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Una interminable red de vivir, por Germán Maggiori


Dime cómo navegas y te diré qué eres. Esa parece ser la conclusión que puede extrapolarse de los informes sobre tráfico en Internet que publica periódicamente la gente de comScore. Los latinos, o el mercado latino, como dice esta gente especializada en estudiarnos con paciencia de entomólogos. Lideramos por bastante afano el rubro de las redes sociales. En el informe de noviembre del año pasado, Argentina ocupaba el puesto más alto a nivel global con 9,8 horas de promedio mensual consumidas por visitante en sitios de redes sociales, casi el doble de la media global de 5,2 horas (el miércoles 29 de mayo último, La Nación consignó que Brasil nos acaba de pasar por arriba con 13,8hs. según el flamante informe de comScore). El vocero de la empresa, justifica esta estadística diciendo que "debido a que los latinoamericanos somos muy sociables por naturaleza y tan activos en la comunicación digital, quizás no sorprenda que pasamos mucho más tiempo en sitios de redes sociales que el promedio.” ¿Será por eso? Porque somos unos negritos simpaticones que nos gusta andar cachondeando, que nos pasamos horas y horas en Facebook y Twitter. Me parece una lectura sesgada, hay algo que excede la novedad y nuestro carácter.


Grosso modo, diría que Internet tiene hoy dos grandes usos: el de herramienta o instrumento, que es el uso original para el que fue concebida, esto es, el de facilitar la circulación de datos de todo tipo por todos lados y a toda hora para mejorarnos la vida, con todo lo ambiguo que implica esta definición tan amplia; y, por otro lado, el uso tóxico, abusivo, el nuevo opio de los pueblos, diría, que se canaliza y expresa en las redes sociales más cabalmente que en ningún otro sitio.
      El uso instrumental de la red tiene la desventaja de requerir una formación mínima. En algún lugar, Umberto Eco había dicho que “Internet es el escándalo de una memoria sin filtro, donde no se distingue el error de la verdad”. Aseguraba que “en el futuro, la educación tendrá como objetivo aprender el arte del filtro”. Sugería que nuestras posibilidades de éxito o sobrevivencia, en el mundo futuro, radicaba justamente en nuestro talento para convertirnos en editores virtuales de los contenidos circulantes. Eso, en el caso, de que accedas al tipo de educación al que hacía referencia Eco. Hoy Latinoamérica cuenta con un nivel alto y en continuo crecimiento de conectividad (mucho mayor que África o Medio Oriente), es -para comScore- un mercado en expansión, pero como contrapartida posee un nivel relativamente bajo de alfabetización o formación escolar. Esto hace que, lamentablemente, el uso más difundido no sea el instrumental sino, para decirlo de alguna manera, el más banal que involucra el uso equívoco de las redes sociales y que termina constituyéndose en riesgoso, cuando la disolución de los límites de la privacidad lleva a algunos adictos de FB y Twitter a decir y mostrar, cosas o imágenes, de las que es difícil retornar. Con tristeza diré, que nuestra patética farándula refleja a la perfección el problema.
     Hay una frase, de Kazuo Ishiguro que ejemplifica lo que quiero representar. La escena es de la novela The remains of the day, en un momento Lord Darlington, un miembro de la clase dirigente inglesa que, seducido por el fascismo, conspira para lograr una alianza entre su país y Alemania, le pregunta a Stevens, su mayordomo, sobre el significado de la palabra dignidad. Stevens dice algo así como: la dignidad es no desnudarse ante los otros, señor. Creo que esa metáfora sirve también para explicar el riesgo potencial que implica exponer compulsivamente nuestra vida privada en una red social. No puedo más que pensar que en la gran mayoría de los casos se trata de una monumental pérdida de tiempo y esfuerzo que invariablemente termina dejándonos la sensación de desnudez ante los otros de la que hablaba Stevens, el mayordomo.

Hay otro dato del último informe de comScore que resulta particularmente llamativo. En la categoría Noticias/Información Argentina lidera el ranking mundial con 139,7 minutos promedio por visitante por mes, el doble de la media global de 69,7 minutos, y más del doble que los otros países de la región. Quizás acá haya algo del “buen uso”, de internet como herramienta, del que hablaba y creo que tiene que ver con el contexto actual de nuestro país. Por eso vuelve más significativo el dato. Se trata de internautas que buscan algo que ya no abunda en el mundo real, la buena información. En una especie de subversión de la trama de Matrix, muchos argentinos eligen tomar la pastilla roja de Morfeo, y se despiertan en bolas en un lugar pegajoso y oscuro, perdidos en una red saturada de pescado podrido, persiguiendo en los resquicios que se abren en sucesivas ventanas, algún rastro de la verdad.

Germán Maggiori
Buenos Aires, EdM, mayo 2013
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