El libro Las transformaciones y los símbolos de la libido de Carl Gustav Jung apareció en cuatro ediciones, la primera en 1912, la segunda en 1924, la tercera del 1937 (con cambios menores), y la cuarta del 1950, que tiene grandes cambios con respecto a la de 1912. La primera versión fue reimpresa en el 91 por su importancia histórica. Significaba en su tiempo la ruptura con Freud y a la vez establecía los fundamentos de la escuela analítica del psicoanálisis; es decir, contiene elementos para una teoría del inconsciente colectivo, de la individuación y de los arquetipos (aquí todavía llamados “símbolos”).
En las ediciones de obras junguianas previas al 45 son frecuentes las revisiones. En muchos casos sirven para disfrazar las raíces ideológicas y las simpatías derechistas, y hasta fascistas, de Jung. Hoy se han recuperado estos textos. Por ejemplo, la declaración de su simpatía hacia Hitler en el artículo sobre Wotan y sobre el alma colectiva alemana, así como su intención de formar una asociación psicoanalítica aria y antisemita (Gess 2005).
Los discípulos han dimitido estos documentos como una aberración temporal o lo han excusado atribuyéndole a Jung una excesiva ingenuidad política. Lo que se ha discutido menos es el racismo sistemático en sus obras, y en particular las derivaciones racistas de la teoria de arquetipos y del inconciente colectivo. Quiero hacer aquí una comparación de la primera edición Wandlungen und Symbole der Libido [WSL] de 1912 (Jung 1991) con la revisión del libro titulado Símbolos de la transformación (Jung 1995) de 1950. Hay una versión digital de la segunda edición en la red, que permite de localizar las referencias que hago. Basta buscar palabras como “Neger” o “Rasse” o “niedrig” y “primitiv” en el texto. (https://openlibrary.org/authors/OL17370A/Carl_Gustav_Jung)
I
El libro (Jung 1991) se divide en dos partes. Compara los símbolos con las fantasías personales de una tal “Miss Frank Miller”, publicadas en el 1906, con los símbolos míticos y arcaicos, es decir colectivos, de la cultura europea y norteamericana. La primera parte (I) se dedica a los símbolos del padre, la segunda de la madre (II). Jung conecta los símbolos personales y colectivos con su nueva teoría. La llama la teoria genética de la libido (II.2) y la opone a la de Freud. Brevemente resumida, esta teoría presupone una energía psíquica anterior y apartada de la libido sexual. Es la energía colectiva de preservar la vida individual y del grupo. Consiste en instintos parciales de alimentación, propagación, de hacer nidos y de proteger la estirpe. La libido para Jung es un instinto de vida. Lo compara varias veces con “la voluntad” en Schopenhauer. Los instintos parciales se pueden teñir con el instinto sexual. Puede ser reprimido, transferido a otros objetos o subsumido en fantasías infantiles. Los instintos humanos serían una herencia del mundo animal y forman un “haz” colectivo de toda la humanidad. Todos tienen una libido de padre y una libido de madre; así que las dos formas básicas de la libido aparecen en las fantasías de Miss Miller y en los mitos del mundo arcaico.
El texto de Miss Miller sirve puramente como hilo rojo para establecer algo mucho más ambicioso: Jung pretende demostrar que el pensamiento humano es un producto evolutivo de la libido. El subtítulo de la edición del 1912 es: “Beiträge zur Entwicklungsgeschichte des Denkens”, es decir “Contribuciones a una historia evolutiva del pensar.” Algo que va mucho más allá de la revisión de la teoría de la demencia praecox, que Jung pretende de corregir en Freud.
