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Palabras: «carácter», por Dardo Scavino


pícteto le recordaba al lector de su Manual que no dependía de él, en modo alguno, escoger el papel (prósôpon) que le había tocado interpretar en la vida, pero sí hacerlo bien o mal. No es raro entonces que los estudiosos de la literatura barroca se retrotraigan a su obra cada vez que buscan los orígenes del tópico del theatrum mundi. El pensador estoico se había limitado a jugar, no obstante, con las diferentes acepciones del vocablo prósôpon: cara, rostro, máscara, rango o dignidad social, personificación y persona. Sus homólogos romanos traducirían el prósôpon griego por persona, una palabra que también reunía todas esas significaciones (y que según algunos filólogos provendría de la misma locución griega aunque a través del etrusco phersu). Es cierto que el español pareciera haber reservado el sustantivo persona sólo para los individuos de la especie humana o para los sujetos del derecho, pero formó con esta raíz los vocablos personal, personaje y personalidad en donde se mezclan lo propio o lo íntimo, lo ficticio o lo teatral y lo público o el rango social (“una personalidad del mundo político o económico”).
    Algo similar ocurre con otra voz que los romanos recibieron de los griegos: character. El verbo charasso significaba en principio marcar, hendir, grabar o imprimir, y de ahí proviene el sustantivo character: huella, grafía, letra, marca distintiva, pero también, y como consecuencia, naturaleza peculiar de una persona y personaje de un drama. A diferencia de los ingleses, nosotros perdimos el sustantivo character como sinónimo de papel o personaje, pero conservamos la idea de caracterizar a un personaje como equivalente de interpretarlo. Y también decimos que una persona actuó o habló en su carácter de presidente, juez o profesor, empleando ahora esta expresión como sustituto de condición, título o función social. ¿Y de qué nos habla esta palabra, carácter, si no es de un significante que representa, en cada caso, al sujeto?
    Basta entonces con que le prestemos la oreja a nuestra lengua para que ésta ponga en entredicho las oposiciones presuntamente flagrantes entre lo personal y lo social, lo natural y lo artificial o la realidad y la ficción.

Dardo Scavino (Bordeaux, Francia)
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