Las mujeres se arreglan, se maquillan, se peinan y perfuman para salir a cenar o para ir a trabajar. Vengan o vayan a donde vayan, las mujeres siempre lo hacen en menor o mayor medida. Algunas con un gusto excepcional y otras con una destreza sorprendente. Por otra parte, el tren siempre fue mi principal medio de transporte. Creo que viajé en todas las franjas horarias posibles. Sin embargo, hubo siempre un encanto en la hora pico, porque es en ese mismo horario todos los días que una se cruza con las mujeres que se maquillan en el tren. Llegan al andén y en cuanto suben buscan un asiento a fin de emprender una tarea digna de todo reconocimiento y fascinación: maquillarse en un medio de transporte público atestado de gente y en pleno movimiento. Es destacable esa precisión tan elegante y sensual que sólo podría compararla en su aspecto técnico con la labor de un cirujano.
Por su parte, ellas juegan su juego sin mirar más que a su espejito. Pareciera que están solas en ese vagón repleto, transformando su cara de sueño en la de una secretaria, médica, estudiante, abogada. Todas coquetas, mirando de reojo a esa audiencia de turno, arreglándose el pelo, y abriendo el juego de una acción tan íntima como el maquillarse, adornarse, a todo aquel que quiera apostar. Pendular entre el desaire y la provocación, la duración de un viaje en tren nos permite ser testigos de esta experiencia que, como dice Simmel: “Es la forma con que cristaliza en conducta positiva la indecisión de la vida, que hace de la necesidad no diré virtud, pero sí placer.”
Carolina Dalmastro (Buenos Aires)
Foto: Del fotolibro Coquetas de Dalmastro, seleccionado para la Feria de Libros de Fotos de Autor que tuvo lugar durante el último agosto en Buenos Aires
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