APUNTES

La nueva Troya, por Hernán Ronsino


Desde hace unos años la historia del siglo XIX argentino se me ha vuelto un objeto de estudio. Y, en especial, esos años que van de la década del veinte a la batalla de Caseros. En ese camino de investigación, descubrí, por la recomendación de un amigo, el libro La nueva de Troya de Alejandro Dumas, padre. Es decir, el autor de Los tres mosqueteros o de El conde de Montecristo firmando un libro que habla del sitio de Montevideo. “Alejandro Dumas, escritor al servicio de Montevideo y adversario de Rosas”, por ejemplo, se lee desde las primeras páginas.
   Según se cuenta, Pacheco, un funcionario de Montevideo, viaja en 1850 a Francia y se entrevista con Dumas. Es Pacheco quien le cuenta a Dumas el relato que, después, según se dice en el prólogo escrito por Daniel Balmaceda, el destacado autor deja asentado en el libro. Sabiendo eso, entonces, mientras leía no podía dejar de pensar en el momento, primero, de la narración oral, en francés, y, después, en la escritura de Dumas basada en los relatos, traducidos, de Pacheco. Tal vez eso sea lo que más me haya atrapado de este libro. La serie de traducciones que van de Pacheco a Dumas. Y de Dumas –que nunca estuvo en Montevideo– traduciendo la narración sesgada de Pacheco.
   Así aparece La nueva Troya. Hay dos relatos que son una buena muestra del esquema que utiliza Dumas para presentar los hechos políticos del Río de la Plata. Una es la pintura que traza del caudillo López. Y la otra es la descripción de Garibaldi. Sarmiento no aparece en primer plano, pero esa metáfora que funda el sanjuanino en 1845 se encarna, otra vez, en la barbarie de las fuerzas rosistas que sitian durante ocho años a la civilizada Montevideo.
   El libro contiene un post-scriptum de Alejandro Waksman, editor, en el que narra de qué modo buscó y encontró este libro de Dumas que, hasta la edición de Marea, era imposible de hallar.




Hernán Ronsino (Buenos Aires)

Sobre el autor ver en EdM: https://escritoresdelmundo.com/2010/04/una-dicotomia-raida-por-guillermo-korn.html
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