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Lucha Armada en la Argentina de hoy, Por Pablo Luzuriaga


Paraje Pilo Lil, Ruta 23, Neuquén
El 7 de marzo pasado, en el paraje Pilo Lil ubicado sobre la ruta 23 entre Junín de los Andes y Aluminé, José Eduardo Aigo, un policía neuquino fue asesinado mientras hacía horas extras en la brigada rural. Al acecho de los cazadores furtivos que asolan las tierras de los grandes propietarios; Aigo, junto al oficial Pedro Guerrero, detuvieron a una Mitsubishi L200 en medio de la noche, eran las 2:30 horas de la madrugada. En el vehículo había tres personas. Mientras las revisaban, una de ellas comenzó con la balacera y, junto a otro, se dio a la fuga. El chofer quedó con Guerrero y el oficial Aigo herido de muerte. 


    Al volante de la camioneta estaba el hijo del actual Intendente del Frente para la Victoria en San Martín de los Andes. Los dos prófugos de nacionalidad chilena, Jorge Antonio Salazar Oporto, quien habría comenzado con los disparos, y Alexis Cortés Torres todavía no fueron apresados. Rastrillaron la cordillera de ambos lados más de doscientos agentes, incluso hubo suntuosas recompensas. Los dos chilenos aparecen buscados en la página de Interpol. Las especulaciones acerca de su móvil, qué los llevó al asesinato, fueron de la caza furtiva al narcotráfico y de ahí a guerrilleros chilenos perseguidos escondidos en Bariloche: en la prensa (El Mercurio, 2/04/12) nombraron al MIR-EGP y al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, ambas organizaciones confirmaron esta información en una serie de comunicados conjuntos aparecidos en la página del Centro de Documentación de los Movimientos Armados (CEDEMA).
    En el cuarto comunicado conjunto el MIR-EGP y el FPMR anunciaron: “Comunicamos hoy que nuestros hermanos Jorge Salazar y Alexis Cortés lograron salir victoriosos del cerco militar desplegado en su contra en las montañas de nuestro sur andino del Wallmapu”. Circulan varias cartas, en una Cortés y Salazar escriben reconociendo el asesinato, explican que tuvieron que elegir entre darle muerte al sargento ayudante Aigo o una condena perpetua y justifican su acción en el marco de la guerra revolucionaria; otra carta es la de sus familiares enviada a la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, donde piden por la vida y la seguridad de ambos. Los familiares también entregaron una carta al presidente de Chile.



    Juan Marcos Fernández, el hijo del Intendente de San Martín de los Andes que llegó al gobierno desde el Frente para la Victoria tras una elección histórica contra el tradicional MPN (el partido provincial de Sobich), en el momento en que fue encontrado con las manos en el volante vivía en una chacra de Bolsón, en el Mallín Ahogado. Según declaró en conferencia de prensa, desde fines de 2011, junto a su mujer, Analía Godoy, venía levantando una casa de adobe con sus propias manos, allí tenía ovejas, gallinas, una huerta bien trabajada y unos cuantos frutales. Lugareños con los que pudimos hablar los describen como gente tranquila, de esos que se juntan a tomar mate y hablar de cómo quieren vivir la vida cerca del arroyo y no tanto del pueblo. En sus primeras declaraciones frente a la justicia, Juan Marcos dijo no conocer a los combatientes chilenos, explicó que él con su camioneta hacía fletes y que había sido contratado para trasladarlos sin conocer su pertenencia a las organizaciones armadas. Luego, la justicia encontró que Juan Marcos sí los conocía, él mismo aportó fotografías donde aparecía uno de los prófugos, lo que no pudo determinar el juez es qué grado de conocimiento tenía el hijo del intendente acerca de la verdadera identidad de Salazar y Cortés. En la prensa llegaron a hablar de una escuela de formación de cuadros armados en las pacíficas tierras de Bolsón. 
    Las discusiones públicas sobre la Lucha Armada en Argentina se han desplegado de variados modos durante los últimos años en los principales centros urbanos del país: en Córdoba se inició el debate más fructífero en este sentido, donde participaron intelectuales y militantes en respuesta a la carta de Oscar del Barco sobre el mandato de no matar; en Buenos Aires, la revista Lucha Armada en Argentina fue un éxito de ventas. El debate en términos generales vuelve sobre lo actuado en el pasado, existen muchos puntos de vista al respecto desde aquellos que son críticos y autocríticos, a las posiciones que justifican la toma de las armas frente al contexto de las dictaduras militares y las que lo hacen en el marco de la guerra revolucionaria. Pero sobre la opción por las armas en la actualidad hay dicho poco y nada. Como un secreto a voces circulan versiones que hablan de entrenamiento militar de autodefensa en algunas organizaciones de los nuevos movimientos sociales en los años noventa, desde aquellos que se plantearon terminar con los robos de los rastreros en los barrios humildes a quienes se preparaban para combatir la represión en rutas y calles, pero el debate sobre este accionar para nada generalizado nunca tuvo demasiada relevancia; tampoco el debate más extendido sobre la portación de armas por parte de cuadros de los principales partidos y movimientos estudiantiles como un común denominador hasta hace muy poco tiempo. 
    En el imaginario público de San Martín Andes y Junín de los Andes muy rápidamente circuló la idea de que el hijo del intendente estaba vinculado a los combatientes chilenos que se encontraban clandestinos en el país. La familia del sargento ayudante Aigo y algunos otros personajes públicos de Junín incluso lo tildaron de asesino en los primeros días. En distintos medios aparecieron apelaciones a la justicia, pidiendo que se esclareciera el caso y que si Juan Marcos era culpable que no importara hijo de quien sea, que fuera preso. Apelaciones a la justicia que pedían que no se repitiera el pasado, que daban a entender una filiación entre el presente y el pasado de la opción por la Lucha Armada: actividades “sediciosas”, “subversivas”, “terroristas” o guerrilleras eran adjudicadas a los pobladores del Mallín Ahogado y esa línea investigativa fue la que provocó el mayor interés por parte de lectores, radioescuchas y telespectadores de los programas locales. El intendente que llegó “con los votos de Cristina” tiene un hijo subversivo podía ser parte de un diálogo de café. 
    El debate de la izquierda y del progresismo sobre la Lucha Armada en Argentina producido durante los últimos años, si bien fue público, no se extendió al conjunto de la sociedad. Es probable que muchos crean que aún no es tiempo de que el accionar de muchas de las víctimas del terrorismo estatal sea puesto en tela de juicio. En 2006, Pilar Calveiro pudo formular su demoledora autocrítica en su libro Política y/o Violencia; Oscar del Barco puede cuestionar las muertes que provocó el che Guevara desde la revista Intemperie; Nicolás Prividera, hijo de una detenida-desaparecida y director de cine, puede cuestionar la “Carta a Vicky” de Rodolfo Walsh, desde la revista El Ojo Mocho; pero eso no parece posible en un programa de televisión de cadena nacional. ¿Cómo lee la opinión pública de dos ciudades fundadas por Regimientos Militares el vínculo entre el hijo de un intendente del Frente para la Victoria con la guerrilla trasandina? ¬ ¿Qué piensa de la Lucha Armada en Argentina el hijo del intendente de San Martín de los Andes? ¿Qué piensa de la Lucha Armada cualquier militante joven en la actualidad? ¿Hasta qué punto la crítica de aquel momento histórico, formulada durante los ochenta, durante los noventa y más públicamente durante la primera década de dos mil, es una tradición política para las nuevas generaciones?
    Si Juan Marcos conocía las actividades de los reconocidos combatientes chilenos cuando los llevaba a Aluminé a las 2:30 horas de la madrugada o no sabía quiénes eran quedó como un manto de duda en la sociedad neuquina; a pesar de que los propios combatientes en su carta le quitaran todo tipo de responsabilidad y de qué él mismo hubiera colaborado con la investigación que intentó sin éxito dar con los prófugos. Si sabía quiénes eran y efectivamente en Mallín Ahogado hubieran intentado desarrollar una escuela de formación para un comando armado de alguna organización política entonces cabe preguntarse por el derrotero del debate sobre la Lucha Armada en los setenta; si no sabía y los combatientes chilenos estaban allí de incógnito y aprovecharon quién era Juan Marcos para usarlo como traslado por la zona donde su padre era el intendente; entonces también cabe preguntarse por el derrotero del debate sobre la Lucha Armada en los setenta al evaluar la reacción de la sociedad de Junín y San Martín de los Andes. 
    En la carta pública firmada por Cortés y Salazar explican el asesinato de Aigo del siguiente modo: 

