Viajes en tren por Estados Unidos. Jóvenes rebeldes lanzados a la aventura viviendo a la intemperie. Mike Brodie (Arizona, 1985) fue uno de esos hobos entre 2004 y 2008. Recién había terminado la escuela secundaria cuando comenzó ese viaje de 50.000 millas escondido en los vagones de trenes de carga. Compró una Nikon F3 con el dinero obtenido como voluntario de prueba de un remedio contra la artritis. De las 7000 fotos tomadas en sus viajes, seleccionó una serie para su libro A Period of Juvenile Prosperity, publicado en 2013 por Twin Palms. El título es irónico y subraya aún más el diálogo con el ensayo de Dardo Scavino (Buenos Aires, 1964), La fuentes de la juventud. Genealogía de una devoción moderna, que Eterna Cadencia publicó semanas atrás. Irónico, porque definir la juventud como “un período” implica concebirla como un estado pasajero al que se deja atrás para acceder a la instancia superadora de la madurez, el momento previo a ser parte de la majoritas “responsable” que mira “los años locos” de la ilusoria “prosperidad” de la minoritas. Ese fue el pensamiento generalizado hasta fines del XVIII y principios del XIX, en que irrumpió, sostiene Scavino, otra concepción: la de la juventud dispuesta a alterar un orden que reconoce esclerosado. Una minoritas que no considera que su evolución será convertirse en majoritas; al contrario, asume su evolución en la búsqueda de alternativas que la alejen de ese camino.
La juventud como disposición intelectual para pensar en fuerzas abiertas y en movimiento. Es Goethe y su Werther (1774), la novela sobre la juventud escrita por un joven para los nuevos jóvenes. Las lecturas majoritas en torno al romanticismo se han empecinado en convencernos de que el héroe de Goethe es un ejemplo de cómo el sentimiento se antepone a la razón y la pasión a cualquier regla. Atento a los desvíos de la minoritas, Scavino alumbra otro camino: la oposición es hacer prevalecer la producción de reglas a las reglas de la producción. Porque si cada época hace sus reglas, no habría otra posibilidad que inventar las propias y seguirlas. Mike Brodie cuenta que él y sus amigos salieron del punk, el anarquismo radical y el feminismo, viviendo su versión de la novela On the Road de Jack Kerouac. En las fotos todos parecen convencidos de estar actuando un personaje, aun en los momentos en que la cámara los toma dormidos. Son hobos cargando a cuestas los gestos de otros hobos de la contracultura. ¿No sería eso una contradicción al espíritu impulsado desde Werther? Tal vez sí en caso de que se pueda vivir un instante de la vida sin actuar un papel social, o si no fueran hobos esos que se comportan como hobos. La pregunta, entonces, asume una perspectiva majoritas: mira desde esa posición y fortalece su orden buscando presuntas faltas; siempre se coloca en lo que juzga que es “el final del camino”, nunca “en el camino”.
Lo que define a Brodie, Corey, Blake, Savannah, Rocket, Lost, Trinity y los demás es lo que hacen, no el pretendido contenido de lo que se considere que deban o no hacer. Las imágenes parecen instantáneas recortadas de películas sobre mundos post-apocalípticos, o versos sueltos de una vieja canción de Bob Dylan, y así todo lo más sugerente está en que no sepamos hacia dónde van ni por qué. La posibilidad de elegir entre cualquiera de todas las vías es la potencia que los define. Mike Brodie no se ve a sí mismo viviendo como fotógrafo profesional, ha estudiado para ser mecánico y su aspiración es trabajar reparando las máquinas del ferrocarril.
Una trayectoria que va desde hobo a convertirse en un miembro más de la clase obrera. No aspira a ser ejecutivo ni mucho menos tecnócrata. El mecánico repara las máquinas, el tecnócrata controla el orden de la maquinaria social para que nada altere su continuidad ni se desborde. Pero es la posición de hobo la que está en las antípodas del tecnócrata, porque es el virus que pone en riesgo el sistema, la anomalía capaz de romper el orden de un sentido, la minoría de “los sin boletos” ni dirección contagiando la discordia y la desobediencia al resto que es mayoría.
