APUNTES

Sobre Giovanna Rivero y el poder del “margen, por Magela Baudoin


Giovanna Rivero es, sin exageración, la más poderosa narradora boliviana del presente y su fuerza radica, como lo veremos en breve, en su definitiva y axiomática peculiaridad. Una peculiaridad a la que llamaré “voz propia” y que a estas alturas ya ha probado que no solo es “exportable”, como lo demuestra su imparable conquista de nuevos territorios (geográficos y simbólicos), sino que se presenta con el augurio de una larga permanencia. Y no es mi intención hacer aquí una valoración sentimental: Giovanna Rivero es, y sospecho que seguirá siendo, difícil de olvidar porque su literatura se te queda como un escozor, como un aguijonazo dado por su oficio limpio y sin concesiones, del que se elevan una perturbadora inteligencia y una rara —cuando no incómoda— belleza. Veamos.

¿Por qué poderosa? La fuerza narrativa de Giovanna proviene, por una parte, de la calidad de su pluma. Eso es indiscutible. Su potencia mana de una concienzuda técnica, lograda al pie del trabajo disciplinado y puesto al servicio de la modelación de un estilo, que más que un estilo es una búsqueda permanente. Esta preocupación por la perfección, si podemos llamar así su autoexigencia, está unida, sin embargo, a su vocación aventurera, lo que se traduce en los riesgos artísticos que toma en cada giro, en cada desafío, en cada exploración. Para ser más gráfica recurro a una imagen prosaica que pudiera ser descrita en términos de las horas-silla que Giovanna dedica a leer y a escribir. Horas que por supuesto son evidentes en su evolución y en los tremendos saltos entre un libro y otro y entre un género y el siguiente.
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