en Bogotá (1). El lunes hablamos con Claudio Posse de la miniserie sobre El último caso de R. Walsh ante 150 estudiantes. Una chica se refiere a "la dictadura con gobierno democrático que vive Colombia". Segura de mí, desdramatizo: así son las democracias del capitalismo globalizado, digo. Pero en la cena Alejandra Jaramillo dice que no entiendo, que ahí nada terminó. El martes Claudio y yo vemos militares con FAL custodiando las soleadas esquinas del bello barrio turístico de la Candelaria. Recuerdo: Buenos Aires, 1977; pienso mi respuesta del lunes, pienso que no hay que hablar de lo que no se sabe. Claudio posa para que salga el milico pero él se pone de espaldas. Saco la foto con miedo. 

Buenos Aires, 3 de octubre de 2011


Ayer Luz me señaló, caminando por el campus de la Universidad Nacional de Bogotá, la habitación donde dormía cuando estudiaba en los '70 y los techos a donde trepaba con las compañeras. "Venían las ráfagas de metralleta del Ejército y nos agachábamos", se reía. Y señalaba otro lado: "Ahí dormían los muchachos, los militares entraban y los sacaban como estuvieran, desvestidos. ¡Nosotras los espiábamos!", seguía riendo, pícara. Ya van muchas generaciones jóvenes que se divierten estudiando: en el mismo campus hormigueante bajo el sol, Oscar (25 años) abarca en gesto amplio chicos y chicas tirados en el pasto y cuenta como si nada: "cada dos meses entra el Ejército y se lleva unos doscientos". Después nos invita a tomar jugo de lulo en el barcito del pabellón. 

Bogotá 28 de septiembre de 2011

Elsa Drucaroff (Buenos Aires)
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