En esta página de Berlín, ciudad de piedras, el periodista Kurt Severing, protagonista de la fascinante novela gráfica escrita y dibujada por el norteamericano Jason Lutes, entrevista a Berthe Apfelbaum. Registra su testimonio porque la profesora fue testigo de los sucesos del primero de mayo de 1929, cuando el gobierno del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) reprimió la movilización del Partido Comunista (KPD) dejando un saldo de más de treinta muertos.
Kurt Severing toma nota y Marthe Müller, su joven amante, retrata a los entrevistados. Ambos protagonizan esta historieta, que en tres extensos tomos cuenta en detalle el fin de la República de Weimar y el nacimiento del Tercer Reich. La brutal represión del primero de mayo se presenta como la puerta de entrada del nacionalsocialismo. Los muertos de 1929 fueron el impedimento principal a una coalición entre SPD y el KPD, un virtual frente de izquierdas capaz de detener al fascismo. Los acontecimientos de ese día son también los que estructuran el relato: las variadas historias que se van contando en paralelo tienen allí su punto de costura.
Al día hoy, ya fueron publicados dos tomos de esta novela gráfica: Berlín, ciudad de piedra y Berlín, ciudad de humo. Cada uno tiene 214 páginas y está organizado en ocho capítulos. El último fue publicado en 2008, y el tercer libro ya comenzó a aparecer en inglés, los capítulos #17 y #18 están a la venta en la página de D+Q, la prestigiosa editorial canadiense. Los dos primeros tomos narran la vida de más de diez personajes entre septiembre de 1928 y el mismo mes de 1930, es probable que el tercer y último libro, llamado “ciudad de luz”, se extienda hasta enero de 1933, habrá que esperar para verlo.
El relato, que intenta reconstruir un momento y un lugar centrales en la historia del siglo XX, reúne personajes históricos y ficticios. Kurt Severing escribe en Die Weltbühne, un semanario de izquierdas que congregó a políticos y escritores pacifistas, dirigido por Carl Von Ossietzky, premio Nobel de la paz en 1935. Lutes eligió al colectivo intelectual vinculado a este periódico para que pusiera palabras a la compleja coyuntura política que se propuso reconstruir. Aparecen en distintos momentos: el poeta Joachim Ringelnatz, el satírico Kurt Tucholsky, la pacifista y feminista alemana Helene Stöcker, y el también pacifista Kurt Hiller, entre otros tantos que sin ser subrayada su pertenencia a las filas del mundo real vienen y se van, dejando sus impresiones sobre el destino y las necesidades de Alemania.
Helene Stöcker |
Kurt Hiller |
Kurt Tucholsky |
Joachim Ringelnatz |
Carl Von Ossietzky |
Las primeras viñetas de esta historia muestran un tren. Marthe Müller viaja desde Colonia hacia Berlín por primera vez en su vida. Dibuja en su cuaderno de apuntes, mientras un joven nacionalsocialista duerme apoyado del lado de la puerta. En eso, entra al camarote un hombre con anteojos, sobretodo y sombrero, la saluda con amabilidad, se sienta frente a ella e inician una conversación. Kurt Severing se cambió de compartimento por desacuerdos ideológicos. Hablan sobre Berlín, ella le muestra su cuaderno de dibujos y él le cuenta acerca de su profesión. Marthe, hija de burgueses acomodados, se fue de Colonia para escapar de un matrimonio arreglado y la asfixia familiar. Al llegar a Berlín, se separan en la Postdamer Platz, ella irá en busca de su residencia y más tarde va a ingresar a la academia de arte. Él se va directo a la redacción del Die Weltbühne para informar a Ossietzky sobre un caso que le habían encomendado. Severing viajó a Colonia para corroborar una información sobre la que otro periodista había escrito: el gobierno alemán estaba violando el tratado de Versalles. En un aeropuerto de Colonia, Severing había contado más de una docena de aviones militares, estaban llevando adelante el rearme que el tratado prohibía. Se trata de un caso real cubierto por el Die Weltbühne por el que tiempo después condenarían a Ossietzky a la cárcel bajo el cargo de traición.