En Las fuentes de la juventud se destaca que el término “tecnocracia” se utilizó por primera vez en 1919, pero que fue en los 30 cuando cobró una circulación masiva. El tecnócrata imprime la razón en cada mecanismo de la máquina social sin permitir que ninguna contingencia incida en su funcionamiento. El tecnócrata reúne el “saber” y el “poder”. Theodor Roszak (1933-2011) vislumbraba, ya a fines de los 60, un futuro aciago en el que las sociedades seguirían los lineamientos de “la ingeniería social”. En las sociedades por venir, decía, absolutamente todo, desde las emociones y el entretenimiento hasta el trabajo y la educación, habría de funcionar con la lógica de un complejo industrial a cuidado y control de un técnico experto.
No sorprende que haya sido el mismo Theodor Roszak el que acuñó el término contracultura. Los hobos de las fotos de Mike Brodie representarían la contracultura en ese tren social conducido por tecnócratas, y que desde mediados del XX extendió su plan férreo hacia los países subdesarrollados. Para Scavino, las búsquedas culturales y literarias latinoamericanas que, alrededor de los 50, exploraban formas de conocimiento en la magia, el primitivismo o el surrealismo fueron intentos para contrarrestar el racionalismo de los expertos. Tanto las discusiones de Alejo Carpentier sobre el realismo mágico y lo real maravilloso, como las búsquedas patafísicas y vanguardistas de Julio Cortázar que derivarían en Rayuela.
Cuanto más cerrados fueran los caminos racionales a los que condujera la tecnocracia, más abiertas debían ser las relaciones tramadas por la contracultura. Rayuela y el surrealismo. Pero también La Maga en comunión con el Che y los beatniks. El viaje era extenso, amplio, ancho, porque el mundo no debía ser ajeno. Jack Kerouac no fue sólo quien creó la expresión beat generation sino también, señala Scavino, el que solía desviar el término hacia la significación francesa de béat, beato, y así aproximarlo a la experiencia espiritual, iniciática y transformadora de On the Road. Los presuntos contenidos de cada viaje pueden ser dispares, no la disposición al riesgo de resistir a la majoritas, y que sigue siendo el desafío de ese sujeto moderno alumbrado a fines del XVIII, no por pereza sino por obstinación en la búsqueda. “Los modernos –como dice Scavino- no esperaban que, con la juventud, brotaran de nuevo las flores de la primavera precedente sino que despuntaran otras que nadie había imaginado.”
Las fotos de Mike Brodie dan vueltas en la red e irrumpen en las pantallas, aun en las de quienes jamás vieron ni verán las páginas del libro donde se publicaron. Una tecnología desconocida tres décadas atrás y que hoy forma parte del sedimento de lo que “se dice” en el gobierno de las ciencias y la política.
Miguel Vitagliano
Buenos Aires, EdM, abril 2015
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3 comentarios:
Excelente artículo... Hay una entrevista a Mike Brodie en LA Times donde le preguntan por qué dejó de hacer fotos para ser un mecánico diesel. Brodie responde: "Ser un artista por el resto de mi vida no es realista. Esto ocurrió como por accidente, no por haber ido a una escuela de arte o tener educación formal. Me interesa más la clase obrera, ser de clase obrera, las máquinas y todos los equipos que son movidos por motores diesel, como las locomotoras...Ahora trabajo haciendo reparaciones para residentes en el Area de la Bahía, y a veces saco con el celular buenas instantáneas de mi perro. Mi mamá dice que debería entrar a un concurso de fotografía, jaja" Se lee en inglés por acá: https://framework.latimes.com/2013/04/08/reframed-in-conversation-with-mike-brodie/#/0
Me encanta còmo describìs las fotos de Brodie, esos versos sueltos o retazos de guerras varias. Y el viejo asunto Juventud. Y muy interesante lo que cuenta O.B. Gracias a los dos!
Muchas gracias por el aporte y los comentarios. MV
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