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La Fiesta Nacional del Mellizo, por Pablo Luzuriaga


Los mellizos Orellana
Joaquín Morales Solá escribió el domingo 12 de julio: “La segunda vuelta en la Capital es un absurdo político difícil de entender desde la política práctica. Opositores se disputan entre ellos una elección que está ganada de antemano por la oposición”. En consonancia con su columna del miércoles 8: “La oposición, el aliado ideal del kirchnerismo”, adjudica al radicalismo en especial, y a la oposición en general, toda responsabilidad por la derrota electoral que se avecina para “ellos” a nivel nacional. Como si se tratara de un match en el que no les van a ganar, sino que se dejarían ganar. Errores no forzados.
     Macri se empecinó con que Larreta fuera su sucesor en capital, de ir a internas con Lousteau hubiese perdido, sólo Michetti podía ganarle. Se cavó su propia fosa; inventó un aliado a nivel nacional que habla mal de su gestión. El radicalismo compuso una novísima disciplina política: una anticampaña electoral con el rostro de Lousteau. Entre líneas, la actitud de Morales Solá fue admonitoria. Durante esos días sus columnas se dedicaron a impartir retos. Con el líder radical se mostró particularmente duro:

“Sanz ha convertido después la necesidad en una virtud. `Un triunfo de Lousteau ayudaría a mi candidatura presidencial´, se entusiasmó, sin entusiasmo. Nadie sabe si fue una frase seria, si fue una ironía o si fue una incomprensible ingenuidad en un dirigente que nunca fue ingenuo. Para decirlo con palabras directas: un eventual e improbable triunfo de Lousteau en la Capital terminaría también con la elección nacional. Daniel Scioli sería el seguro próximo presidente. Ninguna sociedad vota el desorden político e intelectual conociéndolo de antemano”.

