Durante siete meses, desde que le diagnosticaron cáncer hasta tan solo diez días antes de su muerte, la arquitecta María Vázquez (“la emperatriz punk”, “Marie” o @kireinatatemono) relató en Twitter, Facebook e Instagram, pero sobre todo en el primero, siempre sagaz e irreverente, cómo era vivir y morir de esa enfermedad. Pronto se convirtió en una sensación de las redes sociales, una mega tuitstar del Show de la Kimmy Oh, “cruel y despiadada pero decidida a triunfar cueste lo que cueste”, como ella misma se rebautizó frente al tratamiento en una nota imperdible que publicó en La Agenda.
A lo largo de esos meses Marie reclutó cientos de seguidores anónimos y, extrañamente, miles más aún después de su muerte. Tanto estos “nuevos groupies”, como los llamó una de sus amigas (otra integrante de la realeza apócrifa del ciberespacio), como los que la seguían desde los tiempos en que escribía en la revista digital Cotorra o en alguno de sus blogs, comentaban sus tweets, difundían sus mensajes “retuiteándolos” y le enviaban flores, regalos, luz y rezos varios, estos últimos algo resistidos, tratándose la convaleciente de una atea confesa.
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