PIES DE IMAGEN

Bigote a contraluz, por Claudia Piñeiro


Sabe que las manos no se mueven para él, que no lo buscan, que no lo esperan, sino todo lo contrario.
    No siente celos, no puede sentirlos, es un animal que compite por la caricia.
    Empuja la máquina con el lomo, se rasca contra ella. Deja sus pelos desparramados por el teclado. Pero lo que quiere no es el teclado sino las manos.
    Va por el lado derecho, donde está la más activa. La táctica es siempre la misma: agacha la cabeza, la mete por debajo buscando espacio a fuerza de suaves golpes. Insiste. Pero los dedos siguen golpeando las teclas como si él no estuviera allí, lo ignoran, o pretenden ignorarlo, hacen de cuenta que no está aunque con su hocico húmedo el animal los moje. Manos que van y vienen sobre las teclas como si respondieran a una coreografía.
    Aún así, ignorado, no se rinde. Por fin el gato logra ubicar su cabeza en el arco que forman la palma de la mano y los dedos en actitud de escritura. Una vez allí, el animal cabecea. Jack-jack, así se llama el animal. Jack-jack cabecea una, dos, tres veces. Si las manos están de buen humor detienen el tipeo y lo acarician en ese espacio entre la cabeza y el pecho donde el pelo del gato es más blanco que en ninguna otra parte. Si no lo están, lo empujan, le expulsan, le niegan la caricia. Las manos trabajan, tipean, borran, corrigen, googlean. Buscan un poema de Borges, no saben cuál. Recorren varias páginas. El oro de los tigres. Se detienen en uno, se sorprenden por la coincidencia.


A un gato

No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.

    El poema hace que las manos sientan un respeto por el gato que antes no existía. Quedan en actitud de espera. El gato también. Por fin tipean: “Eres, bajo la luna, esa pantera”, y luego, “tuya es la soledad, tuyo el secreto”, y un verso más: “El amor de la mano recelosa”. El gato se acerca otra vez. Los dedos ahora se mueven con más lentitud; fingen tipear mientras lo esperan. Hacen una pausa que no es necesaria para que el gato se acerque un poco más, se agache, meta la cabeza en el arco de la palma de la mano, cabecee, una, dos, tres veces, los moje con su hocico húmedo. Las manos acarician la cabeza del gato y luego lo rascan sobre la garganta. El gato se deja rascar, cierra los ojos y se estira hacia arriba como pidiendo un poco más.
    Y por fin, con el deseo satisfecho, el gato se acurruca a un costado, sobre la luz verde de encendido de la computadora que le ilumina el bigote a contraluz.

Claudia Piñeiro
Buenos Aires, EdM, diciembre de 2011
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8 comentarios:

ADÁN DE MARÍASS dijo...

Bien escrito, parece que Jack-jack quiere participar del ritual de la creación literaria.

Agustín Molina dijo...

ve? por eso usted es grande, y yo apenas garabateo... cuando se acerca el gato, lo único que me sale es tirarle con la chancleta!

litaperezcaceres.blogspot.com dijo...

Muy bueno Claudia, mi gato Cervantes, aunque lleva un nombre tan literario no es afecto a la computadora ni busca la caricia, es un estoico. Pese a que es manco suele cazar algunas lauchas o pichoncitos. Su táctica, pasa la mañana oculto entre las hojas de la parralera y cuando una paloma se distrae, zas, vuelve la pantera desde la noche de los tiempos.

Luis Quijote dijo...

¡¡Sos una genio!! (Lo de genia no me vá).
Tu cerebro es superior al mío, pero no hace distingos de sexo sino de capacidad.

Hermoso relato. ¡Quiero más!

Siempre tuve perros, pero con algunos gatos [y "gatas" (micifuzas)] les enseñé a aceptarlas como parte de la familia.

Mis ventanas están abiertas (¡bueno, casi, porque tienen rejas!, para que las/los mininas/os entren y salgan, pero los canes solo dejan a las/los "autorizados/as".

Luis Quijote dijo...

Agregado, para Claudia y/o quien lea más de 3 renglones:
Si tenés ganas, comparto contigo lo vivido con un can, en:
La perra. Capítulo 2
No pido que me cites a mí, ni la página. Es tuyo.

Anónimo dijo...

A todos los q tenemos gatos nos gusta compartir con ellos la vida cotidiana.Muy especialmente todo lo bello que hay cuando "hablamos" con ellos. Poder contarlo como tú lo haces ya es otra cosa... Muy bueno!!!

negroblanco2011@live.com.ar

Anónimo dijo...

No Luis, así no vale, cada uno tiene su gato...
Agregado, para Claudia y/o quien lea más de 3 renglones:
Si tenés ganas, comparto contigo lo vivido con un GATO, en:
https://revistaliterartedigital.blogspot.com/2011/12/raul-barrozo-buenos-aires.html
No pido que me cites a mí, ni la página. Es tuyo.
Raúl
negroblanco2011@live.com.ar

Ana María Cabrera dijo...

Claudia:
Me gustó mucho tu Gato a contraluz. Amo los gatos. Tengo dos: uno Beppo (como el de Borges) y otra muy chiquita, Agata. Ellos como decís vos se acarician a nuestras manos.
Otra vez, me encantó tu texto.
Gracias

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