NOTICIAS DE AYER

Redimidas (II Parte), por Mónica Yemayel


El retrato de Aisha Bibi, tomado por la periodista sudafricana Jodi Bieber en un refugio de mujeres afganas, obtuvo en febrero de este año el primer premio del World Press Photo. La nariz y las orejas -ocultas bajo el cabello y el hiyab- amputadas. Un rostro inquietantemente bello que carga con la furia del marido del que Aisha quiso escapar. La foto circuló por el mundo, como dos años antes lo había hecho la de Noyoud Ali, la niña yemení de 10 años que en 2008 consiguió su divorcio. (Ver: Redimidas I Parte)


La escritora somalí Ayaan Hirsi Ali fue más afortunada que Aisha Bibi y Noyoud Ali. Antes de que su familia la obligara a casarse huyó de Mogadiscio, su ciudad natal. Se estableció en Holanda y comenzó allí su lucha por la igualdad de género y la reforma religiosa en los países musulmanes. Junto al cineasta holandés Theo van Gogh realizó un film sobre las mujeres en la cultura islámica. En 2004, el cineasta fue asesinado en una calle de Amsterdam por un joven musulmán; en el cuerpo dejó clavado un mensaje advirtiendo que Hirsi Ali sería la próxima. Actualmente, la escritora vive en Washington. Sus libros (La Virgen enjaulada, 2006; Infiel, 2007 y Nómada, 2010) dan cuenta de la tensión entre las culturas de uno y otro lado del hemisferio que acompañó su vida. Es desde ese lugar que destaca los derechos conseguidos en occidente; sin dejar de resaltar que son logros obtenidos a costa de un subjetivismo tan extremo que muchas mujeres occidentales han perdido de vista lo que padecen sus pares en el mundo islámico, en China, India y otros países del mundo. La escritora, que al igual que Noyud Alí fue nombrada “Mujer del Año” por la Revista Glamour (2005), cree que sólo la transformación del mundo de la fe en el mundo de la razón permitirá terminar con las bases de la subyugación femenina, encubierta bajo las formas de religión y costumbres.


Unos meses después de que Noyoud Ali consiguiera su divorcio, Reem Anees, doce años, hizo su propio intento. Su padre la había obligado a casarse con un primo de treinta años; sólo tenía que decir que sí a todo lo que el hombre pidiera. La joven se reveló y el marido la devolvió a su familia por incumplimiento del contrato matrimonial. De la furia del padre la salvaron los vecinos. Escucharon los gritos, llamaron a la policía y la niña fue llevada ante la justicia. La abogada Shada Nasser tomó el caso, como lo había hecho antes con Noyoud Ali. Pero el juez de esta causa adoptó una posición más ortodoxa: la joven deberá permanecer con la familia hasta cumplir los 15 años y, recién entonces podrá solicitar el divorcio.

Amna al Nasiri -profesora de Filosofía de la Universidad de Sanáa y directora de la revista Tashkil (Plástica)- coincide con la escritora Ayaan Hirsi Ali: sólo cuando se logre separar la religión de la política estarán en el camino correcto. El gobierno habla de igualdad pero para muchos musulmanes la mujer es un ser humano incompleto, un objeto sexual, dice, que no debe estudiar ni trabajar. Por ley, el quince por ciento de los puestos políticos deben ser ocupados por mujeres, y existen proyectos en discusión para elevar esa cuota al treinta por ciento. Pero la profesora no acuerda con las imposiciones, cree en un cambio conjunto de la sociedad, en una nueva posición del hombre respecto al rol de la mujer.
Siendo una de las artistas plásticas yemeníes con mayor proyección internacional podría abandonar su país. Sin embargo elige quedarse; tratar de enseñarles a sus alumnos otra forma de pensar, otra manera de alcanzar la libertad. Cuando todo alrededor es horrible, sostiene, cuando hay guerra en Irak, en Palestina, en África, los artistas debemos empeñarnos en mantener viva la belleza.

La historia y la suerte de Arwa Abdu Muhammad son muy similares a la de Reem Anees. Después de un matrimonio de ocho meses con un hombre de 35 años, la niña yemení, escapó desde la antigua ciudad de Jibla hacia Sanáa. Llegó a un hospital, le brindaron ayuda, y luego fue llevada por la policía ante un juez. La joven de 9 años pidió su divorcio, y mientras espera la decisión final ha quedado al cuidado de unos familiares que apenas la dejan salir a la calle por temor a que el marido vuelva a llevársela.

Por su novela Inho Jessadi (Es mi cuerpo), la escritora y periodista yemení Nabila al Zubair obtuvo en Egipto el Premio Naguib Mahfuz. De Yemen, opina que es un país tolerante en el que han convivido pacíficamente múltiples religiones, y que la desigualdad de género es más un problema político que social. La autoridad del hombre está incrustada en las leyes. Para salir del país, una mujer debe tener un tutor varón que, incluso, puede ser un niño pequeño. Es la persistencia de normas como esta las que modelan un pueblo ignorante y retrógado culturalmente, dice. Mientras tanto, la mutilación genital, la ablación y el abuso sexual siguen existiendo -especialmente en las zonas rurales. Y como en un círculo vicioso sin fin, la única posibilidad para juzgar a los agresores es obtener la denuncia de sus víctimas, algo que casi nunca ocurre por terror a las represalias.

El final de Fawziya Youssef fue otro. Murió el 11 septiembre de 2009. Durante tres días, la niña yemení trató de parir a su bebé que, finalmente, nació muerto. La joven, de doce años, había sido obligada por su padre a casarse con un agricultor.

Temas tan sensibles como sexualidad, homosexualidad, ablación femenina, matrimonio, hiyab, adulterio y divorcio son abordados por Waleed Saleh Alkhalifa en su libro Amor, sexualidad y matrimonio en el Islam (2011). El autor, Profesor del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid y traductor de Gabriel García Márquez al idioma árabe, es un iraquí de sesenta años que con su investigación se propone corregir opiniones erróneas y estereotipadas. El problema, cree, no está en el Islam sino en el uso de la religión con fines políticos, por eso persistirá hasta que no se acepte, como lo ha hecho Turquía, que la religión pertenece al ámbito de lo privado y la política al terreno de lo público. En sus ensayos, asegura que es un prejuicio occidental creer que en la cultura árabe el amor no existe: existe y hay sesenta palabras para nombrarlo según su intensidad.
    Según estimaciones publicadas por El País el domingo 24 de abril, uno de cada cuatro habitantes será de religión islámica en 2030.

Mónica Yemayel (Buenos Aires)
Imprimir

No hay comentarios:

Publicar un comentario