Un sábado de 2015 el sacerdote católico irlandés Pierre “Jalapeño” Pepper se calzó los guantes de boxeo y se subió a un ring montado en el patio trasero de un pub. Frente a un público entusiasta ganó la pelea en el tercer round. Al otro día dio su misa dominical con la satisfacción de saber que habían aumentado los fondos de su parroquia para obras de caridad. El padre Sergei Akimov, de la Iglesia Ortodoxa Rusa, es otro religioso que se sube al cuadrilátero con el objeto de reunir dinero para construir una iglesia en su ciudad. Es probable que ambos se hayan inspirado en el ejemplo de un luchador de catch conocido por el nombre de Fray Tormenta.
En sus tiempos de seminarista el mexicano Sergio Gutiérrez iba a rezar el rosario a una parroquia marginal de la ciudad de Veracruz. Frecuentada por adictos, prostitutas y delincuentes, el ambiente no era muy amistoso. Un día alguien llenó de arena el interior de su auto. Preguntó quién había sido el responsable y la respuesta fue que no volviera nunca más por allí. De repente alguien le hizo una oferta inesperada: si aceptaba pelear con uno de los parroquianos sería aceptado por la comunidad. Aceptó, y luego de vencer a su rival a fuerza de recios mandobles, preguntó: “¿quién sigue?”. El propio Gutiérrez había llevado de muchacho una vida de pandillas callejeras, peleas y drogas. Se entiende entonces que, ya ordenado sacerdote, eligiera ocuparse de niños huérfanos y jóvenes adictos. Después de mucho deambular le hicieron un lugar en una parroquia de Texcoco, aclarándole que no le suministrarían fondos para sostener un orfanato. Fue así como nació Fray Tormenta, el luchador de catch cuyas tomas, patadas voladoras y mandobles suministrarían los fondos necesarios para sostener el proyecto. Él mismo se confeccionó una máscara y eligió cuidadosamente los colores: amarillo, por “la energía que Fray Tormenta debe mostrar en el ring”, y rojo, por “la sangre que Fray Tormenta debe derramar por su orfanato”. Como escribió en su momento Roland Barthes, dentro del ring los símbolos del catch, sus alusiones y gestos presentan al público una significación pura, sin ambigüedades. La particularidad de Fray Tormenta es que cuando sale del estadio con la valijita en la mano sigue siendo Fray Tormenta. En su parroquia Gutiérrez suele dar misa con su máscara puesta y cuando suena el teléfono del orfanato siempre contesta: “estás hablando con el Padre Fray Tormenta”.
¿Cuál fue la reacción del Vaticano frente a los combates de Fray Tormenta? Juan Pablo II, que en su juventud había practicado boxeo, lo bendijo en una de sus visitas a México y le dijo que deseaba que hubiera muchos Fray Tormentas en el mundo. Es my probable que de estar vivo Juan XXIII también le hubiese dado su bendición. Martín Karadagián, el gran prócer del catch argentino, contó en una entrevista que en una oportunidad había peleado con Juan XXIII en una exhibición de lucha grecorromana. Ángelo Roncalli, entonces nuncio apostólico, organizó el evento convocando a varias estrellas del espectáculo para entretener a los mutilados de guerra. El gran Martín siempre conservó un gran recuerdo de Roncalli: “gran tomador de vino - dijo de él - un tipo macanudo... después (del combate) me invitó a comer en la iglesia”. Hubo quienes dudaron del testimonio de Karadagián, pero hablando francamente… ¿cómo dudar de la palabra de un líder de titanes del catch? Resulta vibrante imaginar cómo Juan XXIII y Fray Tormenta hubieran unido sus fuerzas para vencer, en un combate australiano, a villanos del calibre del Diábolo y el Mercenario Joe.
Alcides Rodríguez
Buenos Aires, EdM, marzo 2017
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