Esta escultura (prefiero llamarla así, antes que ‘instalación’) de la brasileña Ligia Pape fue lo primero con que me encontré al entrar al Arsenale, durante la Bienal de Venecia 2009. Poco recuerdo de lo que vi después. Esta imagen apenas se aproxima a lo que vieron mis ojos, y menos puede sugerir lo que sentí: era como contemplar los tremendos haces de luz que atraviesan una catedral, sin la catedral; presentir la presencia de Dios, sin los complejos y toscos aparatos que los hombres han ideado para capturarlo. En esta escultura de Pape, se ha hecho a luz: se ha hecho materia, y todo lo demás se ha desmaterializado.
Carlos Gamerro (Buenos Aires)
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