La ilustración titulada “¡Cómo cambian los tiempos!” de Moritz –en realidad un compuesto de cuatro dibujos– nos muestra las transformaciones de una ciudad, en una secuencia temporal. La ciudad es Buenos Aires. Las primeras tres escenas coinciden en mostrar una ciudad de casas bajas, a cielo abierto. En la primera, 1830, un clérigo dialoga con alguien que porta lentes y que lleva su galera en la mano. Respeto por el eclesiástico. O por la dama que a fuerza de miriñaque empequeñece el cuadro, y gana el primer plano. Un gaucho y algún personaje más se suman, lo que no obstaculiza para que en el fondo asome el Cabildo y un poco más allá, la emblemática Pirámide de mayo. Arriba, cerrando, nubes y pájaros. En 1890 el centro se corre y el telón se abre. El plumín de Moritz ahora recrea las cercanías de Plaza Lavalle, donde la revolución del Parque clausura la presidencia de Juárez Celman. Escena de guerra urbana matizada por algunos momentos de vida cotidiana: una gran pava en el fuego y el mate que acompaña a los combatientes, o un inconsciente que saborea una pitada mientras custodia la pólvora. Atrás el cielo contaminado por el fuego de los arcabuces que se disparan una y otra vez. 1913 nos muestra el presente del dibujante. La piqueta del progreso barre con los restos de la gran aldea que deja paso a la urbe moderna. Ciudad derruida por las obras del subterráneo y la edificación en mayor escala. La imagen se asemeja a la que protagonizó el intendente Torcuato de Alvear –maza en mano– cuando se echó abajo la recova que dividía la Plaza de la Victoria. Entre signos de interrogación, 1999. Caos, calles atestadas, trenes que circulan en lo alto, junto a las torres que completan el paisaje. Como si fuera poco, subterráneos, motos, autos deportivos, tranvías y aviones por doquier. De cielo, nada. La proyección distópica de Moritz para imaginar la escena, ochenta y cinco años antes, lo pone en serie con muchos ilustradores, cuentistas y novelistas sobre los que trabaja Margarita Gutman en Buenos Aires. El poder de la anticipación.*
Dos discursos aparecen en tensión: el de la ciudad vertical del porvenir, que ofrecían las revistas ilustradas y el de los planes letrados, que buscaban corregir los defectos de la ciudad real. En el primero el peso lo lleva la idea de lo vertical y las formas tridimensionales. Configura proyecciones de las formas del consumo y el confort. En el segundo, la ciudad se piensa como un todo, su propuesta se basa en lo correctivo. Nueva York como modelo de futuro o París como capital de siglo XIX. Ambas ciudades sirven como disputa entre quienes arrojaban ideas donde la imaginación se impone y la de quienes planificaban una ciudad otra, posible para el futuro próximo. Podríamos decir que la obra de Gutman abarca de comienzos del siglo XX hasta fines de su segunda década, que tiene más de setecientas páginas, y que la selección abarca casi doscientas imágenes escogidas de varios miles de ejemplares de revistas que pasaron por la revisión histórica. Pero como los números nos intimidan y abruman, mejor es decir que su modelo es el de la urbe. No hay un único punto de partida, sus recorridos pueden ser varios y como en la ciudad moderna, sus intereses también. Quien recorra sus páginas podrá conocer las diferencias entre los modelos de revistas populares ilustradas, leer sobre las ideas del futurismo y su recepción local. O repasar los modelos utópicos signados por los nombres de Edward Bellamy, de William Morris o de H. G. Wells. O recorrer las marcas originales que proponía la Argirópolis sarmientina, la Buenos Aires del 2080 de Sioen, o la del siglo XXX que presenta Eduardo de Ezcurra. También está la lectura lúdica de Paul Groussac, o la higiénica del doctor Coni. O el repaso de esas otras que Felix Weinberg llamó Dos utopías argentinas, la del anarquista Quiroule, y la del socialista Dittrich, recuperado por Miguel Vitagliano desde la narrativa. En esa serie se suma La estrella del Sur, del periodista español Vera y González. Novela que relata un viaje en el tiempo que llega al bicentenario de la revolución de mayo. Las ideas del Centenario y sus debates sobre la ciudad también están presentes en este libro. Dijimos novelas y cuentos, pero también fotos y caricaturas, artículos e ilustraciones, comentarios y opiniones. Las que aparecen en Fray Mocho, PBT, Caras y Caretas, El Hogar o en La vida moderna. De forma original o como copia. Con referencia al medio que las publicó originalmente, o modificadas para darle aire local al asunto. Y aparecen flips y flaps –especie de subeybajas gigantes– que transporta peatones por las transidas calles porteñas, aviones, monorrieles, tranvías aéreos, barcos como ciudades, o hilos de teléfono por los que la gente circula. De la mano de nuevas formas de consumo masivo. La novedad del uso de la electricidad anticipa el mundo urbano de servicios.
Vocinglería de voces y discursos múltiples. Armazón sobre el que se recortan y amplían los márgenes de una Buenos Aires futura. En ese mundo ideal, el que hizo de la idea del porvenir anunciado por el Centenario un credo a seguir, no era fácil pensar que una ciudad es, por sobre todo, un territorio de conflictos. Conflictos sobre los que habita la ciudad real. Excediendo en mucho el pronóstico de Moritz para 1999. Porque a ese caos urbano debe agregarse los pliegues de una ciudad, la contemporánea, que nunca deja de señalar sus formas ambiguas, sus límites y las exclusiones que genera esa tensión no resuelta. Creamos o no en globos de colores.
Guillermo Korn (Buenos Aires)
* Margarita Gutman, Buenos Aires. El poder de la anticipación. Imágenes itinerantes del futuro metropolitano en el primer Centenario, Buenos Aires, Ediciones Infinito, 2011.
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