Foto: Daniel Mordzinski |
Y si me hago la tonta, la divertida, la como si nada, la que puede con todo, la que no se relaciona humanamente, la que sólo es carne de colchón, carne de cañón, CARNE PICADA… en picada, eso, así, despedazada, esparcida en pedazos, en trozos sin nombre, en sexo sin caricias ni besos.
Tendré que tomarme el trabajo de rearmarme, si es que puedo, si es que me queda tiempo, la carrera de relajo me agotó, me saturó. Me puse a pensar, sólo en un cálculo estimativo cuántas pieles pasaron por mi cama. En un tiempo desatado, que sé yo, cinco tipos por día… 5 x 30: 150 y 150 x 12: 1800. Me asustó el cálculo, me revolvió el estómago, no sentía el goce de un cazador con sus presas colgando de sus manos para la foto. NO. Ya no…
Arrepentida no, buscando otros modos de vivir. Otro disfrute, tardando en encontrarlo. Sacudiéndome, como un perro cuando sale del mar a jugar con sus dueños. Por la arena, enloquecido por la playa, bajo un sol caliente. Enloquecida estaba, algo así. Cambiante, ansiosa, ciclotímica, sin poder manejar todavía mis reflejos que se habían convertido en una carrera loca de vacío sexo.
Ya no… ya no va más, y no me hago la virgen, ni me siento María Magdalena. Fui lo que tuvo que ser, y eso enseña. Pero el camino estaba cambiando. Tenía que optar. Empecé a crear un sendero más seguro y más profundo, arando surcos hondos en la tierra de mi alma, en la llanura de mi cuerpo, en mis precipicios, en mi cielo, en mis estrellas, que se iban encendiendo y encendiendo, de a poco, lento.
La muñeca de trapo quedó colgada en mi cuarto, mirándome con sus ojos de botón bien abiertos. Allá ella, acá yo. Empecé a andar con rumbo deconocido, conociendo otras cosas, otros sonidos, otras voces, otros sabores.
5 x 30: 150… 150 x 12: 1800. En ese galope caliente y descontrolado me acompañaban ellos, mis gauchos alambres, mis adanes que cambiaban la manzana del pecado por una lujuriosa banana.
Mis príncipes azules desteñidos, mi ejército de infieles maniatados por sus prejuicios, que se sentían liberados en mis sabanas calientes. Y de libres, nada. Como en las escondidas, teníamos que ocultarnos, pero el sabor profundo de ese juego era ser encontrado y salir corriendo en estampida para ganar la partida. Mi ejército jugaba a las escondidas, pero no corrían, sólo se escondían. Shhh, no digas nada, que no me vieron, besos no, no, que soy machito que yo soy hetero.
Tendré que tomarme el arduo trabajo de rearmarme, si es que puedo, sin permitir que me crezca la nariz como a Pinocho, rearmarme sin mentir, sólo sufriendo, pariendo un nuevo ser. Podrá ser, no podrá ser, ser o no ser esa es la cuestión. Por lo pronto, abandoné el chiquero, en busca de territorios más amenos.
No más carne de colchón, ni de cañón, ni PICADA común, no. Eso lo tenía claro, y lo sentía bien adentro. No más carne para caníbales, ya no.
Adiós, adiós a mis príncipes azules desteñidos que tiñeron de sudor mis sábanas estampadas de soledades y recuerdos. Adiós. Y como dijo la Garbo alguna vez: Please, please, leave alone.
Y esa canción que puse para dejar de pensar…
Alma mía
(María Greever)
Alma mía sola, siempre sola,
sin que nadie comprenda tu sufrimiento,
tu horrible padecer;
fingiendo una existencia siempre llena
de dicha y de placer,
de dicha y de placer...
Si yo encontrara un alma como la mía,
cuántas cosas secretas le contaría,
un alma que al mirarme sin decir nada
me lo dijese todo con su mirada.
Un alma que embriagase con suave aliento,
que al besarme sintiera lo que yo siento,
y a veces me pregunto qué pasaría
si yo encontrara un alma como la mía.
Naty Menstrual
Buenos Aires, EdM, noviembre de 2011
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