Kurt y Marthe se vuelven a encontrar de forma casual, en un restaurante unas páginas más adelante. Tiempo después, ella lo irá a visitar la noche de navidad, pasan juntos esos días entre diciembre de 1928 y enero del año entrante. En paralelo, la novela nos cuenta la historia de otros dos personajes. Gudrun Braun y el joven Damian Schwartz. Ella es trabajadora textil, madre de tres hijos: Silvia, Elga y Heinz. Damián, un joven judío y comunista, aparece en la historia, bajo la lluvia, vendiendo el Arbeiter-Illistrierte-Zeitung (A.I.Z), el periódico comunista que llegó a editar medio millón de ejemplares y donde escribieron Anna Seghers, Kurt Tucholsky y colaboraron, entre otros, artistas como George Grosz y John Heartfield. Damián, hijo de una familia judía ortodoxa, se escapa de la escuela para vender el periódico. Lo anuncia frente a la fábrica donde trabaja Gudrun, llueve a cántaros y perdió el paraguas, ella le da el suyo y le pide que se lo devuelva por la tarde, cuando termine la jornada laboral. Él a cambio le da un ejemplar del A.I.Z.
Ese número del A.I.Z va a provocar la ira de Otto, el marido de Gudrun, quien en medio de la discusión por la aparición de ese diario en la casa le indica a su hijo Heinz: “Los rojos dicen que defienden al obrero, pero defienden a los judíos, ¿entiendes?”. Gudrun y Silvia, la hija mayor, simpatizan con el comunismo, se terminarán yendo junto Elga, la bebé, a vivir a un hospicio donde van a ser cuidadas por camaradas del partido. Otto se queda con el hijo varón, al que terminarán adiestrando los nacionalsocialistas.
El A.I.Z que informa sobre los sucesos del 1 de mayo de 1929 |
La historia de Gudrun es el otro núcleo de este relato, poco tiempo después de instalarse y conseguir empleo en el campo, participa de la movilización del primero de mayo de 1929, ella es una de las víctimas durante esa fatídica jornada. Elga, la bebé, vuelve con su padre y Silvia, en cambio, de allí en más vive en la calle. Más tarde, se convierte en una importante miliciana del Partido Comunista. Al término del segundo libro su historia vuelve a cruzarse con la de Damián, y es esperable que en el tercer libro, que recién empieza a aparecer, tengan ambos un rol protagónico. Damian admira a dos figuras, dos personajes cuyas imágenes se queda observando durante las noches de insomnio: tiene una pequeña fotografía de Rosa Luxemburgo a la que imagina sacando del río donde fuera arrojada y un póster bien grande del mago Houdini. La libertaria y el hombre capaz de librarse de cualquier cadena. Sobre el mago, Jason Lutes dibujó, en 2007, una historieta completa: Houdini el Rey de las esposas.
Berlín, la ciudad de piedra, humo y luz de Jason Lutes cuenta, además, otras tantas historias: el mentor político de Damián, quien le entrega los periódicos, lo lleva a él junto a los demás canillitas al puente donde arrojaron a Rosa; entre las viñetas de esta historia vemos partir al Graf Zeppelin hacia su vuelo transatlántico, vemos también a Ernst Thälmann hablando en el mitin en conmemoración a los diez años del asesinato de los líderes espartaquistas, está retratada la bohemia berlinesa que aparece entre los amigos artistas de Marthe quienes admiran el objetivismo de Otto Dix y cuestionan al expresionismo. Presenciamos el clima de ebullición política, de permanente movilización en las calles, de apertura cultural y confrontación por parte de la reacción. Marthe va a descubrir muy pronto que su amiga Anna es lesbiana y ella misma va a descubrir a lo largo de la historia muchas cosas sobre su sexualidad. La ex amante de Kurt la introduce en la noche de Berlín, en las drogas y las orgías.
