PIES DE IMAGEN

El soldado, por Miguel Vitagliano

Un ejercicio simple: mostrar esta imagen a personas menores de treinta años que no la hayan visto antes y preguntarles qué ven allí, en qué ciudad piensan que fue tomada la fotografía, cuándo, por qué, cuál pudo ser la circunstancia, etc. Tengo para mí que la mayoría de las respuestas acertará en errar y, sin embargo, cuanto digan tendrá el efecto de aproximarse a una verdad cuando más se alejan.
La distancia y el desencuentro definen esta imagen. Fue tomada por el reportero gráfico coreano Ki Chul Bae y publicada en la revista Gente en julio de 1974; la foto muestra a un soldado conscripto en Buenos Aires llorando la muerte de Juan Domingo Perón. Ki Chul Bae tenía entonces 29 años y desde hacía diez vivía en Argentina. Nunca olvidó el lugar exacto en que posó su cámara, la esquina de Avenida de Mayo y San José; había visto a su alrededor gente desconsolada y ansiaba encontrar un soldado llorando. Una muestra del contraste que hiciera fulgurar el desencuentro entre los vivos y los muertos -no entre la vida y la muerte que siempre van juntas-, entre la firmeza armada y la fragilidad, entre el uniforme que todo lo iguala y el dolor siempre singular. La captura de lo inusual como conquista periodística; es evidente. Aunque también, quizás, y de muy distinta manera, podría interpretarse esa búsqueda como un gesto asentado en el principio de la estética del siglo XX: la verdad sólo puede ser sugerida en el hueco que separa la realidad inabarcable y las versiones posibles que pretenden pronunciarla. Porque si el arte moderno contemporáneo se ha mostrado más verdadero no fue en su pretensión de plasmar una imagen como si fueran todas las imágenes –o como si ni siquiera se trataran ya de imágenes-, sino fue con el gesto de señalar –bastaría pensar en el Guernica- que la posibilidad más potente de plasmar la realidad es afirmar al extremo la imposibilidad de hacerlo. Mientras, la vida del siglo se entregaba a las ilusiones de la cercanía.
Sin duda que la comparación de la foto del soldado y esta visión del arte resultan inadecuadas, cuando no pretextos de una curiosidad impertinente. ¿Podría la foto de un semanario de actualidad, acostumbrado a solazarse en impactos emocionales, mantener algún vínculo, aun remoto, con el arte de vanguardia? Posiblemente no. Pero tal vez la relación se haga más plausible si se incluye la política. ¿Es la cercanía o la distancia lo que la define? En otras palabras: ¿es la armonía del acuerdo lo que hace a la política o, como diría Ranciere, es el desacuerdo lo que la funda? Por un lado son los números que cambian en una cuenta heredada de modo inalterable, por el otro es el cambio radical del sentido mismo de la cuenta. Treinta y dos años después de tomada la fotografía, el Ejército Argentino emprendió la búsqueda, por orden del Poder Ejecutivo Nacional, de encontrar a aquel conscripto para que estuviera presente en la ceremonia de traslado del cuerpo de Perón a su morada definitiva en San Vicente. Se trataba de acortar las distancias entre lo que había sido y lo que debía ser, una cuestión política. Los altos mandos no tardaron en localizar al conscripto, que terminó por ser el equivocado; finalmente dieron con el auténtico, Roberto Vassie, que vistió de nuevo el uniforme de conscripto en ese homenaje del 17 de Octubre de 2006. Por cierto que no era el mismo uniforme; aunque sí lo era, según se entienda la política como una identidad en el acuerdo y no como distancia. ¿Señalarlo es simplemente un detalle, una mera cuestión estética?
Invitado a la ceremonia, Kin Chil Bae se mostró deseoso de reencontrarse con aquel joven tres décadas después. Sospechaba que la memoria de ambos sería desigual; él recordaba hasta la cantidad de tomas que había realizado, ¿conservaría el otro algún detalle en particular? Las ilusiones se inclinan con fervor hacia las simetrías, y las simetrías tienen el don de la repetición. Un desacuerdo entre dos sectores de la organización del homenaje terminó en una gresca en medio de la ceremonia; se enfrentaron por la distancia y la cercanía que cada grupo detentaba con respecto al palco, o al féretro. Hubo golpes de puños, de palos, disparos fugitivos y heridos que no aparecieron en la cuenta.
El acto quedó partido al medio. Kin Chil Bae y Roberto Vassie quedaron sin conocerse después de treinta y dos años de no haberse conocido.
Miguel Vitagliano (Buenos Aires)
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2 comentarios:

admin dijo...

a la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos decían por ahí

Escritores del Mundo dijo...

Exactamente! Me alegra encontrame con la distancia de un lector de Borges.

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