“Intentamos hasta último momento que terminaran de hacer su registro y verificaciones, pero cuando nos plantearon llevarnos a la comisaría para un chequeo más intenso, tuvimos que actuar en consecuencia, dado que ahí se ponía gravemente en riesgo nuestra libertad y de parte de uno de nosotros, quizá a perpetuidad.     Por tanto, no hubo reacción precipitada o antojadiza, no menos premeditada, sino un incidente enmarcado en el histórico conflicto social y de clases del cual somos parte”. 

Por lo menos desde el pasaje de G. Lukács al partido comunista y su famoso escrito “Táctica y ética” queda claro el vínculo entre el accionar revolucionario con la tragedia. Saber que se hace un mal para hacer un bien y llevar a cabo la acción con esa carga es la fórmula trágica por excelencia. Al perfil trágico con el que queda marcada la acción de ambos combatientes chilenos en su texto la acompaña asimismo una suerte de proyección mística de raíz Mapuche y contenidos hagiográficos: 

“Aún no sospechábamos lo que nos tocaría vivir en todo ese tiempo: una odisea y a la vez un viaje místico por nuestro wallmapu. El primer indicio de ello fue en el amanecer cuando un traru (águila mora) se para en el acantilado muy cerca a acompañarnos en nuestra en nuestra trinchera. El segundo, al atardecer nos sobrevuela en forma rasante un gran manque (cóndor). (…) 
    Fueron días y noches de muchísima presión, los más duros de nuestras vidas, pero también los más mágicos. Se trata de la relación con la Ñuque Mapu, la madre tierra, que con el paso de las semanas se hizo vital y única aliada para lograr sobrevivir en esas condiciones, terreno y clima. (…) 
    Después de dar cuenta de una larga, durísima pero victoriosa lucha contra el enemigo y contra nuestras propias limitaciones, de comprometernos con la Ñaque –Mapu, hoy estamos más fortalecidos y convencidos del camino de nuestra lucha de resistencia y construcción del poder popular insurgente, autónomo y libertario”. 

Héroes trágicos que hacen el mal para hacer el bien, acompañados de misticismo mapuche en una travesía que confirma sus valores como al caballero andante sus pruebas. Se trata de un texto construido bajo esa gramática que podríamos decir es propia de la lucha revolucionaria e insurgente del pasado siglo y que todavía persiste como lengua que le da sentido al accionar de estas organizaciones. 
    La pregunta que cabe aquí es cómo hablar de esa gramática, cómo pensar en esa tragedia, hasta qué punto la sociedad todavía tiene mucho que discutir sobre este aspecto al tiempo que se desarrollan los juicios contra los responsables de los crímenes de lesa humanidad y la impunidad en la que vivimos durante tantos años termina.

Pablo Luzuriaga
Buenos Aires, EdM, Junio 2012
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