El fútbol como medida del tiempo.
El fútbol es una de las medidas más nobles del paso del tiempo. Cuando un futbolero ve que los jugadores veteranos empiezan a ser más jóvenes que él, siente que está entrando, definitivamente, en la edad adulta. Es en ese momento en que empieza a hacerse memorioso; es decir, a aportar a la memoria del fútbol la parte que a él le corresponde y un fragmento de lo que su generación aportará a esa historia. Cuando ese momento llega, el futbolero sabe todo lo que hay que saber sobre la retórica de la memoria futbolera porque en ella se formó desde la infancia.
Comenzar a ir a la cancha y participar de la memoria futbolera son una misma experiencia. Se va a la cancha con los mayores y los mayores hacen memoria. Por eso, en la experiencia futbolera, pasado y presente conviven naturalmente. El futbolero se forma a la vez, estando ahí, en la cancha, y actualizando el pasado a través de su iniciación en la memoria futbolera.
Mito y retórica en la memoria futbolera.
La memoria futbolera es mistificadora. Construye de manera oral, colectiva y anónima el pasado mítico del fútbol. De estas tres características, lo oral, lo colectivo, lo anónimo, proviene la modalidad de su retórica y es gracias a su economía que la memoria futbolera es tan resistente, tan tenaz, tan duradera. Sus objetos de construcción mítica son tres: los partidos memorables, las jugadas prodigiosas, los grandes cracks. Sus construcciones pueden y suelen acoplarse de manera aleatoria, pero se alinean en función de un objeto compartido, de una tarea contextualmente anacrónica: la paciente elaboración de mitos colectivos.
Seguir leyendo