ESCRITORES EN SITUACIÓN

La escritura como política, por María Pía López


Durante el Salón del Libro de París 2014, que tuvo a Argentina como invitada de honor, María Pía López realizó la siguiente intervención en un panel que llevó como título “Cultura y Política”. El texto está atravesado por una pregunta que es un desafío incesante: ¿Es posible narrar con la misma lengua que nos fue expropiada y que definió el horror?

Camino por un cementerio de una ciudad que me es ajena, entre tumbas que rezan epitafios en una lengua que comprendo bastante poco. Una caminata ociosa, sin búsquedas específicas. En algún recodo aparece la secuencia de monumentos funerarios para recordar a aquellos cuyos cuerpos no están: los deportados a los campos de concentración nazis, los condenados a trabajos forzados, los que fueron a Dachau o a Auschwitz. También recordatorios de los caídos en la resistencia a la ocupación. Si una sigue caminando, como lo hice, se topa con el muro que conmemora a los caídos en la Comuna de París, a los insurgentes que intentaron asaltar los cielos de una vida redimida y una sociedad igualitaria y fueron derrotados y masacrados. Me pregunto: ¿dónde están las tumbas de los colaboracionistas de Vichy, dónde las de quienes firmaron las órdenes de fusilamientos, dónde las de los policías o militares encargados de las razzias? La memoria debe ser incompleta para serlo, debe ser selectiva y esa selección es una afirmación. Si al lado de esos monumentos estuvieran los que conmemoran a los verdugos, la supuesta equidad restaría la conmoción de que en un hecho ominoso hay quienes son víctimas. Tal la lección dominical del cementerio Pere Lachaise.
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ADELANTOS

Adelanto de novela: Taxis, por María Pía López


María Pía López ha publicado las novelas No tengo tiempo (editorial Paradiso, 2010) y Habla Clara (Editorial Paradiso, 2012). Ambas son novelas que sacuden la lengua en los oídos de los lectores. Como susurros de incertidumbre justo allí donde todo parece dicho, quieto, amoratado. “Taxis” es un fragmento de Por lo bajo, su próxima novela.

Aldo cuenta una historia. No se sabe si tiene datos de lo que dice o si se trata de un relato que los taxistas narran en los bares y parrillas donde paran a intercambiar hosquedades contra los pasajeros, como los maestros y profesores hacen en los recreos para conjurar el profundo desamor que tienen a sus alumnos y el oscuro resentimiento que llevan todos los días a la escuela. La diferencia es que los agentes del magisterio se refieren a un conjunto acotado de la población: sus alumnos presentes, no tanto a los pasados –con los que ya se han reconciliado– ni a los futuros –a los que esperan con temor y esperanza de que no sean, los venideros, tan insoportables, díscolos y malhablados como los que los obligan a trajinar día a día por aulas atestadas, con olores de comida mal digerida y pedos no por invisibles y prohibidos menos dañinos para sus condiciones laborales. El campo de quejas de los taxistas es más vasto: coincide, casi, con los límites del universo. Todos somos pasajeros, antes o después, estirando el brazo para que pare el auto o firmes en la parada del colectivo –ahí somos de una especie peculiar, la que esquiva su deber con las cuentas del conductor que necesita no andar con auto vacío y a la espera, sino moverse con la decisión consciente de un destino introducido ya en su memoria, ya en el gepeese auxiliar-. Todos somos pasajeros actuales o virtuales: desde el más pobre que nunca toma un auto hasta la presidenta de la nación que por razones que son de dominio público tampoco suele salir a la calle estirar el brazo y decirle al señor del volante “Por favor, hasta Balcarce 50”. El objeto de comentarios airados y réplicas desdeñosas somos todos los habitantes del universo. Siempre hay corrillos en los bares de taxistas, en las estaciones de servicio y en las parrillas económicas y al paso, porque tienen mucho que parlar, el anecdotario es infinito y la descarga de la mala onda acumulada lleva su tiempo. En esas rondas de comentarios circulan historias sucedidas o imaginadas para que los pobres tipos encuentren motivos para perseverar y reproducirse.
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APUNTES

Un populismo oscuro, por María Pía López


Hay quienes aman lo popular porque creen en la bondad profunda de los humildes o en la potencia redentora de los sufrientes. Son los artesanos que capturan las historias de sacrificio, compromiso, solidaridad.
    Pero hay otros que no se procuran coartadas. Ni siquiera la ilusión de una política posible. Algo de eso decía Cioran, con un escueto llamado a estar del lado de los oprimidos, pero a sabiendas –sin dejar de mascullar ese saber- que están hechos del mismo barro que los opresores.
    Entre los cultores de ese populismo de lo oscuro, está el cronista Cristián Alarcón. Dos libros escribió: Cuando me muera quiero que toquen cumbia y, hace poco, Si me querés quereme transa. Títulos que son citas. Citas que son enunciados de un joven y una mujer que, de distinto modo, protagonizan cada uno de los libros. Un joven que era un ladrón y murió asesinado por la policía. Una mujer dedicada a la distribución de drogas ilegales que interpela así a un amante. Una mujer con la que el cronista termina unido por lazos de compadrazgo.
    Alarcón narra, a la vez, distintas historias. Pero una de ellas es la de la transformación del propio escritor a lo largo de su inmersión en el mundo que relata. Termina padrino, ahora. Como antes –en las áridas zonas de San Fernando- había terminado salpicado en la circulación de una jarra loca cual personaje de Mansilla en loncomeo. Por momentos encandilado con cierta lógica sacrificial, por otros seducido por las palabras que llegan de otra lengua. Leo, imagino, temo: el cronista escribe sobre el filo de un riesgo, el de devenir, él mismo, víctima del sacrificio. La fuerza del libro está en que todo, incluso eso, finalmente se quiere.

    Los personajes hablan en los títulos: quiero, quereme. ¿Nos hablan? No sé. Le hablan al autor, seguro. El escritor escucha por eso escribe. El transfondo de esa precisa, irónica, lúdica crónica de Alarcón es el querer. Un apego. Una afirmación. Un arrojo. Que puede prescindir del juicio. Ni siquiera intentar formularlo. Y a la vez narrar al lector las dificultades que arrastra tal experiencia amorosa.
    Para escribir lo popular, parece decir, hay que amarlo. Con un amor sin ideales, sin valoraciones, sin alivios. Amor de lo oscuro y de lo ambiguo. Sin excusas ni pretensiones. Configuran una aventura de conocimiento y de lectura. Podemos elegir, frente a ellos, ser voyeurs de los amores consumados o temblar como pretendientes de una escena que nos pertenezca o huir aterrados por tanta oscuridad.


María Pía López (Buenos Aires)

Entrevista a Cristian Alarcón en youtube: https://www.youtube.com/watch?v=XZu7zTkN-1I
María Pía López es docente e investigadora en la Universidad de Buenos Aires, además de tener varios libros publicados fue miembro del grupo editor de la revista La escena contemporánea y El ojo mocho, actualmente colabora en la revista La Biblioteca. Su último libro es Hacia la vida intensa.
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