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La época en que Júpiter estuvo más cerca que la Luna, por Pablo Rosi


Pablo Rosi (Avellaneda, 1975) estudió la carrera de Ciencias Biológicas en la UBA. En 2002 llevó a cabo estudios de posgrado en Aplicaciones Tecnológicas de la Energía Nuclear en la CNEA - Instituto Balseiro. Realizó su doctorado en el área de Química Bioorgánica, en la Facultad de Farmacia y Bioquímica. Es docente e investigador de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de su universidad de origen. En la actualidad se encuentra dedicado a la simulación computacional de sistemas químicos y a la cristalografía, área de rápido crecimiento en la Argentina. Ha realizado colaboraciones en este campo en Francia y Brasil. Además de numerosas publicaciones especializadas (la última aparecida en 2013 en la revista PLOS ONE) en 2010 publicó Introducción a la Representación Molecular editado por el INET y destinado a la enseñanza media.

Fue durante la década de 1950. Pasó desapercibido para el gran público pero no para la élite científica y tecnológica de EE.UU. A principios del siglo XX Albert Einstein había predicho que la materia se podía convertir en energía a una tasa extremadamente favorable, eso es justamente lo que dice la fórmula matemática más famosa del mundo: E=mc2. Apenas un gramo de materia transformado íntegramente en energía alcanza para abastecer el consumo máximo de todo nuestro país durante una hora, 23793 MW. Quizá esto no impresione demasiado, salvo que se considere que con casi nueve kilos de materia se mantendría a la Argentina funcionando a plena potencia durante un año seguido, día y noche. Abrir esta caja de energía que encierran los átomos, sí, los mismísimos átomos, fue tecnológicamente posible a partir de 1945. La primera vez que se abrió esa caja su brillo opacó el del sol. Había nacido la bomba atómica.
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