APUNTES

Sobre El ansia, por Edgardo Scott




A fines de noviembre se dio a conocer el primer número de El Ansia, una revista literaria de 336 páginas en las que ninguna de ellas deja de reclamar la lectura. Edgardo Scott, uno de sus editores, cuenta aquí acerca del proyecto de la revista que dirige José María Brindisi.

¿Cuál es hoy el lugar de una revista literaria? Entiendo que ese lugar debe ser otro respecto de los suplementos o revistas culturales de los diarios; y que también debería ser otro respecto de los incontables blogs literarios, que en cierto modo replican con matices la estructura de aquellos suplementos.
     El ansia, dirigida por José María Brindisi, intenta encontrar un lugar propio entre alguno de esos lugares. Lo hace desde una propuesta tan simple como ambiciosa. Elige y reúne a sólo tres escritores argentinos y les dedica una extensa e intensa atención. Por ejemplo, en el primer número de la revista ̶ que acaba de salir ̶ esos escritores son Marcelo Cohen, Hernán Ronsino y Alberto Laiseca, y a ellos El ansia les dedica más de cien páginas a cada uno.
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ESCRITORES EN SITUACIÓN

Rito de inicio y representación en Bioy Casares, por Edgardo Scott


Hacia 1936 Bioy tenía veintidós años y ya había publicado varios libros. Los había publicado gracias al deseo y apoyo económico de su padre, que le corregía los textos, le pagaba las ediciones y a su vez le ocultaba ese dato, buscando no herir el orgullo y las ilusiones de su hijo. Publicó de esta forma Prólogo (1929), 17 disparos contra lo porvenir (1933), Caos (1934), La nueva tormenta o la vida múltiple de Juan Ruteno (1935), La estatua casera (1936), Luis Greve, muerto (1937).
Sin embargo, en algún momento, casi todo escritor que no lo es, pero quiere serlo, reconoce su impostura y sabe que nunca podrá escribir bien si no la desecha (tal vez ni más ni menos que eso sea escribir: abandonar la impostura). Cansado de libros mediocres y sobre todo ajenos, habiendo abandonado sucesivamente las carreras de derecho y de letras, hacia 1935 Bioy decide instalarse en Pardo para administrar los campos (la estancia quedaba en el Partido de Las Flores, a poco más de doscientos kilómetros de Buenos Aires); decide no salir de ese claustro voluntario, hasta que no hubiera escrito un libro mejor, un libro suyo, un libro que no lo avergüence. Y escribe así La invención de Morel.
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APUNTES

Viaje lento a la costa de una novela, por Edgardo Scott

 
Edgardo Scott leyó el siguiente texto en la presentación de su novela El exceso (Editorial Gárgola) en septiembre de 2012
Si no recuerdo mal fue en 2002 cuando en un bar de Adrogué –yo trabajaba un par de días ahí en ese entonces- una mujer se sentó sola en una mesa, tal vez para esperar a alguien o incluso para esperar algo, más indeterminado. La mujer tendría poco más de cincuenta años y demasiados anillos, collares y pulseras de oro. Estaba muy maquillada, tenía un sobrepeso considerable y llevaba puesta una ropa ceñida, del todo inmerecida para su cuerpo. Toda esa cantidad exultante era proporcional a la tristeza o vacío con que miraba hacia afuera. Durante el tiempo que yo estuve cerca, aquello o aquel que esperaba nunca vino a su encuentro. Pero de su prolongada contemplación, casi de su estudio, me surgieron las palabras. Me dije: El exceso.
   Suelo pensar con títulos; nombres, frases que se instalan como versos o esquirlas poéticas. A partir de ese título escribí un cuento largo con aquella mujer. El cuento naufragó en su extensión y acabé por descartarlo. Sin embargo, ese título y cierta idea imprecisa alrededor del exceso, sobrevivieron. Hasta que un día, tiempo después, apareció Valle -ese ministro bonaerense, solitario y escondedor- y fue inmediata, casi natural, su enlace con aquel título. Con Valle, rápidamente vinieron los otros personajes. Llegó él y toda su corte, o como se decía hace unos años, ahora no tanto, todo su entorno. También volvió a mí toda una época.
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