a noche del martes, húmeda y otoñal, tomé un ómnibus para ir desde Ciudad vieja, lugar en el que había pasado la tarde y me despedía, una vez más, de Montevideo y de su rambla, hasta la manzana que reúne la Biblioteca Nacional y la Universidad de la República. Iba a la presentación del libro del hasta entonces desconocido para mí profesor Rubén Tani, invitada por mi amigo, el también profesor y uruguayo Gustavo Verdesio. Feliz de mi incipiente aprendizaje urbano –no me servían los buses que iban por Constituyentes, si no los que seguían derecho por 18 de julio, en dirección al túnel–, me confié, solté el mapa, recordé que ya había pasado cerca de la Biblioteca alguna vez yendo a la Feria de Tristán Narvaja: la reconocería fácil, un edificio de proporciones –pensé–, pero me perdí. Como llegaba justo sobre la hora, tuve que desandar el camino. Subí a un bus en dirección opuesta, mientras me preguntaba si en Uruguay, tan prolijos en tantas cosas, serían también puntillosos con el horario y cerrarían las puertas una vez comenzado el evento. Así fue que corrí las últimas cuadras, trepé las escalinatas y llegué, fatigada, a mi destino. Pero el evento no había comenzado: y en el Hall de entradas, iluminado pálidamente, me topé con mi amigo. Se lo veía algo nervioso, o ansioso quizá. Yo sabía que esa presentación, y haber escrito el texto de la contratapa del libro de Tani, su antiguo profesor y a la postre mentor, le hacía mucha ilusión. Por la tarde habíamos recorrido cafés y librerías y en cada una, pese a los años que Verdesio lleva viviendo afuera del Uruguay, era reconocido, gesto que mi amigo retribuía con una consulta, un comentario, una compra. Entendí cuán importante era para él saberse presente, a la distancia. En el mismo Hall me presentó al segundo orador de la noche: oculto tras un gorro de lana estaba Sandino Núñez, docente, filósofo, escritor y conductor televisivo, “de los muy buenos”, según me había explicado con admiración explícita María José Olivera Mazzini, colega que me habían presentado en un viaje anterior y con quien había sentido una inmediata afinidad, pero que esa noche sucumbía a la gripe.
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