Por más maravilhosa que sea, me cansa trajinar por sus calles. Sus aceras empedradas son vistosas, pero a mí me hacen doler los pies. Calçadão les llaman. Parece que son propias de Río de Janeiro y de alguna otra ciudad. Escuché que trajeron esas piedras en barcos desde Portugal. No sé si es cierto. Tampoco me interesa saberlo. Se lo oí decir a un guía turístico. Mi descanso se interrumpió con su vozarrón. Los turistas tampoco preguntaban. Él hablaba igual, mientras ellos chasqueaban sus cámaras fotográficas.

Yo prefiero estar acá en la plazoleta. Al menos acá no tengo que escuchar la palabra del predicador. Éste también gesticula, pero su palabra no me llega.
Caio Nogueira das Neves (Río de Janeiro)
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