Como si una eternidad tirara, sin pestañar
un paquete de algo blando
nos alimentamos de un tibio sueño blanco
y tus sueños penetran en mis sueños
o viceversa
simplemente envuelta
en tu felicidad.
Como una bailarina
como un balcón bajo el claro de luna
palpando cada instante que se va para hacerte cambiar
para que sigas tomando de mis manos
esa arena que se escapa
(Hecha de cosas insospechadas
como temer que pudieras perderte en las profundidades de la bañadera
de plástico azul, jugando con patos salvajes de caucho
o haber descubierto una mueca que nos hace reír y repetirla sin parar
o dormir en un cielo de almohadones)
Mis brazos se cargaron de sentido
cuando te conocí
y puse la cabeza en las estrellas
temblor de unos pétalos que el viento remonta…
aquella maravillosa tensión
de nuestros cuerpos en la luz
la gran respiración bailada
pequeños universos que se encienden y se apagan
parpadeando
Y su belleza, “que a fuerza de ser bella,
promete más que placer”
un tiempo
más entero y real.
Acaso era tu aliento en mis mejillas
o la brisa que trae tu tierna
sonrisa saciada.
La mente dormía y se enrulaba
acariciando entre los párpados el suave
palpitar de la atención…
y escuchaba las cascadas de silencio
donde vibra
mi risa en la tuya
(Dichosa vanidad el despertar, igual que ahora
la irrealidad de la casa ante este sol
como si hubiera arrastrado hacia adentro
digamos, desde el mar, una pureza del espacio.
Las cosas, cuando son verdaderas,
son de una sencillez perfecta: “perfectamente impenetrables”)
Nos embriagamos de un tibio sueño blanco
tan afinado
que fluye en tus ojos cerrados
hasta que revela, como en filigrana
la dulzura de la vida.
Florencia Abbate (Buenos Aires)
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