La candidatura presidencial de Sanz, a esta altura, pertenece a un desorden intelectual mal visto por los votantes. Hace meses que en la oposición manejan “lógicas” de acuerdos locales distintos a los nacionales, alianzas estratégicas complejizadas por la modalidad de las paso que permite casos en los que la oposición es opositora de sí misma. La ironía de Morales Solá fue puesta al servicio del regaño. Sanz no convirtió la necesidad en virtud, no se sabe si su frase fue seria o ingenua. La ironía es fría, cortante, como cualquier distanciamiento, pero punzante. Se podría decir que detrás de esta ironía, Morales Solá esconde el motor de la intriga en sus columnas semanales. La distancia irónica de un periodista que se permite reprender a todo el arco opositor esconde el clima de la intriga política, el tono dramático de Frank Underwood cuando mira a cámara y habla con desprecio acerca de quien tiene enfrente. Recurso que Morales Solá lleva a su pico de efectividad en ocasiones como esta, especiales. Se trata de un llamado al orden. La fragilidad de las instituciones republicanas de las que tanto se jacta la oposición, le permitió a un individuo aislado, sin tradición política ni adscripción ideológica definida, ex ministro de la nación por el oficialismo, motivado por su vocación “desmedida” de poder, practicar esta especie de autogolpe al interior de su marco de alianzas político.
      Según la reseña biográfica que acompaña las columnas de Morales Solá, ejerce el periodismo desde los 16 años. Tucumano de nacimiento, a los 25 se fue a vivir a Buenos Aires para ocupar el cargo de prosecretario de la sección política del diario Clarín, luego sería el principal columnista político de La Nación. Desde hace 40 años escribe sobre política nacional en los diarios con mayor tirada del país. En el interregno entre la elección en capital y el ballotage, lo asaltó una iluminación, llegó a una conclusión clave en su añosa argumentación sobre política nacional: el peronismo se pelea cuando está lejos de las elecciones, al tiempo que ellas se acercan, reina la paz interna; los opositores, en cambio, trazan alianzas y gestos de unidad, hasta que llegan los comicios, ahí se destruyen en pedazos: “descerrajan una implacable guerra interna cuando se avecinan las elecciones”, fueron sus palabras.
      El pico de unidad en la oposición se vivió durante los días posteriores a la muerte del fiscal Nisman. Massa, Carrió, Macri, Sanz, Binner, Cobos, Pino Solanas, De la Sota, Moyano, Barrionuevo, entre otros, participaron de la enorme movilización del 18 de febrero. “`Ellos´, fueron demasiados”, tituló meses atrás Morales Solá, refiriéndose al discurso de la presidenta que tiende a polarizar entre un ellos y un nosotros. Elisa Carrió dijo: "Hay que ponerle el cuerpo a la marcha del silencio, yo voy a estar ahí. Hay que ponerle el cuerpo a la República y a la Constitución y salir a la libertad, de la dictadura K”. En línea con el 8N de 2012, la oposición se montó sobre el amplio espectro antikirchnerista que adhiere a consignas abstractas, pero esta vez sobre el cuerpo de un muerto por razones políticas. Ambas movilizaciones fueron masivas, si la oposición hubiera optado por sostener un marco de unidad que contuviera a esas enormes masas de gente, ayer Lousteau no hubiera sido noticia.
      Pero la unidad estaba rota de antemano. En noviembre del año pasado, Morales Solá escribió: “El dilema radical abona los sueños de permanencia del kirchnerismo”; en referencia a la cumbre del radicalismo donde cerraron la puerta a un acuerdo con Massa y la abrieron con Macri. El columnista de La Nación encuentra en el radicalismo el peor mal: el internismo disolvente. Anularon el sueño de reunir a Massa con Macri: Gerardo Morales, el jujeño, propuso esa alianza durante el cónclave radical; en Tucumán, los radicales también habían cerrado un acuerdo con el dos veces intendente de Tigre. En la provincia más golpeada de nuestro país, Massa se sacó fotos con el radical José Cano, y con los Orellana, quienes en Famaillá organizan la Fiesta Nacional del Mellizo. Este año juntaron doscientos cincuenta pares o tríos de personas. Ciudad también conocida por su reinado en materia de empanadas y por ser la metrópoli del imperio, al sur de San Miguel de Tucumán, en materia de Centros Clandestinos de Detención entre 1975 y 1977. Massa quedó afuera de un gran acuerdo opositor en noviembre de 2014 por culpa de los radicales; ahora, desde lo más hondo de su internismo disolvente, inventaron a este doble infernal de Larreta, mucho más joven, astuto y carismático que casi deja afuera al pro.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, de quien la editorial Herder publicó este año varios ensayos plagados de amargura, del tipo de la del pesimismo crítico más radiográfico y develador, propone una idea que bien puede servir para evaluar las opciones políticas de la oposición. Diríamos con él, que las movilizaciones hashtag que unificaron a la oposición pertenecen a un nuevo tiempo de la política y la cultura donde el encuentro entre los individuos se produce En el enjambre (2013) digital y no en las masas analógicas que llevaron de un lado al otro a los pueblos durante el siglo pasado. El homo digitalis reemplaza al homo electrónicus de McLuhan; las convocatorias viralizadas aglutinan individuos aún más aislados que aquellos que reunía la masa radiofónica o televisiva. A través del monitor no miramos el espacio público, sino una ventana que da a otra ventana. En este punto, las movilizaciones hashtag, de la oposición, aquí en Argentina, como las que se desarrollaron en medio oriente o cualquier otro lugar del globo, tienen la misma falta. Byung-Chul Han dice que a los colectivos reunidos en el enjambre les está escamoteada el alma que unía a las masas. En su ensayo, evalúa consecuencias políticas, culturales y económicas de esta transformación cuyo epicentro son las redes sociales.
      El kirchnerismo también pertenece a este nuevo tiempo; la diferencia, quizás, radique en que entre las filas del oficialismo hay cuadros que pertenecen a la resistencia del neoliberalismo; no sólo en los organismos de Derechos Humanos, sino en la militancia social de los noventa, exigua, casi intrascendente en su tiempo, pero bien presente hoy en organizaciones como la Cámpora y el Movimiento Evita. Los movimientos de desocupados a fines de los noventa, las organizaciones sociales, que en gran medida fueron despolitizadas desde el Ministerio de Desarrollo Social, pero que lograron permanecer, vinculan a los movimientos de masas del siglo pasado con la militancia de los jóvenes que hoy están en las calles, jóvenes para quienes el 2001 es parte de un pasado mítico que sucedió en su infancia.
      A fin de cuentas, son las estructuras de los movimientos de masas del peronismo y del radicalismo quienes siguen determinando las elecciones nacionales. Cuando el pro quiere salir de la General Paz necesita cuadros radicales, militancia que no tiene ni promueve: cuando detrás de Larreta las siguientes figuras del pro a nivel nacional son Miguel del Sel y Fernando Niembro, queda claro que no hay intención de que algún tipo de militancia vinculada al “alma” de las masas del siglo XX los acepte o los niegue como dirigentes. Las movilizaciones que tanto aire le dieron a la oposición juntaron gente que venía de poner “me gusta” en Facebook.
     La respuesta a la pregunta sobre qué va a hacer Scioli con la militancia kirchnerista no se desprende directamente de su saludo a Menem, pero tampoco es gratuito ese gesto que convoca al electorado de Massa, el sector que lo prefiere “continuidad con cambios”. Lo que es probable es que Scioli se haya percatado de que, sin haber una corrida bancaria de por medio u otro muerto como Nisman de acá a octubre, se están cumpliendo doce años de un gobierno cuyo ciclo no termina siendo desplazado: caso único en nuestra historia. Los indicadores económicos son la clave; la pregunta es a dónde irá la política que no se convoca en Facebook, ¿el pro y el radicalismo están en condiciones de escribir “un relato” que convoque a las masas? ¿Intentarán gobernar el país apoyados por un “enjambre” digital viralizado?
   
Fiesta Nacional del Mellizo, archivo Clarín
 Lousteau creció en las encuestas por su excelente campaña audiovisual en las redes sociales; es un individuo aislado que está lejos de reunir un equipo de gobierno; un perfecto ejemplar de homo digitalis. Su alter ego, Larreta, prefiere los globos de colores a las banderas. La Fiesta Nacional del Mellizo pudo haberlos reunido. Los hermanos Orellana, los intendentes que organizan esta reunión sin par, se turnan en la intendencia de Famaillá, desde 1991. Joaquín Morales Solá, en pleno Operativo Independencia era el periodista estrella en Tucumán, una foto suya cubriendo el operativo, en la zona de Famaillá, fue materia de debate poco tiempo atrás. Aquel año saltó de La Gaceta, en su provincia, a Clarín, en Capital. La Fiesta Nacional del Mellizo no reúne individuos aislados, junta pares y tríos que comparten la contradictoria experiencia del doble.

Pablo Luzuriaga
Buenos Aires, EdM, julio 2015
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