Fragmentos de G. [de Escritos del destierro: Adriana Amante y John Berger, por Pablo Luzuriaga]
Sobre el enamoramiento:
Sobre el enamoramiento:
"Para que un niño de cinco años se enamore tiene que darse una condición. El niño ha de haber perdido a sus padres o, al menos, todo contacto con ellos, y no debe tener padres adoptivos que hayan ocupado el lugar de aquéllos. Tampoco debe tener amigos íntimos ni hermanos ni hermanas. En este caso es cualificable.
Estar enamorado es un elaborado estado de anticipación de otro que entraña un intercambio continuo de cierto tipo de ofrendas. Éstas son muy variadas y van desde una simple mirada hasta la entrega total de uno. Pero las ofrendas deben ser ofrendas: no se pueden exigir. Como enamorado no se tiene ningún derecho, salvo el de anticipar lo que el otro desea ofrecernos. La mayoría de los niños viven rodeados de sus derechos (el derecho a ser mimado, consolado, etcétera), y por eso no se enamoran ni pueden enamorarse. Pero si un niño, por las circunstancias que fueren, llega a darse cuenta de que los derechos de los que disfruta no son fundamentales, si reconoce, aunque sea de una forma inarticulada, que la felicidad no es algo que se pueda garantizar y prometer, sino algo que cada uno debe intentar encontrar por sí mismo, si es consciente de que está esencialmente solo, entonces puede encontrarse a sí mismo anticipándose a unas ofrendas puras, gratuitas y continuas, y el estado de esa anticipación es el enamoramiento. uno se puede preguntar: Pero ¿qué ofrece él a cambio? El niño, como cualquier hombre, se ofrece él mismo, lo que no es imposible. Lo que es imposible o, al menos, muy poco probable es que su amada reconozca su ofrenda o la anticipación de la misma como lo que son." (Buenos Aires, Alfaguara, 1994, p.44)
Sobre la historia:
"Toda la historia es historia contemporánea; no en el sentido más común de la palabra, conforma al cual contemporánea significa la historia del pasado relativamente reciente, sino en sentido estricto: el de la conciencia de la actividad de uno tal cual uno la realiza. La historia es así el propio conocimiento de la mente viva. Pues aun cuando los acontecimientos que estudia el historiador sucedieran en el pasado distante, la condición para que sean históricamente conocidos es que vibren en la mente de éste". (p. 62)
Sobre el aviador peruano, Jorge Chávez, y la gran utopía de mañana:
"Detrás de la familia iban representantes del cuerpo diplomático, los senadores, los pilotos compañeros de Chávez, el alcalde, los periodistas, los representantes de las empresas aeronáuticas y los ricos locales. A una discreta distancia, marchaba una procesión dispersa de miles de personas, la mayoría de las cuales habían visto aparecer a Chávez triunfante a este lado de la montaña, cuando se disponía a aterrizar en el campo que Duray había marcado con una cruz de tela blanca. A la vista de una victoria que parecía tan fácil, frente a la rápida transformación de lo imposible en posible, todos se habían regocijado. Habían leído, u oído leer, en los periódicos frases como: La gran utopía de ayer se ha hecho realidad. Y algunos se habían preguntado: ¿Por qué no hemos de alcanzar lo que deseamos? Quienes tenían la costumbre de contestar a este tipo de preguntas especulativas daban las respuestas habituales. Hay que derrocar a los ricos. La propiedad privada debe ser abolida. Otros sostenían que era necesaria la reunificación italiana, que Trieste debería pertenecerles, que deberían tener más colonias; sólo entonces los italianos verían cumplido su destino. Pero la pregunta seguía en pie.
Ahora la inesperada muerte de Chávez había venido a zanjar la cuestión. Era como siempre les habían dicho. Las grandes hazañas nunca son fáciles. Las osadías se pagan. Los verdaderos héroes están muertos. Cuando lo que se desea es inmoderado, te expones a la muerte. La elección está entre aceptar la vida como es o tener una muerte heroica." (p.226)
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