¿Cuál es la conexión entre esta teoría evolutiva de la libido, de sus transformaciones, y el racismo? Yace en la ecuación de los “primitivos” con infantes. Muchas son las referencias a tribus o razas de nivel bajas o inferiores en WSL. Conté 22. Suiza no tenía colonias en el 1912, pero el pensamiento de negros e indios como razas inferiores o infantiles era muy frecuente en Alemania, Francia e Inglaterra, los principales centros coloniales. En I.5 Jung cita Houston S. Chamberlain sobre bastardización y suicidio biológico a través de los ascetas. (Jung defiende la bastardización como algo vitalizante). Observaciones extremamente racistas como la que propone sobre los negros -todo lo que hacen más allá de la nutrición concierne sexualidad, violencia y crueldad (II.7)– son relativamente raras, aunque siempre conectadas con la evolución de la libido. Lo que tienen en común los niños y los primitivos es que expresan sus intenciones en símbolos inconscientes del primer modo de su adaptación a la realidad; es decir, obedecer a la prohibición del incesto. En las fantasías de Miss Miller aparecen su libido hacia el padre y sus deseos de subliminarla en símbolos del creador y de la polilla que se quema acercándose al sol (I.4 y I.5). En los mitos y relatos arcaicos (II.4 y II.5) aparece el héroe masculino tratando de separarse de la madre (quien se muestra en múltiples símbolos), al mismo tiempo que busca reunirse con ella para renacer (si es necesario para recrearse como su hijo a través del incesto).
Según Jung son las religiones y los mitos los que ayudan al ser humano de pasar hacia la humanidad colectiva y, a la vez, la que lo individualizan, diferenciando sus impulsos básicos, su “Urlibido”, y subliminando esta libido arcaica (de carácter pre humano).
El modelo evolutivo de Jung debe menos a Darwin y más a Herbert Spencer (al quien cita una vez), aunque deriva básicamente de Nietzsche. La afinidad de WSL con Nietzsche, con sus conceptos de la voluntad y de la evolución, ha sido tema de estudios recientes (Liebscher 2004). Jung apoya su modelo en pocas premisas (II.2). El pensar humano se desarrolla del fantasear libidinoso hacia el pensar dirigido a través de la subliminación. Tanto en los infantes como en las razas humanas: la ontogénesis repite la filogénesis. Los seres humanos son duales: en parte un producto biológico, en otra un producto cultural. Todos los seres humanos nacen con un inconsciente libidinal, es parte de su herencia biológica. La libido tiene su origen en los órganos que producen el hambre, el óvulo y el semen. Es la herencia animal del ser humano. La fantasía infantil y la fantasía primitiva circulan sobre el imago de la madre y el imago del padre. (Jung sustituye el concepto del “complejo” con el de la! “imago”). La transformación de la fantasía libidinal al pensamiento humano es un trabajo cultural de subliminación, principalmente acompañado por los mitos y las religiones. Es en particular la religión cristiana que ha domesticada la libido animal con la proyección de los imagines del padre y de la madre en el cielo. Ella organiza la regresión al imago como sistema de subliminaciones (I.1).
Estas premisas nos permiten de analizar las referencias racistas de Jung en WSL más sistemáticamente.
Jung distingue cinco etapas en el desarrollo humano: el mundo animal, el mundo primitivo, el mundo antiguo, el mundo cristiano y el mundo moderno (poscristiano). La mayoría de las referencias racistas se refieren al mundo primitivo y antiguo. Pero también hay algunas dirigidas al mundo moderno.
El mundo primitivo, según Jung, es todavia semi-animal. Los bárbaros y las tribus relativamente bajas piensan fantásticamente como los infantes. La prohibición del incesto crea la vista arcaica del mundo y el hombre primitivo sufre antes de todo de un deseo permanente del incesto (II.4). Jung encuentra en todas las mitologías que cita “un antropomorfismo sexual” (II.7), es decir casi todos los símbolos se refieren al coito. Al mismo tiempo, los mitos desarrollan analogías que guían al primitivo hacia el pensamiento. Del otro lado encuentra una pereza notoria en hombres primitivos, y en las razas más bajas las técnicas culturales, como hacer el fuego o arar que se abren paso muy lentamente entre el onanismo y el juego con el coito incestuoso (II.3)
Repití estas fantasías de Jung sin comentario, para mostrar que su “pensar dirigido” en este libro obedece a los prejuicios más burdos de su tiempo, y no a la investigación. Más claro se hace este racismo cuando Jung se refiere a contemporáneos como los “hotentotes” (un término racista para los Khoi Khoi) o los “bosquimanos” o al deseo continuo al coito en los negros (II.7), una raza baja, una de las razas más bajas entre los seres humanos, en contraste con el espíritu germánico concebido como el fondo biológico del pensar en el escolasticismo (I.2). La referencia a Nietzsche para apoyar esta tesis muestra una de las fuentes del racismo de Jung. Es un racismo biológico, porque las razas se definen para Jung (cosa común en 1912) por la parte animal del hombre. No quedan dudas, Jung piensa que los negros pertenecen a una raza inferior, porque están todavía muy cerca de los animales. (Hay dos referencias similares también hacia los pueblos indígenas.)