Una viñeta de El grito del pueblo de J. Tardi |
La experiencia histórica aparece en el detalle de un dibujo preocupado por la reconstrucción de cada accidente. La obsesión del trabajo con el documento gráfico emparienta a Lutes con el dibujo de Hergé. Los restos de una casa derruida en medio de Berlín de Lutes, no tienen nada que envidiarle a las curvas de una alfombra turca en cualquier Tintín de Hergé. La documentación en esta novela histórica complementa el dato histórico al dato gráfico. Como lo hiciera Jacques Tardi en el Grito del pueblo, novela gráfica que cuenta la historia de la comuna de Paris en cuatro tomos de ochenta páginas cada uno, esta saga de Berlín tiene también en el centro a los obreros movilizados sobre las calles de adoquín. El corte de la piedra, los detalles de las fachadas de una ciudad, París en el caso de Tardi, Berlín en Lutes, le dan a la historieta un lugar especial en el discurso sobre la historia. La reconstrucción del mínimo dato gráfico, el trabajo del lápiz en la confección de cada piedra, de a una a la vez, el rugor de la textura, pareciera traer al relato lo que en la historia fue tacto, eso que los protagonistas del primero de mayo de 1929 en Berlín tocaron con la yema de sus dedos o las raspaduras de las piedras que arrojaron durante la comuna, en Paris.
Jacques Tardi, incluso, llevó esta lealtad del dibujo con el tacto de la historia a un relato pormenorizado de la Primera Guerra Mundial. En Puta guerra narra el conflicto año por año. La imagen más dramática es la que en las últimas páginas retrata a los heridos. Aquí queda claro por qué Goya fue el primer historietista.
Jacques Tardi, incluso, llevó esta lealtad del dibujo con el tacto de la historia a un relato pormenorizado de la Primera Guerra Mundial. En Puta guerra narra el conflicto año por año. La imagen más dramática es la que en las últimas páginas retrata a los heridos. Aquí queda claro por qué Goya fue el primer historietista.
Páginas de Puta Guerra, de Jacques Tardi |
Pablo Luzuriaga
Buenos Aires, EdM, septiembre 2013
6 comentarios:
Paso a reproducir la conversación que empezó en el facebook a partir de este texto:
Lucas Nine pero viste lo q es esa página q sale como imagen?
Lucas Nine es probable que la reflexión en torno a la obra sea interesante, la leeré luego, pero el dibujo tiene algo de ducha helada. Es probable q sea deliberado, pero...
Pablo Tunica Sí, sí, me Lucas Nine, me atrevo a especular que eso tiene que ver con el carácter sutilmente documental de la obra. ¿Un dibujo demasiado expresivo no entorpecería quizás esta idea de fresco de la vida cotidiana anterior al ascenso nazi? Por otra parte, Tardi es más bien lo contrario. Me parece, digo ¿No?
Lucas Nine Si, Tardí es una bestia. El problema es que cuando el dibujo tiene que ser neutralizado hasta el punto que se muestra en esa página de Lutes, tiene sentido hacer algún tipo de relato gráfico?
Lucas Nine Yo creo q hay un cliché de esta época con la idea de que dibujo duro + inexpresivo=seriedad. En fin, veremos.
Pablo Luzuriaga Che fantastico sería que comenten esto en EdM. Lo cierto es que no ne atreví a compararlos y es muy bueno esto que dicen ustedes. Berlín está muy documentada y tiene algo de documental BBC,
Pablo Tunica Puede que en algo de esto tengas razón Lucas Nine
Lucas Nine Dale, lo puedo poner ahí. El artículo está muy bien y me gusta la idea de poner en perspectiva dos trabajos sobre períodos históricos similares hechos con estilos diferentes. La crítica puntual es a un tipo de dibujo q vi repetido bastante en estos años y q me parece q esconde un manierismo de escuela antes que una intencionalidad. Pero tampoco puedo juzgar a todo un libro x una sola página.
