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Sobre el cello: Sol Gabetta, por Alcides Rodríguez


Sol Gabetta es una de las cellistas más reconocidas mundialmente. Toca el cello desde niña, recorriendo un camino profesional que une su Córdoba natal, Buenos Aires y Europa. Actualmente reside en Suiza, en donde creó su propio festival de música, el Solsberg festival. En noviembre de 2010 brindó una charla en la librería El Ateneo de Buenos Aires. Comenzó refiriéndose a sus primeros pasos en el mundo del cello.
“El primer cello que conseguí en la Argentina venía del Japón, y fue cuando estudiaba con el método Suzuki. Era un cello medio, o sea, la mitad de un cello normal como los que conocemos, pero igual, para una niña de cuatro años, era como un contrabajo. Los cuatro primeros años se puede decir que tocaba un contrabajo, no un violoncello. Esto me influyó notablemente porque, de alguna manera, yo tenía que dominar el instrumento y la única manera de hacerlo era imaginar, saber qué es lo que quería lograr con él. Habría sido más fácil de haber elegido la flauta, el violín o el piano; sin embargo, era el cello lo que a mí me atrapaba, era eso lo que buscaba. ¿Qué es lo que yo buscaba? No lo podría decir hoy, la verdad no lo sé. Pero evidentemente era algo, no sé, instintivo.
Sobre la relación que mantiene hoy día con su instrumento.
“Hoy en día me doy cuenta que sin el cello no puedo vivir, porque es ya una parte de mi persona. Una puede establecer una relación con cualquier cello, prácticamente como si fuera un amigo o una pareja… Lo que pasa es que hay que saber con cuál, porque, sea el que sea, cada uno de ellos tiene por siempre una personalidad. Sea nuevo o antiguo, da igual. Y como tiene un carácter, la pregunta es: ¿cómo logro yo, con mi propio carácter, adaptarme a esa parte nueva que tengo, a esa “media naranja”, a esa mitad que de alguna manera funciona conmigo? En esta relación hay también una búsqueda más espiritual que, por alguna razón, se establece con determinado instrumento y con otros no. He probado instrumentos que realmente tienen un gran nombre, instrumentos de gran calidad, que me lo querían cambiar, prestar o vender. Nunca los pude recibir… Por alguna razón fue así. (Cuando viajo) hay ciertas empresas de aviones que no aceptan el cello. No puedo sacar un asiento para el cello… y la verdad es que yo me enojo, porque para mí es como si no aceptaran mi marido (risas). A esa empresa la tacho; con ella no viajo más.”
La charla fue organizada por el sello discográfico de Gabetta en el marco de la presentación en la Argentina de su último CD, en el que ofrece su interpretación del concierto para violoncello de Elgar. La cellista expuso algunas de sus ideas acerca de la interpretación. Dato interesante, dado que la más celebrada interpretación del concierto de Elgar es la de Jacqueline Du Pré (1945-1987).
“Pienso que en general toda persona tiene dos perfiles, y sobre todo muchos caracteres, personalidades diferentes. La cuestión es simplemente qué tipo de personalidad, qué tipo de carácter, qué cara uno muestra frente a ciertas personas y ciertas situaciones. Yo creo que por ahí uno no es consciente de todo eso, pero todas esas personalidades, en la música, en la manera de interpretar algo, son muy importantes. (…) La primera cosa que hay que respetar, sobre todo, es el testamento que dejó escrito el compositor. Muchas veces el mayor error de un músico, sobre todo de un instrumentalista, es que imponga sus ideas a la interpretación, a una secuencia; o ver qué puede o quiere crear con esa música. Y quizás así se pierde el respeto de lo que el compositor quiso crear. La única cosa que nadie sabe exactamente es qué fue lo que el compositor quiso crear. Lo único real y verdadero que tenemos en nuestras manos son los testamentos. Esa es para mí la base a partir de la cual me muevo. Y después vienen mis caracteres personales, lo que yo puedo encontrar en mi carácter para la interpretación. Todo tiene para mí dos partes: tenemos dos manos, dos pies, dos ojos, pero en realidad el costado derecho es igual que el izquierdo, o sea, en el fondo es todo muy natural, y yo creo que en la música también lo es. Si todo es brillo, si todo es lindo, si todo está representado por una luz y una lucidez tal… pasa que al cabo del tiempo esa lucidez no se la ve más. Justamente tiene brillo porque también tiene lo opaco. En esa síntesis de estados opuestos está la plenitud que me representa. No es cuestión de encontrar siempre el mejor sonido, sino qué sonido, qué técnica, qué color, necesita un carácter para sonar bien… Y eso es algo muy personal, es una cuestión de sensibilidad, es una cuestión de gustos. Uno puede tocar mucho, saber todo acerca del compositor, pero ¿cómo se llega a la creación de la música? Allí está sobremanera la sensibilidad del instrumentalista, que no debe decir más allá de la línea de pensamiento de lo que realmente el compositor escribió. Lo más importante es sobre todo respetar el testamento, porque nosotros somos intérpretes, no somos compositores. Cuando leo una frase musical, y más en un concierto de dos horas y media, es muy importante al principio saber cuál es mi objetivo, adónde quiero llegar en un recital de dos horas y media. Porque si en la primera parte, en los diez o quince primeros minutos de obra, ya di todo lo que tenía que dar, la hora y media que falta es todo muy aburrido. Y para evitar ser aburrido, hay que saber reconocer qué es lo que uno tiene para dar y cuáles son los momentos de la obra que uno tiene que ir recorriendo. Momentos que a veces son agradables y otras veces no lo son… la música no siempre tiene que ser linda.”
Sobre la improvisación:
“Hay que tener mucha capacidad para improvisar algo interesante. Improvisar no es difícil, el tema es adónde uno quiere llegar con eso. A lo mejor no hay que buscar mucho adónde llegar, sino dejarse llevar por la improvisación. Yo hice, estudié improvisación, pero no al nivel de una Gabriela Montero, por ejemplo, una gran pianista venezolana que improvisa a un nivel impresionante. A ese nivel no, no es mi talento.”
En su último CD Gabetta incluyó otras piezas breves de Elgar, dos obras cortas de Dvorak, el Adagio con Variazioni de Respighi, y una obra para cello, Gramata cellam, especialmente escrita para ella por del compositor letón contemporáneo Peteris Vasks.
“Peteris Vasks es un compositor que quiero mucho y con quien he trabajado mucho. En 2002 ha escrito un concierto de cello para mí (la Gramata cellam). Es una persona muy simple, lejos del papel del “gran compositor”, que busca esa música que haga a la gente más espiritual. De una manera u otra, llega a comunicarse con un lenguaje con el que no es necesario explicar porqué logra comunicar.”

(El video muestra la intrepretación de Sol Gabetta de la pieza de Peteris Vasks.)

Alcides Rodríguez (Buenos Aires)
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