Más sorprendente resulta el pensamiento de Jung al caracterizar el mundo de la antigüedad, el mundo clásico de griegos y romanos. Concibe que no alcanzaron a producir ciencias, solamente mitología. ¿La razón? Porque no consiguieron subliminar su libido. Pensaron fantásticamente como las razas inferiores (I.2). Las religiones pre-cristianas tienen dioses teriomorfos que indican que la predominio de la animalidad en los antiguos. Los misterios, sostiene, muchas veces se transformaron en orgías. Sufren de una libido compulsiva (Libidozwang) que se debe a la esclavitud negra que dejó ociosos a griegos y romanos; es que solamente el trabajo obligatorio puede drenar la libido (II.7) ¿No eran los negros de una raza inferior que pensaron solamente en el coito? ¿Es la raza o el trabajo lo que construye al ser humano?
No es necesario ser un especialista de la antigüedad griega para reconocer la ignorancia que Jung demuestra con respecto a la historia cultural. De nuevo, parece ser Nietzsche, con su culto dionisíaco, quien ha formado esta fantasía en Jung.
Sería sencillo relegar todos estos dislates junguianos a un “pecadillo de juventud”. De hecho, Jung mismo lo hace en su introducción a la cuarta edición. Sin embargo, tenía 37 años cuando escribió el libro. Además, en la introducción a la tercera edición (cuando tenía 52 años) insinúa de modo ominoso que la racionalización no es suficiente, y que la historia enseña que factores irracionales juegan el papel más importante y decisivo en ella. Por lo visto, los sucesos contemporáneos apoyan este entendimiento: es 1937, el año de Wotan.
II
¿Cuántos de estos “razonamientos” persisten en la edición revisada del 1950? Las editoras de las Obras hacen en su introducción (Jung 1995,9-10) un resumen breve de algunas modificaciones: Jung ha aumentado su texto, ha quitado secciones enteras y ha insertado parágrafos nuevos. El estilo es más simple y menos “combativo”. Y el esquema conceptual ha cambiado hacia la nueva terminología de Jung (arquetipos, animus-anima, sombra etc.). También ha cambiado el concepto central de la libido.
Una comparación detallada de los 411 páginas de la primera versión con las 561 de la cuarta (tiene ilustraciones) se nos imposible aquí por razones de espacio. Pero vale la pena buscar las huellas indicadas del racismo en la cuarta edición. Uno espera que hayan desaparecido, porque Jung tuvo ayuda de muchas personas en la revisión (Jung 1995, 15). Veamos.
Efectivamente, ha eliminado casi todas las referencias a “razas”, “tribus inferiores” o “infantiles”. A veces cambia la designación a “el primitivo” (1995, 43, 36) y en vez de “raza” utiliza “la continuidad de la vida” (254). Aun así la analogía “del primitivo” con el infante queda como una ley biológica intacta (43), igual que la notoria pereza de los hombres primitivos (196). Jung elimina una referencia a la deficiencia “infantil-arcaica” de individualidad (349), pero retiene un pasaje largo explicando que principalmente el cristianismo ha reprimido la libido y preparada una cultura con individualidad (100). La notoria referencia a la crueldad, violencia y sexualidad “del negro” ha desaparecido, sin embargo Jung retiene una fantasía de Miller, ahora caracterizada como “su sombra,” y añade “El representante de una cultura más baja caracteriza la parte inferior del hombre” [mi traducción] (230). Aunque el subtítulo de la cuarta versión sugiere un abandono del modelo evolutivo, el pensar humano sigue desarrollándose del infante y primitivo hacia el adulto y civilizado. Y la fórmula “el primitivo” (en singular) se retiene como un prejuicio, un clisé.
