A fines de noviembre se dio a conocer el primer número de El Ansia, una revista literaria de 336 páginas en las que ninguna de ellas deja de reclamar la lectura. Edgardo Scott, uno de sus editores, cuenta aquí acerca del proyecto de la revista que dirige José María Brindisi.
¿Cuál es hoy el lugar de una revista literaria? Entiendo que ese lugar debe ser otro respecto de los suplementos o revistas culturales de los diarios; y que también debería ser otro respecto de los incontables blogs literarios, que en cierto modo replican con matices la estructura de aquellos suplementos.
El ansia, dirigida por José María Brindisi, intenta encontrar un lugar propio entre alguno de esos lugares. Lo hace desde una propuesta tan simple como ambiciosa. Elige y reúne a sólo tres escritores argentinos y les dedica una extensa e intensa atención. Por ejemplo, en el primer número de la revista ̶ que acaba de salir ̶ esos escritores son Marcelo Cohen, Hernán Ronsino y Alberto Laiseca, y a ellos El ansia les dedica más de cien páginas a cada uno.
Pero no se trata sólo de números. Tampoco de armar un dossier académico o de homenaje. La idea implícita de El ansia es retomar un viejo problema: el modo de leer y abarcar a un escritor y su mundo. Para eso, nociones como obra, autor, figura de autor, sujeto deben ser a su vez relevadas y descriptas en el presente; un presente que, sabemos, tiende a mezclarlas, confundirlas, omitirlas e ignorarlas, siempre al servicio del consumo. De que consumamos durante un tiempo a un autor, no de que lo leamos, releamos o sepamos reconocerlo. En esas cien páginas, todas esas nociones se ponen en juego a través de distintos artículos; a veces se aíslan, otras se superponen, otras se combinan, otras se diferencian con claridad.
Para bien y para mal no leemos solos. Cuando hoy leemos Las flores del mal ya leemos también a Baudelaire, y cuando leemos a Baudelaire leemos a uno de los primeros y más grandes poetas malditos, y leemos una época de Francia y de la poesía moderna, y leemos al traductor de Poe, y leemos las notas de Benjamin, y finalmente leemos acompañados también por el hombre agobiado por una desesperada relación con su madre.
El ansia entrevista a sus autores durante un año. Los editores, convertidos por ese lapso en fans, tesistas, paparazzis y detectives privados de ese autor, persiguen a esos sujetos literarios en sus casas, en sus lugares de trabajo, en sus apariciones públicas (presentaciones de libros, festivales, artículos) y, por supuesto, en sus libros. Todos sus libros, todos sus textos, éditos, inéditos, laterales. Y de ahí, como un mapa de vuelos, tratan de registrar todas sus conexiones: con los textos que otros autores han escrito sobre ellos, con los textos que ellos eligen leer o recomiendan, con los textos que producen los editores después de alquilar por un año, una breve pieza en ese mundo.
Intentar enunciar, entonces, las coordenadas de escritura y de lectura de un autor o, de una manera menos formal, explorar no sólo sus textos sino su mundo; el mundo que lo incluye, rodea y define, es la gran apuesta de El ansia.
Si la literatura es otra clase de magia, y el escritor, otra clase de mago,El ansiaa quiere saber e interrogar el truco. Consciente de la imposibilidad de esa empresa o de que en ella conviven iguales dosis de modernidad y medioevo. La alquimia y los conjuros, pero también las poleas, los espejos, los baúles de doble fondo.
Edgardo Scott
Buenos Aires, EdM, diciembre de 2013
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