Ah, no lo leíste. Lutes claramente (con el primer tomo, único que leí ya que son dos) se propuso hacer algo de un valor testimonial. No sólo porque transcribe testimonios, si no por la minuciosidad de la documentación histórica y no necesariamente gráfica. Pero también propone un vistazo a diferentes estratos, opiniones e ideologías utilizando personajes en una cotidianidad y con cierta intimidad. Esto lo vemos mucho en la historieta hoy, ¿no?. La página puesta muestra uno de los testimonios, supongo que de ahí la elección.
Por otra parte, hay una tendencia a la gran obra, no sé si eso es malo o bueno, pero el estilo gráfico es claramente un ejercicio de estilo, una deformación de los tiempos de la llamada "novela gráfica", esto de la frialdad expresiva que mencionaba arriba Lucas Nine, y no es para nada una decisión gráfica por la historia a tocar, creo. Siempre con ánimos de estar equivocado espero más opiniones, Lucas.
Tardi es exitoso al mostrar brutalmente el horror de la guerra apenas cuidándose con el blanco, negro y grises, seguro que por francés. Pero es brutal.
Si, puede ser, pero en el caso puntual de esa página me mata el dibujo. Si no veo un dibujo por donde me pueda meter prefiero solo texto, la novela no gráfica, digamos. Es un poco elemental de mi parte quizás.
Me repugna el formato novela gráfica. Ya desde su nomenclatura descalificadora de la historieta, no deja de ser una vacía estrategia comercial de los grupos editoriales, que tienden a categorizar y etiquetar aquello que no entra dentro de sus parámetros conservadores. La historieta tiene desde sus orígenes una esencia anárquica y underground, la que no podemos permitir que se pierda. El tema serio y testimonial volcado a la historieta hacen que se convierta en un pastiche. Hay que echarle la culpa a Spigelman y su sobrevalorado Mouse.
Muy buenos sus comentarios, gracias, Lucas Nine, Pablo Túnica y Lucas Varela, tres historietistas admirables, ahora esta nota dice muchas cosas más. Comprendo sus comentarios sobre el dibujo de Lutes y la distancia respecto de Tardi, ahora que lo dicen ustedes lo veo más claro. Entiendo también la repugnancia que le provoca, estimado Varela, el formato “novela gráfica”, acuerdo con el problema del nombre y la descalificación al género; no tanto con el asunto de lo serio, aunque creo ver en tu preocupación algo que comparto: que se use a la historieta como forma de "escolarizar" la novela. La lógica brutal del comercio que supone que con los dibujos la historia "pasa" mejor. En verdad, no creo que esto pase ni con Berlín, ni con las dos historietas de Tardi, la de la comuna de París o la de la primera guerra. Estimo, en cambio, que sucede algo mucho más potente: la historieta interroga a los modos de hablar sobre el pasado, se "cuela" desde su "esencia anárquica y under" entre medio de los discursos institucionales que están autorizados a hablar sobre el pasado para traer algo completamente novedoso. Algo que creo leer en El síndrome Gustavino respecto del pasado reciente argentino. En estos casos de los que habla la nota, la documentación histórica y la capacidad de atender a lo singular en el pasado creo que hacen que las narraciones “desborden” el mero relato histórico escolar: más que cerrar sentidos sobre el pasado, los abren. Comparar isomorfismos es una práctica por demás productiva: algo de este mismo debate puede pensarse para la novela y la “novela histórica” (comercial), para el documental tipo BBC (domesticado para las televisiones comerciales) y los documentales desde Cahiers du Cinéma en adelante (Chris Marker, Albertina Carri o Patricio Guzmán); o para la historiografía de un seguidor de Foustel de Coulanges o uno de W. Benjamin. En este sentido la pregunta que esta nota intenta hacer apunta al vínculo entre el dibujo y la experiencia histórica. Cuando Túnica dibuja la imprenta del diario Crítica, con todas sus tuercas y detalles, creo que se acerca a la grasa que esa máquina tenía de un modo que ningún historiador de la cultura o narrador del pasado, sea de la institución que fuere, puede hacer. Por eso la pregunta también apunta a Goya y la experiencia de la modernidad en su versión monstruosa. Muchas gracias a los tres, les mando un saludo. Pablo Luzuriaga
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