Aun pese a todas las modificaciones terminológicas, Jung conserva el esquema evolutivo de la primera edición, ese en el que el pensar controlado es un prerequisito de sociedades avanzadas (y cristianas) y donde el pensar fantasioso queda relegado a los primitivos, los niños y los neuróticos. Insiste en lo mismo también, en 1950, con respecto a la individualidad y la individuación (510): primitivos, niños y neuróticos carecen de ellas. Es cierto que en una nota agregada después de la primera versión, Jung corrige el racismo inherente de su conceptualización para los arquetipos: cuenta que cuando fue a investigar a Washington, notó que los negros neuróticos comparten los arquetipos con los neuróticos de Suiza. Arquetipos que no son específicos para distintas razas, sino que son una “disposición funcional” de todos los seres humanos (135). Unen a los individuos con los niños, primitivos y neuróticos. Pero el pensar fantasioso es dominado por los arquetipos y solo el pensar controlado o dirigido los puede analizar. Y es ahí donde el primitivo falla.
III
En conclusión, el inconsciente colectivo contiene una disposición funcional que deriva de un fundamento biológico, la sexualidad o, más general, el instinto de sobrevivir. Distintas culturas, especialmente sus mitos y rituales, canalizan esta libido. Algunas celebran la sexualidad y quedan atrás como primitivas. No se liberan de la madre que simboliza el inconsciente. Solamente a través de la prohibición del incesto y en la represión/integración de la sexualidad a través del cristianismo (con sus proyecciones del padre y la madre al cielo), algunos hombres se liberan para hacerse individuos con un pensar dirigido que les permite de ayudar a otros (como a Ms. Miller) y así vencer esta disociación entre consciente y inconsciente que puede derivar hacia la esquizofrenia. Una vez más: incesto – cristianismo – psicoanálisis analítico. (¿Qué diría Foucault de todo esto?) Así Jung, en su nueva conclusión a su obra, ofrece sus interpretaciones de mitos como un método terapéutico para ayudar a sus pacientes a que puedan hacerse consciente de sus disposiciones. Los arquetipos mitológicos son la prueba de la libido (Urlibido) que la cual sufren los pacientes.
También las revisiones de 1950 dejan dudas en cuanto a la construcción hermenéutica que tiene sus raíces en el racismo inconsciente o subrepticio de Jung. Gran parte de la antropología desde Claude Levi-Strauss ha demonstrado que el “pensar salvaje” es sistemático, clasificatorio, dirigido y que tiene sus raíces más en las relaciones económicas de caza o agricultura que en las relaciones sexuales o libidinales. Lo mismo es válida para los relatos folclóricos que Jung utiliza tan a menudo, y la individuación es más un producto de la iluminación y industrialización que del cristianismo (Zipes 2001, 72-96). El pensar símbólico que propone Jung, sus reducciones de símbolos al triángulo de madre, padre y heroe másculino, no pueden reemplazar un estudio más sistemático que atraviesan estas mismas sociedades que han producido dichos símbolos. Si muchos euro-americanos proyectan “la parte inferior de su persona”, su “sombra”, en negros o indios, ¿de qué modo proyectarían estos su sombra? El pensar de Jung parece ser dirigido más por prejuicios que por análisis y ellos más por el colonialismo europeo que por la subliminación de la libido. Las “zambullidas jungianas” (Zipes 2001, 69) y sus búsquedas por “rizomas subterráneos” (Jung 1991, 9) se enredan en la misma libido que pretenden analizar.
