No viene mal empezar recordando que nuestro mundo está hecho de palabras. Así empieza Bárbara Jelen Otras puertas: deja claro que entre lo inexpresable y lo ya dicho solo está, en el principio, el verbo, que “pone/en funcionamiento el mundo/lo cambia crea y transforma”. Pero las palabras hacen el mundo no en su formalidad, en su abstracción, sino en su concreción más inmediata, la del mundo y la de las palabras. “¿El mar/sería lo que es/si no fuera “mar”?/¿Modifican en algo su esencia/la m/la a/la r/que conforman su nombre/que lo delimitan/que dicen ‘de acá/hasta acá’/esto es mar?” Sin embargo, también una pregunta puede dormir “como un perro o un niño/en el medio de nosotros”. Para que la palabra no se suicide, ni ser testigo de su muerte, hay que, según Jelen, sostenerle la patita, acicalarle el lomo, perfumarle las muñecas.
Pero el mundo ya “también/es un verbo”. Y un verbo es, “a la vez/la acción/el hecho. /El verbo que se vuelve cosa/la cosa que se vuelve en sí misma”. Pero esta concreción de la palabra no nos pone, sin embargo, ante una totalidad que se contenga a sí misma: “a la vez/no cabe por completo”. Pero, “¿es el mundo que no entra en el verbo/o es el verbo que no entra en el mundo?”
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