Habría leído Vallejo a Saint-John Perse? Un mapa de las lecturas de cada escritor, con los posibles cruces en tiempo y espacio, un mapa de citas e influencias, el sueño de todo lector, develaría una imposibilidad, pero qué maravillosas sugestiones abre saber años de escritura, de publicación, amistades, el destino de los libros, la historia de sus traducciones…Porque Saint-John vivió de niño en el Caribe, y eso narra el largo poema “Para celebrar una infancia”, en su primer libro, Elogios, de 1911, del que tomo esta línea:
Si no la infancia ¿Qué había entonces allí que no hay ahora?
que inevitablemente nos reenvía al cierre de Verso a verso VII:
Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos
del peruano César Vallejo, que en el “Poema XXIII”, de Trilce, publicado en París en 1922, parece responder al verso del francés.
Nunca he podido olvidar la untuosa sensación en la boca al pronunciar ese verso, nunca he dejado de repetirlo en voz alta, lenta y húmeda frase, donde la materia nombrada pareciera disolverse sobre las papilas, como si trajera el gusto de la mezcla, escrito en la lengua originaria del indio españolizado, que sigue, en su cadencia musical:
pura yema infantil innumerable, madre.
y todo otra vez, en ese movimiento de continuo regreso al que los versos obligan, remite a Pessoa, en el mismo Verso a verso, porque la pregunta de Saint-John viene ya preparándose en la secuencia, todo lleva a ella y ella misma lanza su flecha hacia atrás.
Develada la respuesta en el inicio: “la infancia”, lo retórico de la interrogación se transforma en una fórmula mágica, donde “allí” es la palabra clave, la palabra que nombra un lugar para no mencionar un tiempo, pero que finalmente lo instala en un “ahora”, donde aquello es justamente lo que no hay….tan simple: antes, ahora.
Antes había la infancia, queda dicho, y ahora, su ausencia.
Ese verso, la inteligencia de su comienzo con la frase “si no”, que contiene la afirmación y la negación, ese “sino”, que se escucha como “destino”, y también así funciona, introduce la pregunta que en el tiempo circular, infinito y aleatorio de la historia de la poesía será respondido siempre con la “idea-madre”.
Y si en Verso a verso VI, se citaba de Olga Orozco: “Madre, es tu desamparada criatura quien te llama”, en “Llamado del deseoso”, del libro Aventuras sigilosas, 1945, de José Lezama Lima, se cita la inolvidable sentencia que nadie se atrevió a refutar:
Deseoso es aquel que huye de su madre.
Liliana Lukin
Buenos Aires, EdM, abril 2013
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