RELATOS

Tres relatos breves, por Raúl Tamargo


Las sobras

Cuando hablo de más me lleno de remordimientos. No sé qué hacer con ellos, sino esperar que se desgranen bajo la persistente lima de los quehaceres cotidianos. Con las palabras sobrantes, por el contrario, soy expeditivo; antes de que se echen a perder las guardo en frascos de conservas que ordeno en línea dentro del freezer. Con ellas cocino sopa magra, de tanto en tanto, cuando atravieso etapas de frío y de silencio.


Fuga mundial

Como un verdadero cuerpo técnico, un grupo de presidiarios organizó la fuga con cuidado meticuloso. Así como un entrenador analiza a su adversario, ellos estudiaron en detalle las costumbres, debilidades y pasiones de los guardias del penal. Las conclusiones de esos estudios determinaron la fecha del escape. 
     La pequeña élite confiaba excesivamente en sus propias fuerzas; subestimó la importancia del trabajo en equipo; descuidó la observación de las debilidades propias. 
     El 29 de junio de 1986, los jugadores que debían acompañarla en el campo de juego prefirieron esa otra inefable forma de libertad que les brindaba el televisor. Tres veces se abrazaron con sus carceleros. 
     La fuga fracasó, pero solo los líderes sintieron arrepentimiento.


La absolución

La defensa pensó una estrategia basada en la discapacidad psíquica del criminal. Sin embargo, los asesores la desalentaron; sostenerla hubiera significado internarse en un terreno en el que todo es conjeturable y no es con teorías no demostradas como se convence a un jurado. 
     A juzgar por los resultados obtenidos, el segundo plan era el correcto. El argumento de la defensa fue que el imputado había actuado bajo estado de emoción violenta. De cualquier modo, hay quienes afirman que no tuvo influencia en la decisión final y que la única evidencia que el jurado tomó en cuenta fue la expresión inocente en el rostro del acusado. Son aquéllos también quienes afirman que el tribunal falló con justicia, como lo demuestra el hecho de que una vez leído el veredicto, el imputado no paraba de mover la cola.

Raúl Tamargo
Buenos Aires, EdM, junio de 2012
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