La imagen, intemporal, se deja mirar. Se muestra ante mis ojos deslumbrados, y parecería que por un instante desnudara su certeza ante mí. Salgo de mis pensamientos, me entrego a ese cuadro-otro que se me rebela, se me ofrece acabado inacabado: Hlito busca a través de las imágenes todas las variantes: formas que remiten a otras formas, que las sugieren. Y más allá, lo que aún no se deja atrapar, lo inaccesible. Búsqueda en torno a la cual, el artista dijo: “Durante años de pintar y de no pintar, me ha preocupado menos el cuadro que una pintura posible” (1)
El cuadro ante mí dice lo que todavía no ha sido creado. Lo anuncia. Al igual que esas formas que parecen volar hacia espacios nuevos, insospechados, mi deseo se abre, se enciende.
Hlito no resuelve los problemas: los plantea. Y es la pregunta misma, su forma, eso que me deleita.
Él dijo: “El pintor no trabaja con valores: los crea”. (2) El movimiento de esta imagen me arrastra hacia un orden nuevo, poderoso y singular.
Hlito comparte con Proust la idea de la creación artística: “Se trabaja solo y aislado aún cuando se trabaja en plena ciudad. (…) Uno debe sumergirse sin compañía para extraer algo y sacarlo a la superficie. Cuanto más se sumerja uno, mayor soledad y silencio. Menos perturbación exterior. Es un trabajo de minero”. (3)
Potencia contenida en las formas, rigor conceptual, austeridad, esplendor, contundencia, intensidad, variaciones, equilibrio, sutileza, peso, liviandad, certidumbres.
Sensación de que la obra gira en torno a ciertas preguntas que se instalan en el cuadro con certeza.
Me deleita la música, el movimiento, el ritmo, esa lógica que la obra de Hlito fue construyendo para sí misma.
A.H. sostuvo: “La pintura que intento hacer y que a veces logro hacer, no es el producto de un cálculo sereno de las posibilidades y de los recursos a mi disposición. Nada me resulta más oscuro que la inserción de esos logros en una concepción previa al acto de pintar”. (4)
Las formas, quietas, exacerban mis sentidos.
La línea abre caminos en la tela: me quiebro en las aristas filosas de ese movimiento que parece eternizarse en el espacio, sin límites, de la vida.
Sofía González Bonorino (Buenos Aires)
(1) Nelly Perazo, “Alfredo Hlito: El enigma de la Pintura” (Centro Cultural Recoleta)
(2) Ibíd, pag. 40
(3) Ibíd, pag, 48
(4) Ibíd, pag. 19
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