APUNTES

Papeles para una novela de Miguel Vitagliano, por Aníbal Jarkowski


Se escribe desde uno o incluso más lugares; lugares físicos, sociales, profesionales, simbólicos, ideológicos. En el caso de Papeles para una novela, corresponde señalar -porque es significativo- que Miguel Vitagliano escribe desde varios lugares.
    Es profesor a cargo de la cátedra de Teoría Literaria III, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Lógicamente, tiene conocimientos no sólo muy sólidos sino también actualizados en lo que hace a las, a veces sucesivas, a veces simultáneas, teoría literarias. Nada más alejado de la arbitrariedad y el capricho que este libro, más allá de que, en verdad, sea un libro sumamente personal.
    En segundo lugar, Vitagliano ha escrito y publicado numerosos artículos críticos –que, por el tipo de perspectivas adoptadas y por el estilo de sus escrituras, tal vez deberían llamarse ensayos críticos-. Este nuevo lugar, el del crítico, remite a un particular tipo de lector que describe, analiza, señala tradiciones, juzga y a la vez da a la publicidad su modo de leer. Como toda lectura de un lector experto, está determinada tanto por paradigmas teóricos como por concepciones acerca de lo que debe ser la crítica.
    Y algo más. Vitagliano ha publicado nueve novelas desde la primera, Posdata para las flores, de 1991.
    De esas nueve novelas, cinco fueron publicadas en los últimos siete años, y la más reciente, El otro de mí, apareció hace apenas algunos meses. Es decir, entonces, que Papeles para una novela nos llega también desde otro lugar: el del novelista.
    Esos tres lugares -esas posiciones- de enunciación aparecen imbricados; ninguno pasa desapercibido para quien lee el libro con cierta atención, en particular para aquellos lectores que también son expertos –graduados, docentes, investigadores, críticos y, por supuesto, novelistas- o para aquellos que, como los estudiantes de la carrera de Letras, más tarde o más temprano lo serán. Dicho con otras palabras, Papeles también será leído desde distintos lugares.

    Este libro, que presenta distintas teorías, perspectivas y problemas acerca de la novela, pertenece desde ahora a un sistema, el de la literatura argentina, cuyo máximo escritor oficial jamás quiso, o jamás pudo, escribir una novela.
    Sin embargo, yo diría que en más de un sentido éste es un libro borgeano.
    En primer lugar, Papeles para una novela se podría aproximar a las distintas antologías que Borges compuso a lo largo de su vida.
    La antología es un género con numerosos perfiles interesantes, pero al menos puede señalarse uno primordial: el de la felicidad que produce en el antólogo. Etimológicamente, antología es, al fin, un ramo de flores; una cuidadosa selección de flores con las que se intentará componer el mejor ramo posible para ofrecer, en este caso, a los lectores. En ese sentido, en cada antólogo hay una felicidad: la de disfrutar la composición de un ramo para el placer y la inteligencia de los lectores.
    En segundo lugar, Papeles otro rasgo propiamente borgeano parece el de la presentación de contigüidades inesperadas.
    Borges enseñó en la literatura argentina a unir lo muy distinto y a separar lo muy parecido; enseñó a descubrir afinidades imprevistas, muy imprevistas.
    En Papeles, un texto de Goethe es seguido por otro de Sarmiento; uno de Zolá, por otro de Butor; uno de Tolstoi, por otro de John Fowles; uno del casto Henry James, por otro del obsceno D. H. Lawrence; uno de Milan Kundera, por otro de César Aira.
    Esas contigüidades son acaso inesperadas, pero, como en Borges, nunca son caprichosas ni arbitrarias, ni responden siempre a un mismo patrón. En ocasiones, Vitagliano observa afinidades; en otras, oposiciones; en otras, a la vez, simpatías y antipatías, proximidades y distancias. Lo inesperado de esas contigüidades es unos de los encantos del libro –y una de las marcas fuertes acerca de cómo lee un novelista- y además nos revela su composición.
    Por último, un tercer rasgo borgeano acaso sea el de considerar que si la novedad absoluta es, probablemente, imposible en un arte que, como el de la novela, lleva siglos de desarrollo, acaso la novedad pueda residir entonces en el pasado.
    Cuando en la década del veinte los vanguardistas porteños se afanaban por encontrar novedades que los distinguieran del ya tardío modernismo, de la poesía social o de la lírica sentimental, Borges, en cambio, fue a buscar la novedad en el pasado. Así leyó al remoto y enquevedizado Torres Villarroel, como leyó la literatura gauchesca del ya terminado siglo XIX, y construyó una prosa absolutamente novedosa para nuestro sistema literario, al menos la que se extiende entre Inquisiciones e Historia Universal de la Infamia. La novedad venía, como el mismo Borges lo declararía luego, del ejercicio del anacronismo deliberado.
    Papeles también practica en cierta forma ese anacronismo. Vitagliano comenta y ofrece, por ejemplo, el Prólogo a La comedia humana de Balzac; recupera el ensayo Sobre la novela, de Zolá o el dedicado a La moral y la novela, que D. H. Lawrence escribió en 1936. Revela, por primera vez en español, un extraordinario texto de John Fowles, el autor de La amante del teniente francés, muerto en 2005 y cuyas novelas parecen seguir el ingrato derrotero que lo condenará al panteón donde moran los escritores injustamente olvidados. La inactualidad de la mayoría de los textos recogidos por Vitagliano es, entonces, una seña de la novedad de este libro.

Se dijo antes, y se sostiene aún ahora, que Vitagliano piensa y escribe desde distintos lugares, pero Papeles es, sobre todo, el libro compuesto por un novelista.
    Es un libro de alguien que pertenece a esa larga familia que forman los novelistas y en la que, como en toda gran familia, abundan los enfrentamientos, las peleas francas, las tardías reconciliaciones, las alianzas fraternas, las separaciones, las muertes y los nuevos nacimientos. Es una familia cuyos miembros se reconocen de inmediato porque todos llevan en sus lapiceras la misma tinta.
    Para este nuevo libro Vitagliano, compuso un ramo con flores que representan a algunos miembros notables de aquella vasta familia a la que él pertenece por derecho natural.

Aníbal Jarkowski (Buenos Aires)

Papeles para una novela, Buenos Aires, El Megáfono Ediciones, 2010.
Imprimir

No hay comentarios:

Publicar un comentario