Wolfgang Karrer
Berlín, Alemania, EdM, abril 2013
Gess, Heinz. „C. G. Jung und die faschistische Weltanschauung. Rassenpsychologie und Antisemitismus“ (2005) https://www.kritiknetz.de/antisemitismus/20
Jung, Carl Gustav. Wandlungen und Symbole der Libido. Beiträge zur Entwicklungsgeschichte des Denkens. 1912. [Reproducción de la primera-edición] München: Deutscher Taschenbuch Verlag, 1991.
Jung, Carl Gustav. Symbole der Wandlung. Analyse des Vorspiels einer Schizophrenie. 1950. [Reproducción de la cuarta edición] Solothurn, Duesseldorf, Walther, 1995.
Liebscher, Martin. Nietzsche und Jung. The Whole Self in the Union of Opposites. Hove UK: Psychology Press 2004.
Zipes, Jack. Romper el hechizo. Una vision política de los cuentos folclóricos y maravillosos. 1992. Trad. V. Cúccaro. Buenos Aires, México: Editorial Lumen, 2001.
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4 comentarios:
Sí, pero Lévi-Strauss tenía el prejuicio inverso: la más moderna idealización de los primitivos. Muchas de esas tribus son aun hoy esclavistas (incluidas las africanas), y lo eran ya antes del colonialismo europeo.
La idea de primitivos = niños = neuróticos la hereda de Freud, en Tótem y tabú Freud menciona que los primitivos son altamente inmorales "desde nuestro punto de vista" (el civilizado, para Freud) lo que no es descabellado viendo los "matrimonios por rapto" (violar a una mujer, raptarla y quedársela como esposa-esclava ... eso sigue vigente en la amazonía, África, etc.)
Respecto a Foucault, poco importa su opinión considerando que era un defensor de la legalización de violar niños. Se basaba en la idea freudiana de "sexualidad infantil"... pero el complejo de Edipo no existe, el "efecto Westermarck" en cambio sí tiene fuerte apoyo empírico: los niños nunca desarrollan deseo sexual hacia sus familiares.
CUANDO FOUCAULT HABLÓ CONTRA LAS LEYES QUE REGULAN LA SEXUALIDAD Y SE MANIFESTÓ A FAVOR DE LEGALIZAR LA PEDERASTIA
“En 1978, poco después de que la comisión gubernamental para la Reforma del Código Penal solicitara su consejo, Foucault, junto a Guy Hocquenghem, criticó con dureza los artículos que se referían a la conducta homosexual. Igual que Hocquenghem, urgió al gobierno para que estableciera una edad uniforme de consentimiento sexual (desde 1942, la edad del consentimiento, en Francia, era de 21 años para los homosexuales y sólo de 16 para los heterosexuales). Foucault y Hocquenghem propusieron, también, que se liberalizaran sustancialmente las leyes que regulan la actividad sexual entre adultos y menores. En realidad, los dos hombres argumentaron, en principio, contra la imposición, por ley, de cualquier edad límite de consentimiento. “Nadie firma un contrato antes de hacer el amor”, dijo Hocquenghem durante un programa de radio (junto a Foucault) en 1978. “Por cierto”, manifestó Foucault, “es muy difícil establecer barreras”, particularmente porque “puede suceder que sea el menor, con su propia sexualidad, el que desee al adulto”.
Durante otra conversación pública en esos mismos meses, Foucault llegó aún más lejos e insinuó que podría tener sentido la completa abolición de las sanciones criminales que regulan la actividad sexual, incluso las que castigan la violación. “Creo que, en principio, se podría decir”, explicó, “que en ninguna circunstancia debería someterse la sexualidad a algún tipo de legislación… Cuando uno castiga la violación debería castigar la violencia y nada más. Y decir que solo es un acto de agresión: que no hay diferencia, en principio, entre introducir un dedo en la cara de alguien o el pene en sus genitales.”
Miller, James (1996). La pasión de Michel Foucault. Barcelona: Andrés Bello. pp. 346-347.
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