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Verso a verso I: Marechal, Char, Celan, por Liliana Lukin


na demanda aceptada: escribir sobre un verso…¿qué es eso de un verso, eso que el espacio y el silencio musical le imponen a una frase para que no siga escribiéndose en la misma línea? He revisado mi colección de citas, un poco al azar …y casi todos los versos que me interesaban eran dos: una frase, dos versos, una parte arriba, otra abajo, separadas por la infelicidad de una decisión que no preveía esta hipótesis de trabajo: escribir habiendo decidido lo indecidible. 
    Cuando me ofrecieron el trato, pensé en éste: “con el número dos nace la pena”. Ah, Marechal, qué envidia ese verso, me dije, pero la vanidad no me permitió aprovechar tanta eficacia…Así es que seguí buscando: si algo hay en mis bibliotecas y estantes de trabajo son libros marcados, y el camino de los libros marcados siempre lleva a Roma, es decir a amor, que es antiguo, duerme bajo capas de ceniza y nunca deja de estar rodeando los lugares donde fructificó. 


    Me tuve que decidir, es cierto, en poco tiempo, tendría que tener , pensé, la ‘pila de libros para búsqueda de versos’, el archivo, el recorte en ese infinito de lo que cae en el olvido. Así, encontré algunos que adolecían de inconclusión, o eran maravillosos, pero siempre subsidiarios de las palabras que le seguían a continuación, o eran sólo bellas frases: no creía tener en ellas dónde morder…Soy una lectora de escrituras, pero cuando me encargan un trabajo soy una lectora carnívora, voraz, despiadada. Hasta que dí con éste, de René Char: 

     “Impone tu suerte, encierra tu felicidad y ve hacia tu riesgo.” 

Es del libro Les matinaux, de 1950. Cuando en 1998 publiqué Las preguntas, fue uno de los epígrafes en la primera, blanca página. Adentro, en la mitad, los epígrafes eran dos fragmentos: de una carta de Marina Tsvietáieva y de un ensayo de Simone Weil. 
    En la presentación del libro, el verso fue señalado, analizado, por estar el verbo en modo imperativo, y curiosamente, acompañado de otros, también en imperativo, del poema de Paul Celan “Habla tú también”, por lo cual fui sometida a interpretación interesante: 

     “no separes el no del sí / (...)/ dice verdad quien dice sombra.” 

Lo del imperativo…debo decirlo, fue una casualidad de las que no existen, seguramente no escuché, en ambas citas, la música del imperativo, no fui conciente de ese detalle hasta que me fue marcado, como los libros. Era la idea de una absoluta determinación, de un poder, de un deseo sin límites, de la presencia de la profundísima felicidad solitaria que pedía Rilke, lo que había en ese verso para mí, lo que en él me hablaba. 
     “Impone, encierra, ve / suerte, felicidad, riesgo.”, una perfecta y austera estructura paralela, de tres sustantivos y tres verbos, sustantivos que son ideas, impulsos, posibilidades, no objetos, nada visible, y verbos activos que no piensan ni dudan, crean, mueven, deciden, como la pasión. 
    La combinatoria del verbo con el sustantivo que le corresponde es tal, que otra funcionaría, por ejemplo: “impone tu felicidad, ve hacia tu suerte, encierra tu riesgo”, resulta verosímil para el lenguaje, pero se puede escuchar cómo en esa alteración del texto del poeta la música se ha roto: es otra cosa entonces lo que se dice. 
    Podemos seguir rompiendo la mecánica, como en un juguete y ver qué es lo que se impone, qué es lo que se encierra y hacia dónde se va, y encontrar que esas palabras están combinadas del modo más sutil, y en el lugar más perfecto y como talismanes, operan en el mundo: de allí el poder con que nos afectan. 
    Y yo, que he accedido al original en francés mucho después de haber usado el verso como epígrafe, pude asegurarme de que la traducción, de Raúl Gustavo Aguirre era literal. Pero hace un instante he ido a buscar la fuente en francés, y ví con sorpresa que, por alguna cuestión que ya no recuerdo, en mi libro la cita efectivamente es un solo verso, lo que me permitió decidirme hoy por ella con alegría, pero en el original, ese verso continúa, después de un punto, con parte de lo que siempre consideré el segundo verso de aquel epígrafe: 

     “Impose ta chance, serre ton bonheur et va vers ton risque. A te regarder, ils / s'habitueront.”    

Así que, por el camino del amor, adonde todos los caminos de esta búsqueda me llevaron, traicioné la consigna sin querer, no he sido lo estricta que debía: me declaro irrespetuosa con todo placer y gran inocencia, porque he cumplido escribiendo y declaro que el verso entonces dice: 

     “Impone tu suerte, encierra tu felicidad y ve hacia tu riesgo. A mirarte, ellos /
     se acostumbrarán.”

     Que se acostumbren.

 Liliana Lukin
 Buenos Aires, Argentina, EdM, mayo de 2012
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